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El taxímetro. Otro factor que atenta contra los cucuteños

CÚCUTA.- Los taxistas aunque, no en carta abierta, le tienen declarada una huelga al alcalde Donamaris Ramírez, pero como  todo en este país y en este caso en esta ciudad, se quiere mantener oculto con la burocracia, las groserías de los conductores y las insulsas amenazas del gobernante local.

En aquel momento cuando el Alcalde salió en franco disgusto y declaró que los taxistas debían acomodarse y acostumbrarse a la aplicación del taxímetro en la ciudad, la situación parecía  que funcionaría. Los choferes, como retaliación, se quedaron en el centro y  no llegaron a las zonas periféricas, aunque en Cúcuta nada es lejos. Pitaron, gritaron, bloquearon calles, se plantaron frente  a la Alcaldía, en fin, hicieron una pataleta de ‘padre y señor nuestro’.

Lo que está claro es que el taxímetro se ha convertido en factor de riesgo para la integridad de los cucuteños. A las 11:00 de la noche, del 28 de marzo, el estudiante Gabriel Chiquillo llegó a un sector de la ciudadela Juan Atalaya, luego de visitar a un grupo de amigos. Telefónicamente, solicitó el servicio de taxi en la empresa Transtasajero, ubicada en Natilam,  en el paseo Rojo y Negro.

El servicio lo atendió el conductor del taxi de placas SPZ – 410, para cubrir el trayecto entre ese punto y el barrio San Rafael (antiguo DAS).  “Cuando el taxista me recogió, mire el taxímetro. Estaba en 55 unidades. Debajo, el número 4500. No dije nada, porque no sé si la carrera empieza a correr cuando me monto al vehículo o cuando lo solicito vía telefónica”, relató el usuario.

El problema se formó cuando Gabriel Chiquillo  le preguntó al taxista cuánto costaba la carrera. El chofer respondió: “deme siete mil”. ¿Cuánto marca el taxímetro?, respondió Gabriel, y recordó que el aparato marcaba 110 unidades.

El taxista accionó el botón con el que se debe poner el costo de la carrera en la pantalla del taxímetro. Efectivamente, marcó 4700,  pero insistió en los siete mil. Alegó sobre el recargo nocturno, el día festivo la hora, el clima, lo lejos y el diezmo para la iglesia. El estudiante hizo cuentas en busca de la economía. 4700 la carrera más 500 del recargo, serían 5200.

El taxista, en evidente malgenio, empezó a gritar y a ofender. El pasajero se vio obligado a pagar los siete mil que el taxista impuso y no los cinco mil doscientos que la ley manda.

La Cúcuta que cubre la luna trae peligros, atracos, homicidios, drogas, pandillas, colectivos destartalados, mendigos hambrientos y ávidos de calmar su ansiedad con cualquier tipo de drogas,  y ahora se suman los taxistas bravos que delinquen  en manadas, que pueden llegar a lesionar graves a cualquier persona por $ 200. Lo más sano sería que el alcalde Donamaris Ramírez, como siempre, tenga que echar para atrás la medida del taxímetro y dejar que pasajero y chófer se debatan en duelo verbal en el que se mezclen la lástima  y la necesidad del cucuteño de a pie y la avaricia y la capacidad de negociar que tenga cada taxista para evitar malos entendidos. Al fin y al cabo estamos en una ciudad donde se negocia hasta con lo innegociable.

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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