– Nací, me crié, trabajo y vivo en Gramalote – dijo Carlos Humberto Yáñez, y comenzó el relato de la vida que llevó antes de la catástrofe que acabó con el municipio de Norte de Santander, el 17 de diciembre de 2010.
Cursó la primaria en el Instituto Agropecuario del pueblo. En Ocaña hizo el bachillerato básico. La Normal la terminó en el Instituto Superior de Educación Rural (Iser), de Pamplona.
Recibió el título de licenciado en bioquímica en la Universidad Libre de Cúcuta. Se especializó en educación ambiental. Desde entonces le tomó cariño al estudio. Los años le dieron la razón a esa afición por el aprendizaje hasta convertirlo en docente.
En el oficio pasó más de cuatro décadas. Ahora, está jubilado por el Ministerio de Educación. El trabajo como educador lo desempeñó en Gramalote, desde octubre de 1969.
Estos pergaminos no se los respetó la naturaleza. Hoy, forma parte de los millares de damnificados. Perdió varias viviendas en el caso urbano. Por fortuna tiene la pensión oficial para subsistir.
El dolor lo embarga al comentar acerca de los paisanos que quedaron en la calle, afrontan problemas de miseria y pasan dificultades para mantenerse.
Al analizar los factores del desastre, Carlos Yáñez se atiene a los diagnósticos de los técnicos que evaluaron la falla geológica. Achaca los derrumbes a los movimientos telúricos que llevaron a las casas al colapso.
Hizo un repaso mental de los daños. Comenzó por recordar lo ocurrido en el cementerio, el hundimiento del parque, la caída de las viviendas, el derrumbe de potreros y la presión interna que sufrió el municipio. Hay unas 15 o 20 casas declaradas en alto riesgo.
– De las veredas más afectadas están Jácome y Boyacá. Todos mis paisanos están pasan trabajos, con excepción del 10 0 20 por ciento que tienen otra forma de vivir. No es que estemos sobrados de dinero, somos damnificados.
El reclamo que tiene para alzar la voz es que hasta el momento, 14 meses después de la tragedia, no se ha comprado el lote para poner la primera piedra del Nuevo Gramalote. A finales del 2011, se anunció que el caso urbano se levantaría en la finca Pomarroso, de la vereda Valderrama.
Los estudios elaborados, según Carlos Humberto, son científicos, técnicos y en el veredicto final señalaron que el nuevo municipio sería sostenible y autosuficiente.
El notario del pueblo Hugo Alberto Mora Yepes le ha comentado que para adquirir el terreno deben analizarse varias escrituras, porque corresponden a sucesiones que nunca se han levantado. Los dueños son las nuevas generaciones. Las escrituras no se han diligenciado escrituras por la compra del lote.
Los perjudicados por la naturaleza, que pueden sumar 1200 familias, reciben, cada tres meses, $700.000 para pagar el arriendo de una casa para vivir. Están dispersos, unos viven en Lourdes, Santiago, Cornejo, San Cayetano, Cúcuta y otras partes del país.
– Yo vivo en una pequeña finca, una casa o un rancho, como lo quieran llamar, cerca al Instituto Técnico Agropecuario. La finca es de mi propiedad. Espero vivir el resto de vida que mi Dios me permita, allá en Gramalote.
La confianza está puesta en Dios para que se construya el nuevo pueblo. Repitió las palabras de algunos de sus paisanos ‘se han unos pocos de millones de pesos y el avance y el bienestar de la población del caso urbano no lo hemos visto’.
Lo único que es cierto en esta situación que los afecta es la construcción de los albergues por parte de la Curia y al Cruz Roja, antes de llegar a la localidad, a la vera de la carretera, en las fincas La Palestina y Campo Alegre.
PEDRO INFANTE
Noticias y Deportes