El director del Dane, Juan Daniel Oviedo, informó que en Cúcuta se perdieron 40.000 puestos de trabajo en promedio durante el año pasado y al finalizar el segundo semestre de 2020 llegaría con 126.000 desempleados. Una estadística anterior daba cuenta de que el 30 por ciento de la población cucuteña pasa con dos comidas diarias, lo cual indica que esta población sufre de hambre, obviamente unas familias más que otras. Añádale la población migrante que tampoco tiene una atención digna.
Tras cada persona desempleada hay una familia desesperada, cosa que debería al menos conmovernos, si no tenemos la capacidad de indignarnos. Hambre y violencia están configurando una grave crisis humanitaria que no se está tocando. Si llegara a venir una nueva ola de Covid 19, como está ocurriendo en Alemania, sería un verdadero caos. Estamos ante la realidad de sálvese quien pueda. El Estado no asume la responsabilidad de al menos mitigar el sufrimiento en decenas de miles de hogares.
Me asombra que la dirigencia política que en las campañas electorales pide el favor popular no se ocupe de esta tragedia humanitaria para buscar salidas como la renta básica y propuestas para fortalecer el sector productivo, generar empleo y resolver el acelerado problema de violencia que afecta a la comunidad del área metropolitana.
Cómo aliviaría la renta básica a las personas desempleadas, que según el diario La Opinión, “los 40.000 puestos destruidos equivalen al 73,2 % de la población de Pamplona (54.647) y los 126.000 desocupados que se reportaron entre abril y junio de 2020 superan a la población de Villa del Rosario (112.798)”. Obviamente, la renta básica beneficiaría a muchas más familias.
El gobierno nacional y el Congreso de la República deben analizar la realidad del Área Metropolitana de Cúcuta. Hay que buscar alternativas que ayuden a mitigar el problema del hambre y la pobreza. La apertura de la frontera sería una opción inmediata que ayudaría a recuperar miles de empleos mientras se buscan opciones de mayor impacto que fortalezcan los sistemas productivo y comercial, que aumenten la capacidad de generar empleo formal y bien remunerado en esta zona fronteriza.
Llamo al sector empresarial, a la academia, a las organizaciones sociales y comunales, a las comunidades rurales, a las iglesias, a las autoridades territoriales de ambos lados de la frontera a generar escenarios de diálogo para buscar el despeje del bloqueo fronterizo y a buscar alternativas de beneficio común. Se trata de ética política, de solidaridad, de hermandad, del bien común de nuestros pueblos y de generar oportunidades de fortalecimiento a la comunidad en general de ambos lados de la frontera. A lo largo de nuestra historia, en tiempos de infortunio, nuestros pueblos han sido tan sabios como solidarios para vencer la adversidad. Y aquí la victoria es de los dos pueblos, de las gentes afectadas por la pobreza, de la sensatez de los gobiernos, de los gremios de la economía y de las posibilidades de desarrollo regional.
RUBÉN ZAMORA