CÚCUTA.- Un domingo cualquiera, de esos que el destino tiene predispuestos para los seres humanos, José Iglesias saludó a Germán Piffano Mendoza. El encuentro fortuito ocurrió en la Calle del Cartucho, en Bogotá. Esa noche la vida tomó un nuevo rumbo para los dos hombres, uno español e indigente; el otro, colombiano y antropólogo.
El extranjero tenía una conversación inteligente y picaresca que despertó la atención del nacional. De ahí nació esa amistad que se le prolongó en el tiempo hasta convertirse en película. Hoy, el par de amigos va por el país con la misión de promover el trabajo cinematográfico ‘Infierno o paraíso’.
José nació en Galicia. De niño la familia lo llevó a Venezuela y por el estudio y la preparación universitaria alcanzó altos cargos ejecutivos en empresas de renombre. A los 30 años vino a Colombia, es ingeniero automotor. En la búsqueda del mejoramiento económico conoció otro mundo, otra gente y otro ambiente.
– Metí cocaína, porque era un pendejo loco por la rumba, por las fiestas, por las putas y por el alcohol.
Así comenzó la caída de la personalidad de José, que cambió las amistades de los clubes por los ñeros de las calles, la comida servida en platos lujosos por los desperdicios, las camas con cómodos colchones por los sardineles con mugrosos cartones, las buenas costumbres por la fuerza bruta, las palabras decentes por las groserías.
Trascurrieron 17 años mientras la vida del español la consumía el bazuco, droga en la que cayó en uno de esos bacanales. No había cocaína y alguien le ofreció la pipa con esa sustancia alucinógena de la que no pudo escapar. Quedó enganchado y para siempre.
Sin ser católico practicante, José cree en un Ser Superior y está seguro de que intercedió para sacarlo de ese infierno en el que estaba metido por voluntad propia. Un día, de esos que Dios separa para atender a los urgidos, tomó la decisión de abandonar el barco de la drogadicción y dio un giro radical a la vida.
– En la calle se me aparecieron muchos ángeles. Hubo personas que me tendieron la mano y me ayudaron, me dieron de comer, me quitaron el frío o me curaron las heridas.
Otro ángel, sin que lo reconozca, es Germán Piffano, nacido en Cúcuta. Como antropólogo empezó la investigación sobre los habitantes de la calle. José Iglesias le contó la historia, que terminó un día cualquiera por iniciativa propia. El gallego decidió dejar ese mundo en el que estaba enterrado.
Fue una coincidencia para todos. El interés por la antropología visual hizo que a Germán se le ocurriera la idea de contar, por medio de las imágenes cinematográficas, la vida del hombre que quería acabar con ese presente tormentoso. Los elementos terminaron convertidos en la película.
– ‘Infierno o paraíso’ no nació como película. Inicialmente, era un registro del trabajo de investigación. Era un libro – recordó Germán.
José empezó a evolucionar. El cuerpo y el aspecto físico comenzaron a transformarse y a generar imágenes impresionantes. Y apareció otro ángel, Víctor Carrillo (2006), quien animó a Germán a convertir la historia en película.
Dos cucuteños confluyeron en la historia de José para terminar en el proyecto. Carrillo aportó los recursos económicos vitales para darle vida al filme. El dinero sirvió para contratar al mejor director de fotografía en Colombia, Pablo Pérez; un sonidista; la cámara y todo lo necesario para sacar adelante la idea. El editor de Pedro Almodóvar, de altísimo perfil en España, acompañó la filmación durante dos años para encontrar entre 300 horas esos 90 minutos que componen la película.
Cuando terminó el rodaje quedó visualizada la película. El proyecto se presentó al Fondo de Desarrollo Cinematográfico, organización que tiene más de $ 16.000 millones para el cine colombiano. En la competencia por el reconocimiento dejaron atrás trabajos de ficción. El jurado, de talla internacional, encontró que la historia era importante para contársela al país. El estímulo económico superó los $ 200 millones.
– Sabía que no quería contar una historia simple, esa de que el que está en la droga está en el infierno y al que está fuera de la droga todo se le arregló y le van a tender alfombras y le van a dar aplausos, cuando la realidad es otra – dijo Germán Piffano.
El documental comienza el día en el que José tomó la decisión de dejar las drogas para recuperar la vida. Las grabaciones de la historia tomaron 10 años. La trasformación del protagonista es impresionante, supera el trauma de la adicción, recupera un poco de la vida, vuelve a tomar contacto con la familia, viaja a España al recuperar los documentos y se establece allá.
Luego, lo afecta la crisis económica del país ibérico, lo golpea, pierde el trabajo, la estabilidad se fue al piso y la familia empieza a pasar malos momentos que se agravaban por el pasado de José como habitante de calle. Al final no lo doblega, no lo devuelve a la droga, no recae en el consumo.
José ha tenido las mismas dificultades tanto en la calle como al regresar a la sociedad. Eso obligó a la producción a ir a España para grabar la situación. Se adentraron en la cotidianidad y viajaron a Venezuela para conocer la familia materna y a los hermanos que lo habían dado por muerto y a entender el drama que se vive alrededor del adicto.
– José llegó de Galicia (España) para la presentación del documental ‘Infierno o paraíso’ en siete ciudades colombianas, entre las que está Cúcuta. Hay presión sobre la producción nacional y si no lleva un número de espectadores en los primeros cuatro días, sale de la sala. La mayor cantidad de filmes, este año, no ha pasado del tercer día, no llegan a la resurrección – dijo preocupado el director cucuteño.
José Iglesias ha tenido entereza y fortaleza para superar las dificultades. Lo que hace excepcional esta historia es que el protagonista es testimonio de superación y muestra la capacidad de resistencia de los seres humanos.
Estuvo muerto dentro de un contenedor de basura, listo para el entierro. Se recuperó y retomó la vida. Todas las mañanas enfrenta nuevas dificultades. Decidió contar la historia para que nadie más caiga en el error de la drogadicción. La película es una herramienta para salir a la calle y ayudar a la gente. No le teme a la estigmatización.
Lo más duro de lo vivido por José en la Calle del Cartucho es haber estado ahí. Haber llegado ahí, adonde cayó por inconsciencia. La droga es una lotería. Alguien fuma bazuco un día y no le gusta. En cambio a otros los lleva hasta la tumba.
– Metía cocaína y no me tenía enganchado. Un día me metí a la boca una pipa con bazuco y ahí me quedé – lo dijo sin vergüenza, por el contrario, consciente de que ese testimonio servirá para que otros no tomen el camino que transitó por largos años.
José estuvo sentenciado a muerte, le pegaron dos tiros, le dieron dos puñaladas y lo tiraron al contenedor de basura. Lo salvó otro indigente que escuchó los gritos. Antes de que llegara el camión compactador y lo destripara lo sacó, lo montó a un carro y lo dejó tirado frente a un CAI. Ahí volvió a abrir los ojos. Y a pesar de que es un católico teórico cree que eso fue un milagro. Empezó a luchar por la vida otra vez.
– No tengo miedo a recaer. Hace 12 años salí. Todo lo aprendido debe servir para ayudar a otros. Conocí y conviví con mucha gente en la calle. Siento que tengo una deuda con la sociedad colombiana.
Ese menaje lo llevará todos los días a la calle, porque quiere que esto sirva para que otros que buscan cómo meterse en ese mundo de la droga lo piensen y para que quienes están ahí salgan. Uno de los grandes deseos es trabajar con la gente de la calle.
La película se acaba, el espectador regresa a casa y José debe lidiar con él mismo, con otros problemas, generados esta vez por los jefes y los patrones.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
Foto: www.contraluzcucuta.co