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CÚCUTA.- Todo aquello que comienza bien, debe terminar en igual condición. La historia ocurrió en el estadio General Santander con el Cúcuta Deportivo como protagonista y Llaneros en el papel de antagonista. Era el comienzo de los cuadrangulares semifinales del Torneo del fútbol profesional colombiano.
Minuto 4. Tiro de esquina a favor del cuadro local. La jugada preparada y aprendida en los entrenamientos salió a la perfección. Pase rasante al área, amague del presunto receptor, el balón sigue y Joider Micolta conecta con fuerza para la primera alegría de los seguidores del rojinegro. 1 – 0.
La alegría es grande en los graderíos y se presagia que vendrán más anotaciones. El partido toma el ritmo que permite la noche cucuteña, tranquilo, de ida y vuelta con minutos de dominio para unos y para otros. No hay mayor emoción. La tranquilidad del marcador a favor da para jugar al desespero del rival.
En el descanso, homenaje a las mujeres que sufren cáncer de mama, globos al aire y saludos a las damas que desfilaron de rosadito para despertar conciencia acerca de esta enfermedad. Luego, las bailarinas, mermadas en número, hicieron el espectáculo acostumbrado.
Antes de escuchar el pitido para comenzar la segunda parte, en Sur se prendió la fiesta. Las luces de las bengalas dieron una imagen agradable y el humo rojo y negro cubrió la tribuna. Regocijo en el resto del estadio, algarabía, gritería, saludos de manos y de nuevo a jugar.
No se habían disipado las chispas de la pólvora inocente cuando Harold Reina marcó de cabeza el empate. ¿Descuido? ¿Faltó marca? ¿Dormidos? ¿Qué ocurrió? El anotador se disculpó con los asistentes, no celebró, pero igual el gol contó para el marcador. 1 – 1.
Los escasos acompañantes del cuadro llanero, subidos en el segundo piso de Occidental, tendieron sus trapos, recordaron que son raza indomable y cantaron hasta perder la voz. No se amilanaron por ser minoría, ni midieron consecuencias. Quizás, olvidaron que estaban de visita al general.
Los motilones (¿o chitareros?) no soportaron el ruidito molesto de los cánticos y la emprendieron a madrazo limpio contra ese grupito que bailaba de contentos. Amenazas. ‘Nos vemos a la salida’. Señalamientos. ‘Bajen y nos tratamos como hombres’. Reclamos. ‘Señor agente haga algo’. Protestas. ‘No ven que aquí hay niños’.
Todo ocurrió ante la mirada pasiva de Stalin Motta y compañía que disfrutaban del encuentro. De esta algarabía nada los inmutó. Permanecieron tranquilos, tal vez, mascullando pensamientos a cerca de lo que es la afición cucuteña. El partido estaba en la gramilla y había que seguirlo.
Cuatro minutos de gloria para el Cúcuta. Hernán Pertuz, al 68, puso el 2 – 1. Ahora sí que se tengan de atrás los visitantes. Al 72, penal a favor del Cúcuta. Lucas Ríos tomó el cobro ante la ausencia del goleador natural Jonathan Agudelo. Arquero para un lado y balón para el otro. 3 – 1. El presagio del comienzo del partido se hacía realidad.
Siempre se ha dicho que el fútbol tiene tanto de bueno como de picante. Y este miércoles no fue la excepción. Tiempo cumplido. Los hinchas se aprestaban para regresar a casa con la sonrisa amplia por el marcador abultado. Llevaban una buena historia para contar, mientras hacían sueño.
Minuto 94. Llaneros se fue encima. Tomó el balón y no lo devolvió. Hasta cuando Kevin Quejada venció la resistencia de Mastrolía. De nuevo, en los últimos suspiros, en la agonía, le marcan al Cúcuta. ¿Descuido? ¿Faltó marca? ¿Dormidos? ¿Qué ocurrió? 3 – 2.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
