CÚCUTA.- En 2000 hogares comunitarios, 47.000 usuarios de diversos barrios cucuteños dejan, a diario, al cuidado los hijos para trasladarse al lugar de trabajo. Según la Cámara de Comercio de Cúcuta, el 91 por ciento de los vendedores informales son sedentarios y el 9 por ciento rota por las calles. La informalidad puede generar estabilidad y se vuelve una cultura con beneficio económico.
Son las 6:00 de la mañana. Mercedes Calderón despierta preocupada porque no sabe dónde dejará a sus hijos. No piensa más y decide llevarlos al puesto de trabajo. No tiene quién los atienda en casa. Cerca hay un hogar comunitario, pero si paga la mensualidad no le alcanzaría para los gastos básicos. El sitio de trabajo es la calle 9 con avenida 6. Ahí se desempeña como vendedora informal de controles para televisor, memorias, pilas, antenas, sombrillas y otros productos.
A paso lento se dirige a la esquina. Va pensativa sobre lo que le espera en ese día y guarda la esperanza que el cobrador de la deuda que asumió tiempo atrás no pase por la cuota y, por lo menos por hoy, se le olvide. De esa manera alcanzará a reunir lo de la comida y si acaso le sobra para que los niños tomen el refrigerio en el descanso del colegio.
El 64 % de los comerciantes ambulantes no está interesado en buscar nuevas alternativas laborales, mientras que el 36 % sí considera viable esa posibilidad. El 72 % es considerado como potenciales beneficiarios del Sisben, y el 18 % a un seguro social. Para mejorar las oportunidades de trabajo tienen acceso al crédito y el 56 % tiene capacidad de pago.
Rocío Valencia Tascón es la presidenta de la Asociación de Vendedores Informales de Cúcuta (Asovicuc). Hace cuatro años ostenta esa dignidad y la comparte con un cargo ejecutivo en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), seccional Norte de Santander. La Alcaldía, luego de reuniones y conversaciones para llegar a un arreglo acerca de la ocupación del espacio público, estableció la reubicación y no tuvo en cuenta el consentimiento de los vendedores.
La vocera gremial denunció que en la Alcaldía se han negado a tener un diálogo con los informales. Afirmó que se niegan a aceptar las propuestas oficiales, porque el lugar no es visitado por los cucuteños para adquirir las mercancías que ofrecen. Ninguna oficina municipal tiene datos del sindicato y de sus miembros.
Pasan las horas y el corazón de Mercedes se estremece cada vez que observa en la esquina hombres armados y tanquetas listas para desalojar a los comerciantes callejeros. Llega la tarde. El sol calienta en la ciudad y las gotas de sudor acarician el rostro de esta mujer que ha vendido poco en el día.
La Secretaria de Gobierno Municipal no tiene el censo de los vendedores ambulantes que ocupan el espacio público en el centro de la capital de Norte de Santander. A cambio, se recomendó acudir a la Cámara de Comercio, porque probablemente tendría respuestas debido a que en octubre del 2014 adelantaron una amplia investigación sobre el particular. Mercedes Valencia manifestó con indignación que a ninguno de los miembros del sindicato se le preguntó o se le encuestó sobre la situación de la informalidad. Y que cuando solicitaron la ficha técnica de la encuesta, la negaron. Ante esa actitud, calificó el ejercicio de empadronamiento como “falso”.
Los hijos de Mercedes no han probado un bocado de comida desde que salieron de casa, en la mañana. Para conseguirles un cupo en los hogares comunitarios y no exponerlos a los vaivenes de la calle, las madres deben cumplir una serie de requisitos. Primero, pertenecer a la Red Unidos o ser víctimas de desplazamiento; luego, estar clasificados en el Sisben en los estratos 1 y 2, y, por último, demostrar que son de escasos recursos.
Desde el sindicato han hecho múltiples peticiones y propuestas para garantizar la educación de los hijos. Han solicitado dotación de bibliotecas y designación de pedagogos que los guíen en el aprendizaje. Han solicitado que les permitan tener una recreación sana para que se ocupen en las tareas y en el desarrollo de las habilidades mientras los padres trabajan. Por estos servicios están dispuestos a asumir los gastos en módicas cuotas y así no tener que llevarlos al puesto de trabajo. Hasta ahora, no han escuchado respuestas.
Hora de volver a casa. Mientras recorre el camino Mercedes Valencia piensa en qué hará de cena. Otra idea que da vueltas en la cabeza, y a la que le teme, es que sus hijos se conviertan en vendedores ambulantes. Es de noche. La mujer cuenta las ganancias por las ventas en la jornada de 12 horas y se da cuenta de que le alcanzarán para lo mismo de todos los días. “Ni un peso más, ni un peso menos”.
ANA MARÍA FERNÁNDEZ – DAVID ZÁRATE y OSCAR GAVIRIA
Estudiantes de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario
Foto: somoslarevista.com