1.- El ambiente socioeconómico y político, tanto de Colombia como de Venezuela, experimenta convulsas expresiones, así como reiteradas demostraciones de desestabilidad y agite, ante los hechos que por situaciones que se denuncian – pero no se atienden, ni resuelven – convulsionan y maltratan el discurrir nacional de cada una. Y esto, que es delicado y de múltiples implicaciones en lo institucional, exige una consideración y análisis en los rangos y los niveles de decisión, porque una omisión mayor y un proseguir del desinterés por lo sustancial y básico puede acarrear la descomposición de proyecciones graves, por la multiplicidad de los efectos en la compleja estructura del Estado y las repercusiones en los factores que dan vigencia a las respectivas repúblicas.
Lo captamos y observamos en sus detalles desde la frontera, porque recibiendo los influjos no solo de lo nuestro, o sea de Colombia, también recibimos las consecuencias de lo que se elabora, proyecta y cuece desde Venezuela, así las diferenciaciones de las características, cuando se enfoca un determinado caso, difieran y distintos – en su currículo y visión de perspectivas- sean los nombres de los actores.
2.- Si desde la frontera – que para uno y para otro – constituye una faja territorial distante y relegada, porque en verdad las determinaciones que sobre ella se asumen son mínimas, cuando se adoptan y – sin mayor seguimiento – cuando se anuncian o definen, resulta fácil constatar que tanto el espíritu como la noción de unidad que debiera prevalecer para continuar otorgándoles vigencia a los deseos y anhelos de nuestros libertadores, se debilite y fraccione hasta llegar al extremo que a nivel informativo y de titularidad emocional en lo político – especialmente en el lado venezolano – se haga permanente mención a la ‘pugnacidad’ entre Bolívar y Santander o de nuestro máximo exponente, con la figura histórica del caraqueño Libertador, olvidándose que fue el propio Bolívar quien calificó la situación que en su momento existió, diciendo que “el no habernos compuesto con Santander, nos ha perjudicado a todos”.
3.- Llegar a considerar que entre Colombia y Venezuela – o Caracas y Bogotá –no hay factores de gran importancia en común y que son más trascendentes que las diferencias que provienen de la situación petrolera y del valor de la gasolina o de los abastecimientos en productos de primera necesidad y urgentes demandas de alimentos, es –ciertamente – analizar unas causas de primer rango, pero no penetrar en todo el proceso que involucra a dos naciones hermanas y que paulatinamente conducen –quiéranlo o no – a validar la importancia de ciudadanos terráqueos y la favorabilidad de un obrar común, al que llegaremos incuestionablemente cuando se entienda que como habitantes de un planeta lo fundamental y básico radica en una coexistencia pacífica y en un trato y manejo de circunstancias, en donde predominen los deberes y los derechos humanos para todos y sin discriminaciones o excepciones de naturaleza inaceptable.
Sí, estas fajas territoriales fronterizas – aunque muchos aún no lo intuyan, ni acepten – constituirán – poco a poco – los nudos de amarre y articulación entre países, porque por necesidad y prioridades elementales predominará la unión, unión, unión que avizoró Bolívar y cuya fuerza y vigor, lentamente, avanza ante el irrumpir y la evolución de la humanidad, que a veces no se da cuenta de los actos y del proceso educativo que debe lograrse paso a paso, como lo proclamaba Santander, que también fue un gran visionario – cuyo momento y misión no fueron entendidos, ni comprendidos – en el comienzo del proceso.
JOSÉ NEIRA REY
Foto: cucuta-nortedesantander.gov.co
 Contraluz.CO Sólo Periodismo
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