“Aquí todas somos venezolanas”, dijo Jennifer después de terminar la presentación en el bar Las Palmeras (*), ubicado en la zona de la Terminal de Trasportes. En el lugar trabajan más de 20 mujeres, en su mayoría procedentes de Maracaibo y Caracas. Las autoridades judiciales de Cúcuta no manejan una cifra exacta sobre el número de venezolanas que ejercen la prostitución en la ciudad.
La difícil situación fronteriza no ha afectado estos negocios. Las trabajadoras sexuales están radicadas en Cúcuta. “Tengo tres semanas de estar aquí. Venía cada dos semanas y me devolvía a mi ciudad, pero con la frontera cerrada me toca quedarme”, contó Jennifer, una rubia de 28 años, que viene de la capital del estado Zulia y madre de tres hijos.
En Venezuela esta mujer era dueña de un negocio de ropa íntima. Quebró por la crisis económica que afecta al vecino país. Después, se vio obligada a buscar nuevas salidas laborales. “Hoy, hace más dinero una acá, en este bar, que como trabajadora en cualquier empresa de Venezuela. Los venezolanos no saben ser comerciantes. A mí me enseño a ser comerciante un colombiano”.
La capital de Norte de Santander está sumida en una crisis económica y social, causada por el desempleo y los deportados que el gobierno de Nicolás Maduro envió a finales de agosto. “No estoy de acuerdo con las medidas del Gobierno. Es triste ver lo que pasó”, comentó Jennifer.
Los bares de Cúcuta han cambiado en cuanto al personal femenino. Hace 10 años, trabajaban en estos lugares mujeres de Pereira, Medellín y Barranquilla. La devaluación del bolívar obligó a los venezolanos a buscar empleos que pagaran en pesos. A pesar del cambio, los clientes se sienten a gusto con la compañía de “las mujeres más lindas del mundo”, como dijo Liu Wen, empresario de repuestos de nacionalidad china.
Administradores de bares y centros nocturnos consideran que en los negocios trabajan 300 venezolanas, sin contar las prepagos. Rafael Estupiñán, jefe de salud sexual y reproductiva de la Secretaría de Salud, afirmó que no se lleva un control sobre las trabajadoras sexuales extranjeras. Por lo menos, 800 colombianas desempeñan esta labor en la ciudad.
Las prostitutas colombianas se ven afectadas por la competencia desleal de las venezolanas. El administrador del club nocturno Las Palmeras* afirmó que las extrajeras tienen ventaja con las locales por las tarifas. “Con tres clientes que tengan en una noche, se hacen $ 180.000. Lo que en Venezuela es tres veces más que el salario mínimo”.
La Policía ha tratado de controlar la llegada de las venezolanas. A principios de año, adelantó operativos en los negocios y puso a disposición de Migración Colombia 30 mujeres que ejercían la profesión sin los respectivos permisos. “No le tengo miedo a la policía. No debo nada. Solo estoy trabajando”, indicó Jennifer.
En una ocasión la sorprendieron los agentes a la llegada a la Terminal y la querían llevar a Migración. “Me tocó darles $ 50.000 y mi número de teléfono”, dijo Verónica, de 23 años, tez morena y una bella sonrisa. Trabajaba en una casa de cambio en Caracas, al cruzar la frontera no pudo sellar el pasaporte y llegó a Cúcuta por el río. Lleva una semana en la ciudad y su sueño es regresar a la capital venezolana para terminar la carrera de administración de empresas.
A pesar de la proliferación de trabajadoras sexuales en la ciudad, Rafael Estupiñán aseguró que Cúcuta no es una ciudad propensa a las enfermedades venéreas. El porcentaje de prostitutas menores de edad ha disminuido este año.
“No he tenido problemas con ninguna chica. Creo que es porque todas venimos de Venezuela”, dijo Verónica, que lleva tres clientes por noche y se siente satisfecha a pesar de la mala fama de la labor que cumple.
El bar cierra a la 1:00 de la mañana. Algunas mujeres se dirigen al “amanecedero”, donde permanecen hasta las 5:00 de la mañana, cuando la policía llega a desalojar el lugar. Las tarifas dentro del bar son de $ 60.000 y $ 100.000 con un litro de alcohol incluido. Afuera, bajan a $ 30.000 y $ 25.000.
Muchas de estas mujeres desean establecerse en Colombia. “Busco una casa para arrendar y vivir con mis tres hijos acá. Mi sueño es volver a tener mi negocio, así tenga que hacer lo que sea para conseguirlo”, dijo Jennifer mientras se marcha del bar con Verónica. Están preparadas para seguir en el oficio más antiguo del mundo, porque les dijeron que en noviembre viene otra devaluación del bolívar.
*El nombre del bar fue modificado por petición del administrador
DANIEL VILLÁN Y ANDRÉS GALLO
Estudiantes de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario
Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co