CÚCUTA.- El final de la película, rodada durante 96 minutos en el General Santander, tuvo el final feliz que los hinchas motilones aguardaban. El bombero capturó al diablo, lo ató y lo devolvió a las calderas en la Sultana del Valle. El público sonrió con esta ocurrencia y regresó a casa alegre para continuar la fiesta del Día de la Madre.
La programación oficial de la Dimayor indicó que el partido Cúcuta Deportivo y América de Cali, dos históricos del fútbol profesional colombiano, hoy inquilinos de la Segunda División, debía disputarse en domingo y a las 8:00 de la noche. Las voces de protesta se elevaron para reclamar justicia con las mamás de Norte de Santander, porque no sería posible asistir al estadio y organizar el agasajo.
Los varones del balompié mantuvieron la decisión, no dieron pie atrás y el juego se disputó como lo programaron en Bogotá, donde 15 atrás habían celebrado con las progenitoras. Solo quedaba repartir el tiempo, aligerar el asado, entregar rápido los regalos, no consumir tanta cerveza y aplazar el baile para las 10:00 de la noche.
Y así fue. La noche fresca prestó algunas horas para que los aficionados colmaran los graderíos, sacaran los trapos al sereno y alistaran garganta, así sea para entonar los mismos estribillos de años atrás (quizás es hora de renovar cánticos). Sin el lleno total de las tribunas, hubo ambiente futbolero y se sintió la pasión de la que alguien dio por llamar la mejor afición del país.
La presencia de los visitantes, a veces necesaria, en ocasiones perturbadora para la tranquilidad local, dio otro colorido. El Barón Rojo y sus descendientes llegó para animar a los escarlatas en pos de la victoria. No pudieron celebrar, porque al frente estaban los motilones aferrados a la idea de recobrar la imagen de ese fortín rojinegro de antaño.
Al sur, disciplinados y conscientes de que el amor por la camiseta no puede perturbar la vida familiar, los indios congregados en la Banda saltaban, gritaban, cantaban y soñaban con el triunfo, que a la postre se les dio. Entonces, la noche se hizo eterna y el leve rocío de la llovizna que asomó en la Diagonal Santander y los alrededores los animó a volver al lado de la verdadera dueña de la fiesta de ese domingo.
El decorado de Sur y Oriental mejoró con las pancartas desplegadas para anunciar que las barras han existido, solo que están adormecidas (o enCADENAdas) a la espera de la llegada del augusto aquel “que infunde o merece gran respeto y veneración por su majestad y excelencia”, y no del que está al frente de la institución con actuación de “payaso de circo que, con carácter bromista y ropa extravagante, forma pareja con el clown” (DLE).
Los seguidores del cuadro fronterizo han entendido que en el General Santander requieren de su presencia y poco a poco comienzan a llegar, como haciéndole ‘coquitos’ al equipo, asomándose de a poquito. De nuevo se leen nombres sugestivos nuevos y se muestran los tradicionales y fieles.
Ser quintos en la general, a pesar del comienzo desastroso y de ocupar los últimos lugares, da alientos para volver a fútbol y recobrar la tradición. De 16 partidos que disputó ganó 7, empató 3 y perdió 6, para 24 puntos. Convirtió 21 goles y le marcaron 17. Esos son los números que respaldan la campaña del once de Miguel Prince.
Ahora, los aficionados, sin que el presidente del club lo note, han cambiado de semblante. Del rostro con expresión severa han pasado a la cara amable y sonriente. Los comentarios han cambiado de tono y de color. Del rojo encendido han bajado al verde esperanza. Los gritos en las tribunas han cambiado de significado. De los hachepetazos por las actuaciones irregulares, han pasado al sonoro canto del ‘ole, ole, ole’.
Es cierto, no están todos los que deberían estar, pero los que no han llegado comienzan a pensarlo y, seguro, en el segundo semestre estarán de nuevo con la camiseta rojinegra, sin importar el modelo y el estilo, o si es original o hecha en cualquiera de las modisterías cucuteñas.
James Castro, a los 41 minutos del primer tiempo y a los 35 del segundo, se encargó de darle la victoria al Cúcuta Deportivo. Alegría en las tribunas y tres puntos para la clasificación general. En el América alineó Ernesto Farías, ‘El Tecla’, el jugador más caro de la división, aunque no se le notó el sueldo que recibe por defender la roja escarlata.
El bombero mantuvo en la línea al diablo en el trayecto del encuentro. Lo dejó libre, aunque le tenía marcación de casco a máscara. El motilón, seguro, imploró la ayuda divina para vencer de nuevo a este adversario de quilates. El americano, quizás, creyó que con el aroma a azufre se saldría con la suya. La película termina en que ‘Hunter’ doblega a Lucifer. Eso para que aprenda a ser creyente.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
Foto: www.contraluzcucuta.co