CÚCUTA.- Carlos Escalante está de pie en la sala biblioteca de la casa materna. Tiene el violín sobre el hombro izquierdo y en la mano derecha la varita con la que lo hace tomar vida. Detrás están los libros. Los de ingeniería, que son bastantes, están arriba; los de música, en menor cantidad, ocupan un espacio pequeño en el estante. Pareciera que se prepara para el concierto de fin de año. Pero no. Ese es el momento final de la charla.
La mañana se alargó hasta después de mediodía. El recuerdo permitió hacer el recorrido por nombres de autores nortesantandereanos, inspiradores en la carrera profesional de este hijo de ingeniero civil y de delineante arquitectónica, y por el comienzo del gusto por lo que ahora es su principal ocupación.
Dos coincidencias para comenzar. Encontró el camino de la música en el colegio, de la mano del hermano mayor, a quien le enseñaron a tocar flauta dulce. Toda la tarde tocaba, afición que llevó a la mamá a meterlo a clases. Y Carlos entró en la colada. Otro día, el papá tropezó con un amigo que trabajaba en el Instituto de Cultura y Bellas Artes de Norte de Santander. Hablaron de los hijos y el rumbo de la vida viró hacia el arte.
El baloncesto perdió a un incipiente aprendiz, que asistía al colegio y se entrenaba dos veces a la semana. La música ganó al futuro Maestro, compositor y director de orquesta. En ese momento ganaron el partido las partituras, las notas que van de Do a Si y los instrumentos. En la cancha quedaron el balón, los aros y los tableros.
- El Instituto tenía una educación tradicional. En un semestre se veían la teoría y la gramática, antes de comenzar a tocar. Tuvimos la suerte que Batuta pasó en esos dos años y traía la nueva filosofía de aprender tocando.
En la mente rondaba la idea de tocar violín. Todavía no ha encontrado la razón por la que tomó esa decisión. Al retrotraerse encuentra a las maestras Myriam González (violín) y Maritza de Lobo (piano). Repasa los encuentros con la guitarra, la bandola y el cuatro. Hasta que aparece el violín. Siempre en compañía del hermano mayor.
Tal vez no quisiera acordarse de lo sucedido en 1997, cuando en la administración departamental de Sergio Entrena López (1995 – 1998) se tomó la determinación de liquidar el Instituto.
- Yo tenía 14 años. Nos quedamos sin nada. Batuta se había ido, se acabó el Instituto y perdimos todo el lazo con la institucionalidad.
Margarita Vélez apareció como salvavidas en la Universidad Francisco de Paula Santander. Abrió el espacio para ensayar y los exBatuta recalaron en ese grupo sin ser universitarios. Luego, emergió como socorrista Carolina Samudio y por su intermedio se consiguió que una empresa local pagara el director.
Carlos sonríe. Mueve los brazos con sutileza, como si estuviera en el podio delante de los 70 músicos que interpretan una de las 60 composiciones de Elías Mauricio Soto. Va y vuelve en recuerdos, imágenes y vivencias. Es honesto al reconocer que no sabe cómo se le despertó el don, solo sabe que la fascinación por la música surgió cuando ingresó a estudiarla.
- Tengo entre mis escritos hojas a mano que escribía desde cuando tenía 13 o 14 años. Mis papás siempre estuvieron listos para patrocinarme.
El día que terminó el bachillerato pensó que no sería músico profesional. En el colegio tenía habilidades para resolver los problemas de matemáticas y alcanzó a verse metido en el mundo de la ingeniería. Los consejos maternos espantaron esos pensamientos y lo empujaron a la Fundación Universitaria Juan N. Corpas.
En Bogotá, cursó los pregrados en violín (2007) y en composición (2009). Luego, especialización en dirección sinfónica y la maestría en la Universidad Nacional en dirección sinfónica.
El área musical ofrece varias vertientes para dar satisfacción al gusto personal. Están los instrumentistas, los compositores, los directores sinfónicos y los musicólogos.
- Mi gran problema era que me gustaba todo. Siempre me gustó todo y aún me sigue gustando todo. Cada especialidad me ha llevado a un sitio diferente.
Una confesión. Ahora, no toca mucho violín, instrumento con el que comenzó y con el que se graduó en la universidad. El trabajo se ha enfocado en la dirección y la academia. El violín lo llevó a la formación orquestal y le despertó la vocación como profesor. Tenía 15 años.
El primer trabajo, con el que estrenó el título profesional, fue la puesta en acción del proyecto Tocar y Luchar, en Bosa y Patio Bonito, patrocinado por la caja de compensación capitalina. Esa labor lo puso al frente de las orquestas jóvenes, en calidad de director.
Ha ido de un lugar a otro. Dirigió la orquesta de la Policía, pasó a la orquesta de profesores, hasta aterrizar en las universidades para darle rienda suelta a la otra vocación, la enseñanza, en la Nacional (teoría) y en la UPTC (violín). Dirige la banda sinfónica de la licenciatura en música de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (Tunja), la orquesta de cuerdas y el coro de la Fundación Universitaria Juan N. Corpas.
¿Ha pensado algo para Cúcuta?
- Siempre he llevado a Cúcuta atravesado en mi corazón. Siempre soñé en construir algo grande. Ese sueño fue transformándose al salir a estudiar. En el 2021, se me ocurrió la idea de venir a tocar y organicé la orquesta de cuerdas con músicos cucuteños de varias generaciones.
¿Es posible que alguna universidad se interese por la música en Cúcuta?
- Lo más cercano es la Universidad de Pamplona. Ha sido una opción para muchos. No hay una vía institucional y todo es privado. Entonces, todos tratan de arañar los recursos para sostener la escuela o fundación. Sería importante que un brazo de la UPTC llegara a Cúcuta.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
Con un cordial saludo para Carlos Escalante y desearle nuevos éxitos en su importante carrera profesional, lamento aclararle y contradecirlo q el gobernador q liquidó el Instituto de Cultura y Belas Artes del Norte de Santander fue Jorge García Herreros Cabrera (QEPD) y le entregó la sede en Cúcuta a la Universidad de Pamplona