CÚCUTA.- Es un hecho, el vallenato dejó de ser popular para convertirse en patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. El reconocimiento lo otorgó la Unesco, en noviembre. Para las regiones del Caribe y el Atlántico representa rescatar parte de la riqueza ancestral.
Entre acento santandereano y costeño, llegó a tierras fronterizas, aquellas que prometían un éxito rotundo en la comercialización de artículos colombianos para los latientes clientes venezolanos que se beneficiaban de la devaluación del peso y tomaban posesión del comercio cucuteño.
Laureano Ojeda quiso darle una perspectiva diferente a este tradicional comercio y tomó la partida al inaugurar un lugar característico para los amantes de la música de la Costa Norte de Colombia, el vallenato. El principal objetivo fue integrar el sonido armónico del acordeón, la guacharaca y la caja para entretener a locales y visitantes de El Malecón. Así nació el punto de encuentro para los amantes de este ritmo folclórico, ‘Sabor vallenato’.
La tradición cuenta que este género surgió de la fusión de expresiones culturales de aquellas canciones de vaqueros en el Magdalena Grande, el canto de esclavos africanos y danzas tradicionales de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta. El origen del nombre resulta de campesinos viajeros en mulas a los que les preguntaban de qué tierras eran y la respuesta era “soy nato del Valle”. De ahí surgió “soy del Valle nato”.
Colombia se ha caracterizado por adoptar hibridaciones culturales en tradiciones y costumbres. Norte de Santander no se queda atrás. Por más de 33 años ‘El sabor vallenato’ ha abierto las puertas a fanáticos, artistas, compositores y empíricos amantes del género. Por ahí han pasado Jorge Oñate y Los hermanos Zuleta.
También, ha sido espacio para el surgimiento de talentos, entre los que destaca ‘Kaleth’, nombre artístico de Carlos López, quien ha dedicado 13 de los 37 años a interpretar a su artista de inspiración Kaleth Morales, y quien le ha dado un estilo particular para ser aclamado por la clientela. “Cuando quieren escuchar canciones inspiradoras de Kaleth me llaman, porque saben que soy su sucesor. Mi talento es cantar”.
A partir de las 5:00 de la tarde, los tres compañeros de Carlos López, Eddy en la guacharaca, Fredy en el acordeón y Emiro en la caja, llegan al lugar, junto a nueve grupos para cantar, divertirse y compartir entre amigos, mientras “frentean” sobre la avenida Los Libertadores. En su lenguaje, ‘frentear’ significa tocar el acordeón minutos para llamar la atención de los conductores que frecuentan El Malecón y así lograr contratos para parrandas vallenatas que desembocan a la celebración de cumpleaños y eventos especiales.
No han grabado producciones discográficas, ni han sido nominados a ningún premio. Quizás el país no conozca su talento, pero entre los nortesantandereanos son famosos y saben que todos los días, en especial los fines de semana, los encontrarán allí.
Este lugar de Cúcuta reúne a jóvenes y adultos de cualquier posición social en las noches cálidas, con fuertes vientos, caracterizado por la abundante vegetación, que hace ameno el disfrute del sonar de los instrumentos.
Carlos López, ‘Kaleth’, cuenta con orgullo que su vida es tranquila. La jornada laboral culmina a las 3:00 de la mañana. Al terminar el trabajo disfruta compartir con los cuatro hijos y la esposa. “Cobramos la hora a $ 150.000, y si lo quieren con bajo $ 250.000. Soy el que llevo el sustento a mi casa, vivimos solo de esto y vivimos bien”.
Para muchos esta labor ha perdido reconocimiento, porque se ha convertido en sinónimo de parranda, ron y mujeres, que ofrece espectáculo solo para llamar la atención, hacerse notar, tener seguidores en vez de preocuparse por entonar y vocalizar. No obstante, son más los que desarrollan este ejercicio porque los apasiona y porque tiene una historia que representa continuidad cultural que están dispuestos a trasmitirla de generación en generación.
Ladis Peñaranda, ‘El Tana’, decidió apostarle al ejercicio del canto vallenato inducido por un primo que hace 12 años llegó a Cúcuta y le enseñó el arte de interpretar los sentimientos mediante este género. “El momento llega. No es cuando uno quiere, es cuando Dios quiere, porque me metí hace 12 años, de avanzada edad. Hubiera querido antes, pero no llegó el momento. Me decidí y creo que era el momento”. Mientras habla moja la boca con una cerveza que su compañero de trabajo Julio le brinda para calentar la noche.
Al entrar en acción con el público el límite no son las nueve canciones que componen la hora, porque en muchas ocasiones el cliente decide duplicar el pago de la parranda con el fin seguir entreteniéndose en medio de la celebración. En el repertorio de las parrandas vallenatas no pueden faltar las canciones del ‘Papá de los pollitos’, Diomedes Díaz.
La fecha más buscada para los servicios de los vallenatos es el Día de las Madres, porque representa alegría, vida y amor. El vallenato reúne esas características.
Todo género tiene fanáticos que se convierten en clientes. Estas agrupaciones tienen sus canciones, pero siempre les solicitan los temas populares del artista del momento. Karen Díaz, asiduo visitante del ‘Sabor vallenato’, habló del comportamiento de los cantantes en las presentaciones. “La actitud es con todo el sabor. Se nota que en realidad cantan vallenato y lo hacen sentir cuando empiezan el toque”.
Norte de Santander, como zona de frontera, es transitado por gente de diversas regiones del país y aquí han encontrado lugares característicos que los hacen recordar sus raíces. Carmen Pino, oriunda de Valledupar y radicada en Cúcuta hace 3 años, afirmó que “para mí el vallenato es todo, me hace recordar mi tierra, mi gente. Es algo que me llena de sentimiento y alegría”.
Pese a las dificultades económicas que afronta la ciudad, las parrandas vallenatas nunca dejarán de entretener, alegrar y divertir a los cucuteños. Por esta razón los intérpretes de este aire se han convertido en parte de la historia cultural de la ciudad y prometen mantener vigente la tradición para que las generaciones futuras lo conozcan y lo disfruten, así sea inmaterial.
ROMAIRE ROJAS y TANIA BERMÚDEZ
Estudiantes de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario
Foto: larepublica.ec