1.- A pocos minutos de la partida a Caracas, y preocupado por las relaciones colombo-venezolanas, tuve oportunidad de intercambiar algunas palabras con el embajador de Venezuela en Bogotá, Iván Rincón Urdaneta, compartiendo con sinceridad y plena convicción que para el impulso y el desarrollo de las relaciones amistosas e históricas entre las dos naciones necesitamos que a nivel de los centros de poder y con una mentalidad y voluntad política que se proyecte sobre el futuro y validando todo lo que existe entre las dos naciones se les otorguen piso, estímulos, incentivos y mecanismos operativos a las zonas geográficas que hoy determinan las áreas fronterizas, ubicadas en posiciones geográficas de importante referencia para lo nacional e internacional que se defina, en las proyecciones, hacia la innovación, modernización y aprovechamiento de productos, servicios y ventajas comparativas en los procesos de industrialización, comercialización y creación de empleos, que pueden concretarse en diversos niveles y en campos y actividades de especial importancia, mediante la implementación de parques industriales y tecnológicos, zonas francas especializadas y áreas aduaneras con regulaciones para el establecimiento de maquiladoras, para canalizar e impulsar proyectos, planes e iniciativas de gran presencia e importancia.
Sí, experimentamos y vivimos una mutua referencia y motivación sobre la propuesta que, en nombre de todos, por intermedio de las cancillerías se hizo llegar a los dos gobiernos a finales de 2014, contando con el concurso y la colaboración de César Vallejo Mejía, Sergio Entrena López, Pedro Sayago Rojas y Alfonso María Padilla, e invocando ante los legítimos voceros de Colombia y de Venezuela que a las fronteras les urge una pronta, eficaz, activa y dinámica asistencia, para sortear con éxito y proyección internacional, ese reto de enormes perspectivas, como es el penetrar e introducirnos en el concierto mundial de las legítimas prioridades y la auténtica competencia.
2.- Ese diálogo de pocas palabras, pero sí de penetración e interna localización, porque los dos hemos vivido los trances de formular pedidos y atención a las respectivas administraciones y gobiernos sin que las intenciones logren vencer los obstáculos y las esperas, que limitan y mantienen en suspenso las determinaciones y las regulaciones, que son indispensables, nos obligan a insistir, pero, siempre anhelando llegar, para que se abran las puertas del cambio y la trasformación, dándole vida y sustento a servicios básicos y de intercomunicación y complementación, acordes con los requerimientos y necesidades.
Esas evaluaciones provienen y se hacen manifiestas, porque hemos tenido en el pasado experiencias relevantes y halagadoras, como la constitución y puesta en marcha del triangulo de oro, conformado por Maracaibo, San Cristóbal y Cúcuta y por el cual se generó el ingreso del café a Colombia, pos mayores contactos con España, Alemania y otros países, con resultados admirables, pero que por falta de atención y programación en esa etapa histórica llevaron a la eliminación y no utilización de los servicios ferroviarios y al abandono y olvido “de la zona de los contactos”, San Faustino de los Ríos, que llegó a registrar hasta 18 gobernadores y a “configurar el famoso eje agro-exportador” San Faustino – Zulia – Catatumbo – Lago Maracaibo-Veracruz de México gracias, principalmente a la alta calidad de los cacaos cucuteños que al salir se los tuvo en el comercio ultramarino confundidos durante todo el tiempo como venezolanos como bien lo anota el historiador Rafael Eduardo Ángel, en el libro San Faustino de los Ríos, Gobernación, Ciudad y Puerto fluvial.
3.- Sí, Sí Colombia y Venezuela – como hermanos que son – y con una validación histórica de la mayor trascendencia y que se exalta ejemplarmente con el proceso de Independencia, el Congreso Constituyente de la Gran Colombia y un sin fin de factores que sintetizo muy bien el Libertador Simón Bolívar, cuando a raíz de los distanciamientos que surgieron con Francisco de Paula Santander, dijo “El no habernos compuesto con Santander, nos ha perjudicado a todos”, debe producir un nuevo despertar e irrumpir, para configurar y establecer, ahora sí, una formal y enaltecedora unión.
¿No es acaso, este el momento para obrar inteligentemente y hacer de los negativos distanciamientos, la oportunidad para captar las enormes perspectivas de una labor compartida, fraterna, activa y estimulante, ante el mundo?
El embajador Rincón Urdaneta, al despedirnos, prometió mantenernos informados. Y nosotros dispuestos a proseguir y mantener encendidas las luces, que permitan distinguir y precisar lo que tanto se requiere y anhela para bien de todos.
JOSÉ NEIRA REY