CÚCUTA.- La Asociación Misionera Católica Ana Francisca (Amcaf), hogar de refugio para niños con dificultades familiares y en riesgo de vivir en la calle, cumple 11 años. Fue fundada el 26 de marzo de 2001 y el nombre es el reconocimiento a la memoria de la mamá del padre José del Carmen Chaustre, fallecida en esa fecha.
El sacerdote y un grupo de inquietos hombres y mujeres en su labor religiosa reconocieron la necesidad de refugiar a los pequeños asolados por la vida. Crearon el proyecto que hoy, después de una década ha marcado historias de cientos de personitas socorridas por esta causa.
Cada lunes, a las 5:00 de la mañana, Carlos Ramírez Medina, de 10 años, toma la maleta y se dispone para esperar el bus que lo llevará desde Villa del Rosario hasta San Faustino, donde está el hogar. El recorrido dura una hora desde Cúcuta.
Allí, junto con otros 51 niños, que en la mayoría tienen la misma rutina, pero con diferente ruta, se encuentran después de haber pasado el fin de semana con los familiares.
Carlos lleva tres años en el hogar. A la 6:00 de la tarde, después del día de clase y como de costumbre, antes de cenar inicia las oraciones con los compañeros. En medio de la plegaria un recuerdo interrumpe el momento. Su mamá murió hace 6 años. Las lágrimas que no son invitadas rosan las mejillas, eleva la misma pregunta que desde hace años sigue sin respuesta. “¿Por qué te la llevaste?”.
Una voz le susurra para alentarlo. “Dios se la quiso llevar”. Después, no es una sola voz la que le habla sino dos y tres. Son los compañeros que, también marcados por la vida, tratan de alentarlo.
Estos niños cuentan con la orientación sicológica de Carolina Rojas Bohórquez. Desde siempre le ha gustado el servicio a la comunidad. Llegó al hogar en el segundo año de fundado. Lo hizo como voluntaria y para apoyar la obra.
Dos años más tarde, decidió estudiar sicología y dejó una promesa que la ató hasta hoy. “Si algún día puedo, vuelvo”. Luego de largos años de carrera universitaria regresó para hacer las prácticas profesionales y para quedarse. “Vivir y meterme en la historia de cada niño me motivaron a regresar”.
Amcaf cuenta con un equipo de trabajo con vocación y amor por los niños. La búsqueda inmediata que pretende alcanzar este entregado grupo es llevar a los niños un cambio, formarlos en valores y hacerlos capaces de generar proyectos de vida con ideales positivos.
Para completar este propósito, se ven enfrentados a la ignorancia. Porque no tienen apoyo local. La ayuda es internacional y de tierras lejanas llegan ofrendas y donaciones para cubrir las necesidades.
“No es suficiente la ayuda. Es necesario el apoyo local, pero las puertas han sido cerradas. Desde la pobreza ayudamos a los demás”, expresó la hermana Luz Carreño Fuentes, directora de la Asociación.
Vivir con precariedad, es refundar día a día. No será posible llenar todos los vacíos de cada niño con la ignorancia de quien en sus manos poseen la manera de unirse a luchar hombro a hombro.
LAURA SERRANO
Estudiante de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario