DURANIA – Norte de Santander.- Quienes nacimos en Durania, entre los muchos bienes que heredamos, existen dos que nos hacían felices: la riqueza hídrica del municipio, entre ellas la quebrada La Legía, que cae desde la vereda Sepulturas y pasa por las orillas del pueblo, producto de ese caudal, en aquellos tiempos los duranenses vieron la posibilidad de hacerse al otro bien que heredaríamos, la piscina Olímpica, por la que Durania fue rotulada como turística y acogedora. Hoy, ni la quebrada La Legía y otros afluentes, ni la Piscina existen por una serie de desaciertos en los que no hay culpables.
Y es que cuando un bien se hereda, no se niega y la gente en Durania, en estas últimas décadas, se ha negado a conservarlas al punto de estar el municipio de afrontar el desabastecimiento de agua, pues la quebrada La Laucha, de la que toma el consumo se agota, como desaparecieron La Colorada y La Negra. Para completar, La Legía, desde los años 90 y producto de la cría de alevinos a las orillas se ha contaminado extinguiéndose la fauna, patos y garzas de río. Ahora es tan sólo un espejo de agua sucia y muerta que los mismos duranenses esquivan.
Los pozos de baño El Puente, La Laja, La Cueva o El Nene son cosa del pasado. La quebrada, desde las inmediaciones de la hacienda La Primavera, se secó y convirtió en una cloaca de heces y nada más. Pero el golpe de gracia llegó cuando la montaña en la que nace, no sólo La Legía sino también la quebrada Blanca, que lleva agua a Bochalema, fue talada. Y no ha valido memorial alguno a Corponor, porque Corponor está lleno de otras cosas diferente a gente que preserve, que cuide, está lleno de contratistas de amedieros que van por las veredas haciéndose los de la vista gorda ante las talas y deforestaciones como la cometida en la vereda Sepulturas.
A lo largo de estos afluentes también hay pastoreo y cuando la gente acude a los sitios donde pueden tomar un baño de sábado, domingo o día de puente, arrojan basura y desperdicios que la quebrada arrastra hasta depositarlo en el río Zulia. Esta fatalidad está ligada a la Piscina, que llamábamos olímpica, así no lo fuera, pero no había otra más grande en ningún pueblo vecino, en las últimas tres décadas sometida cíclicamente a la quiebra y malos manejos, pues cada administración llegaba con su recomendado sin importar si sabía o no del negocio.
Esa piscina fue eficiente cuando el municipio tuvo un sólo administrador, Jorge Medrano, fallecido. Entonces, se lucía durante los 365 días del año atendiendo paseos de todos los municipios circunvecinos y en diciembre con las fiestas para las gentes del pueblo, en Navidad, Año Nuevo y Reyes.
Hoy, abandonada, a pesar de los casi 80 años de existencia, es más un elefante blanco en el que la corrupción se devoró más de $ 400 millones de los que nadie puede dar razón. Lo que sí se sabe es que la obra quedó peor de lo que estaba. Algunos dicen que fue el departamento; otros, que el municipio. La piscina está ahí tirada, abandonada, enmontada y en el olvido. Le blanquearon las paredes y techos para que la ignominia tuviese más en que entretenerse. Cuando la gente pregunta… ¿Quién será el culpable de este desacierto? no hay otra respuesta que… ¡Pues la permisiva comunidad! Que no fue capaz de defender la montaña ante Corponor y los deforestadores, la comunidad que no reclama por la piscina, la comunidad que es silente ante el poder que adula; es a ella, a los duranenses, a los que mañana les hará falta el agua y la piscina y todo aquello que heredaron y por lo que nadie responde. Así pues, que aquí, el muerto pareciera no estar río abajo sino río arriba.
JUAN RICARDO GÉLVEZ
Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co