CÚCUTA.- Don Carlos está detrás del mostrador, saluda con amabilidad y sonríe al cliente. Si es asiduo lo llama por el nombre o le dice, con confianza, vecino. Si hasta ahora lo ve, también lo recibe con cordialidad. Este hombre es uno de los 12.000 tenderos que hay en el Área Metropolitana de Cúcuta y que tienen la fuente de ingresos en la venta al por menor.
La tienda no tiene nombre, está en la esquina y las paredes necesitan algo más que una mano de pintura. La carpa azul que instala la empresa de gaseosa de iniciaron los Posada Tobón es el distintivo para llamar la atención. El sol y el agua han hecho mella en el plástico que ahora está descolorido.
“El tendero necesita mucho apoyo, es un microempresario que con capacitación pude llegar a la formalización”, dijo Gladys Navarro, directora ejecutiva de Fenalco. Agosto, para la Federación Nacional de Comerciantes, es el mes ideal para rendirles tributo a estos seres humanos que pasan hasta 14 horas prestos para atender las necesidades diarias de la comunidad.
‘El que tiene tienda que la atienda’, dice el refranero, por eso quien decide adaptar la sala de la casa como negocio está pendiente para vender desde un dulce hasta el producto más grande que exhibe. A veces, deja tirado el plato de comida por ganarse esos pesos, o monedas, que llenan la gaveta y que sirven para enviar a los hijos, al otro día, a la escuela.
La tienda es un modo de subsistencia para muchas familias. Los tenderos, en la mayoría de los casos, son mujeres entre 35 y 55 años, que trabajan a doble jornada, no tienen seguridad social, no están vinculados a cajas de compensación, no reciben servicios adicionales y no tienen tiempo para nada.
“Lo que queremos es contribuir para que cada día sean unos pequeños comerciantes fortalecidos, porque son líderes en los barrios”, dijo Navarro. En la tienda se conocen las noticias cotidianas, se sabe de la salud de los vecinos, se discuten asuntos políticos, económicos y sociales; se cuecen chismes, se fomentan amoríos, se desbaratan matrimonios, se consiguen compadrazgos y hasta se fía el mercado que se pagará en la próxima quincena.
En los últimos años se ha fomentado la aparición de minimercados con características especiales, estructura bien decorada, estantes abarrotados de mercancía, lujosos exhibidores, promociones atractivas y llamativas impulsadoras de productos. Ante este embate del modernismo la tienda se resiste a ceder espacios, porque los marchantes necesitan solo una barra de chocolate, un poquito de arroz y tantico plátano para el almuerzo.
“Los minimercados no amenazan a la tienda, porque hay clientes que compran el día a día. En un punto satélite de cadena no se consigue el menudeo”, es el análisis de la directora ejecutiva de Fenalco. Los tenderos conocen a los vecinos, todos los días los saludan, saben quién estuvo enfermo en casa. Hay cercanía y comunicación. “A pesar de todo lo que han querido hacer, los grandes formatos de comercio no han podido llegar a ese nivel de detalle”.
En agosto, mes dedicado a los tenderos, la Federación de Comerciantes quiere honrar la presencia de ese canal importante para la comercialización de mercancía. Mediante una campaña especial busca sensibilizarlos para que no vendan productos de contrabando y así proteger el empleo de la ciudad.
El 30, se celebrará el Día del Tendero, con un programa especial en el parque Cúcuta 300 años. Este año, los niños están como invitados especiales y tendrán diversión. El grupo de títeres Manotas hará una puesta en escena, habrá rifas de electrodomésticos útiles en la tienda, espectáculos y premios.
Además, podrán tener contacto con las empresas con las que trabajan y de las que son proveedores. Fenalco quiere constituir el puente entre los tenderos y los productores regionales. La intención es focalizar 8000 de los 12.000 tenderos que hay en el Área Metropolitana, y de esos, 6000 serán invitados a la celebración.
“La tienda es más de barrios, porque todos necesitamos una tienda cercana. A todos nos salva un tendero, porque en cualquier momento necesitamos un producto y ellos están ahí”, dijo Gladys Navarro.
Detrás de don Carlos están los estantes con la mercancía ordenada a su manera. Si le piden panela, voltea la espalda y sabe con seguridad dónde está. Las bolsas de los condimentos cuelgan en el lugar exacto, a un lado el café, el arroz, los diablitos, las sardinas, el papel higiénico y todo lo demás. Sobre el mostrador el plátano disputa espacio con el repollo, la yuca y el apio.
Lo que si no está a la vista es el cuaderno en el que están apuntados los deudores. Don Carlos les tiene una página, o varias para cada marchante, y sin demora los encuentra para apuntarle el nuevo pedido. Esta es una tienda. En cambio, las registradoras de los minimercados no dan esa opción de pida hoy y pague con el sueldo dentro de 15 o 30 días.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
Foto: www.contraluzcucuta.co