Inicio / CONVERSACIONES DE ENTRE CASA / CONVERSACIONES DE ENTRE CASA. ¿Medicina o Ejército? No, comunicadora social: Leidy Martínez
Cuando menos me imaginé salí trasladada para la Brigada 30 (Cúcuta). Que es en esta Unidad donde estoy. ¡Dios mío, mi casa! Buenísimo. Cumplí dos años. Seguro en diciembre me sacarán de acá. / Fotos: contraluzcucuta

CONVERSACIONES DE ENTRE CASA. ¿Medicina o Ejército? No, comunicadora social: Leidy Martínez

CÚCUTA.- Cuando el gusto por algo es fuerte, nada de lo que se atraviese por el camino podrá sacarlo del camino. Ni los exámenes exigentes, ni las barreras familiares, ni las pruebas físicas asfixiantes, ni la distancia, ni los grados superiores. Se nace y se lucha por ese deseo hasta conseguirlo, sin importar los tropiezos y las caídas.

Las dos opciones de vida para la joven cucuteña eran la medicina y la milicia. La madre es enfermera y el padre llegó al rango de sargento en el Ejército. A la hora de comenzar estudios universitarios se decidió por la Comunicación social, no sin antes pensar en que podría ser fisioterapeuta

Recién graduada de bachiller buscó ingresar al Ejército. Resultado, rechazada. Luego, con más años y experiencias acumuladas lo intentó de nuevo. Segunda vez que la devolvieron. Otra tentativa, aunque con los ánimos por el suelo. Tercera presencia en predios militares. ¡Sorpresa! La llamaron para que cumpliera con los requisitos y a ponerse el uniforme.

El documento de identidad reza que se llama Leidy Julieth. En casa le tienen el apodo de Negra. Ahora, es la teniente Martínez. Pocos le dicen Leidy, la mayoría la conoce como Julieth. No se tienen datos acerca de cómo le dicen el esposo y el hijo.

  • Me gustaba ser militar desde antes. Me presenté para el primer curso de armas. O sea, de las que están disponibles para ir al campo de combate. Esas señoras están a punto de ascender a mayores.

En la casa siempre hubo empatía con la vida miliar. El padre es sargento retirado, de los cursos antiguos, y se retiró. Le queda la disciplina aprendida en la institución. El hermano se incorporó como suboficial de armas de ingeniero. Estuvo 8 años. Esos ejemplos la motivaban. Para complementar, un tío es pensionado de la Fuerza Aérea.

La madre estudiaba para ser auxiliar de enfermería y por no tener con quién dejar a la niña, la llevaba a clase y de ahí le tomó apreció a esa profesión. Idea que no le gustaba a la mamá, porque le auguraba que se quedaría “limpiando culos” y ganándose el sueldo mínimo.

En obediencia a las sugerencias maternas se presentó a la Universidad Nacional para medicina. No pasó. Por recomendación paterna hizo el examen en la Universidad de Pamplona. Tampoco pasó. Tenía 16 años.

  • Mis papás tomaron la decisión correcta. No sé qué hubiera pasado. Predecir el futuro no es fácil, no sabe uno qué pudo haber ocurrido.

Esas talanqueras la impulsaron al mercado laboral. Aprendió a trabajar con bluyines y ganó lo suficiente para comprarse el primer computador.

En el afán por ser profesional llegó a la comunicación social sin darse cuenta y desconocía en qué se había metido. En el aula le tomó el pulso a la carrera y se amañó. Tuvo el primer contacto con la radio, sin paga, solo por aprender.

Le vieron la cara bonita y le ofrecieron trabajo en una agencia de viajes. Volvió a la radio, hizo castin en televisión y por falta de experiencia la rechazaron. Le recomendaron probar en una empresa de telefonía móvil y llegó a ser asesora en atención y fidelización, en Bucaramanga. Ahí quemó el ciclo en la compañía.

  • Me volví a presentar al Ejército. No pasé. Me dije esto no es para mí. Estoy perdiendo plata. Decía, eso es pura palanca. Y me dije, no más. Lo mío no es esto.

Desilusionada por no cumplir el sueño de vestir el uniforme camuflado regresó a Cúcuta. Una prima la convenció de viajar a Panamá. No le fue bien, porque se enfermó y tuvo que volver de urgencia. Entre médicos y medicinas le detectaron fiebre tifoidea.

De repente apareció el ángel del trabajo. Inesperadamente, la llamaron de la secretaría de Salud del Municipio, donde había una vacante para periodista. Empezó a laborar. La historia va en el 2016. En febrero de 2017, el Ejército llamó a los profesionales para que se incorporaran. Esta vez no se entusiasmó. Un amigo la animó y le pagó la inscripción.

  • En el Ejército, cuando alguien se ha presentado y quiere presentarse de nuevo, debe preguntar si puede hacerlo. Había perdido la esperanza, porque creía que no iba a pasar.

Consultó en casa. El padre es sensato, prudente y no es acelerado. La madre es más emocional. Dejó transcurrir el tiempo, no llamó, estaba desencantada. De pronto, llamada del capitán para avisarle que podía presentarse. Era viernes. El lunes debía estar en Bucaramanga para los exámenes médicos, sicológicos, de conocimientos, de capacidad profesional, de habilidades y destrezas, prueba física, natación, estudio de seguridad, visita domiciliaria y entrevista con un oficial superior.

Viajó a Bogotá a completar las pruebas. Los ejercicios los controlaban soldados adscritos a Fecodemil. Uno le dio la clave para ganar: ‘así sienta que se va a morir no pare’. El oficial superior, en la entrevista, la destruyó en tres segundos.

  • Llamé a mi papá hecha un mar de lágrimas. ‘Yo no pasé’. Me vine a trabajar.

Es sábado. La madre la alienta. Ese día debían salir los listados de los aceptados. A las 10:00 de la noche, se metió al sistema y vio su código. Había alcanzado el sueño. Era miembro del Ejército de Colombia.

El 7 de julio de 2017, se incorporó a la institución. Hizo el curso avanzado en combate y el curso de paracaidismo. De inmediato le llegó el traslado para la Fuerza de Tarea Conjunto Omega de La Macarena (Meta). Cambiaron la sede y debió viajar a Larandia (Caquetá). De ahí, salió para la Dirección de Comunicaciones Estratégicas (Bogotá).

Nunca pensó que volvería pronto a Cúcuta. Pero llegó el día no esperado.

  • Cuando menos me imaginé salí trasladada para la Brigada 30 (Cúcuta). Que es en esta Unidad donde estoy. ¡Dios mío, mi casa! Buenísimo. Cumplí dos años. Seguro en diciembre me sacarán de acá.

En la Unidad conoció al que hoy es el esposo y nació Emmanuel. Tiene ocho meses.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

Podría Interesarle

OBSTRUCCIÓN DE LA VÍA. Fenalco reporta pérdidas económicas en todos los sectores

CÚCUTA.- Un sondeo cualitativo efectuado por el gremio con afiliados de supermercados, comercializadores de productos …

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.