La salud del Cúcuta Deportivo empeoró en esta última semana. No podían ser peores los días para el conjunto motilón. La amenaza de cancelación de los derechos deportivos se mantiene vida en Coldeportes y a cada nada aparece ese nuevo fantasma que ronda por la institución.
Está bien, los aficionados pueden olvidarse de las temidas figuras fantasmagóricas que dieron en bautizar ‘Promoción’ y ‘Descenso’. Las plazas están asignadas y solo hasta el año entrante volverán a hacer las muecas que asustan a los hinchas de los clubes pobres, irresponsables y desorganizados.
Esos tres adjetivos se ajustaron al equipo rojinegro en los dos torneos del 2011 con las consecuencias que se conocen al dedillo. Los jugadores no vieron las quincenas a tiempo, los directivos cambiaron de presidente cuando quisieron y los hinchas se espantaron del estadio.
Los resultados hablan solitos. De 16 partidos jugados, solo dos ganados. Hacía tiempo, el rendimiento deportivo de los fronterizos no era paupérrimo. Ocho empates, en casa o por fuera, dicen a las claras de la falta de compromiso para sacar adelante la divisa. Seis derrotas, en el General y en otros estadios, dan muestra de lo mal que actuaron los muchachos contratados para defender la otrora temida garra motilona.
Entre tanto, la parte administrativa se puede resumir con facilidad.Tres presidentes y un mismo fracaso. Comenzó Álvaro Torrado, enfermo, indispuesto, con ganas de irse pero con deseos de quedarse; al final, entregó las llaves del club. Recibió el llavero César Fernández Elcure, quien al abrir el baúl encontró culebras por doquier, serpientes de todo tamaño y reptiles que muerden sin compasión los ingresos de la institución. Huyó como tenía que hacerlo y con el susto reflejado en el rostro habló de lo que encontró.
Le recibió Wilmer Buitrago. ‘Pobrecito’, dicen en la calle cuando se refieren al directivo. ‘No sabe en la vacaloca que se metió’, rematan los comentarios. Y ahí va. Metido en líos hasta la coronilla, soportando a cada nada la amenaza de Coldeportes, el paro de los jugadores, la falta de solidaridad del resto de la junta, la soledad del General Satander, el acoso de los acreedores, los abrazos insulsos de los perodistas, la fuga de los aficionados y las llamadas desde Bogotá para pedirle cuentas.
Esos malos momentos deportivos y administrativos llevan a un final triste. Los hombres y mujeres, niños y adultos, que asistían al estadio para ver ganar al Cúcuta se alejaron, porque no encuentran un aliciente para trasnochar entre semana o pasar la tarde sabatina o dominical mientras ven un espectáculo insípido.
Aunque quedan esos hinchas masculinos aferrados a la camiseta que prefieren no ver la novela de moda ese miércoles para asistir al General Santander y sufrir con los ídolos actuales. También, quedan féminas que por acompañar al marido, por gusto propio, por amor ajeno y por escapar de la rutina se suman a los escasos espectadores que creen en que la causa se salvará.
Restan pocos partidos para que termine la odisea de este año. La meta primordial, ser campeón, desde el comienzo del campeonato se vio que no se cumpliría. La segunda ilusión, ganar la Copa Colombia, se diluyó a la par con la primera. El tercer objetivo, clasificar a los dos cuadrangulares, se esfumó por entre las piernas de los jugadores con cada derrota sufrida. El cuarto de los deseos, por lo menos sumar 20 puntos, con cada partido perdido y por goleada se desvanece. ¿Alguién estará interesado en asumir las riendas de este club? Los directivos no pudieron. ¿Alguién da más?
RAFAEL ANTONIO PABÓN