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DESDE AFUERA. Una banderita rojinegra acompaña a este trabajador social

El 21 de enero, es el día que mayor emoción ha sentido Arnold Julián Bonilla al pensar en Cúcuta, desde que se fue para Adelaida  (Australia). Esa fecha perdurará en la mente de este trabajador social cucuteño egresado de la Universidad Industrial de Santander, por una sencilla razón “¡regresamos a la A!”.

Es criado en el barrio Belén, donde pasó esos buenos años de la infancia al lado de los padres. Prados del Norte, San Luis y Ceiba lo vieron crecer. El colegio Salesiano lo graduó como bachiller, en el 2000, momento en el que comenzó a pensar en el futuro.

“Ciencias humanas fue el camino elegido. En cierta medida se había construido un sentido social, desde pelado. Podría decir ahora, después de muchos años, que mi nona Hermelina tuvo mucho que ver en eso. Mirando en retrospectiva creo que es notoria su influencia”. Quería estudiar humanidades y al mismo tiempo tenía ganas de salir de casa a ver qué pasaba por fuera de lo que para ese entonces era el mundo.

La UIS le abrió las puertas de las aulas para estudiar trabajo social. No lo pensó dos veces para aceptar la carta de admisión. “Bucaramanga fue el primer vividero que encontré. Qué ciudad tan chévere para estudiar”. Era barato, bonito y quedaba cerca de la casa (los viajes eran frecuentes, para lado y lado). Allá, estableció la zona de confort durante 7 años, entre el 2001 y el 2008. “Quiero a esa ciudad también”.

Luego, en el 2009, decidió mudarse a Bogotá, para seguir la preparación profesional y empezar otra vida. El objetivo  se logró a cabalidad. Hoy, muestra agradecimiento para con la capital del país. A esa ciudad la lidió, la conoció, la recorrió mientras pasaron 5 años de aprendizajes. El estar en Bogotá le dio chance de viajar por Latinoamérica, a veces por trabajo; otras, por pura diversión. Pasear se le convirtió en pasión y llegó hasta Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Cuba, Ecuador, Perú, Argentina, Uruguay, Brasil. Desde zonas rurales y urbanas escondidas y no turísticas, hasta los sitios icónicos. “Venezuela no cuenta, porque todo cucuteño ha estado en Venezuela al menos 10 veces en la vida. El que diga que no es cierto, no es cucuteño”.

Se casó en el 2011. “Por suerte Karen es una buena copiloto, con el mismo bichito de conocer el mundo y también de descansar un poquito del ajetreo al que estábamos acostumbrados en Bogotá”. Decidieron buscar oportunidades en Australia. La profesión tiene demanda, solo faltaban los contactos para empezar esa nueva vida allá. Karen trabaja en una empresa de software y tecnología, y Arnold Julián ejerce como trabajador social en una ONG que brinda apoyo psicosocial a personas con discapacidades cognitivas. “Se siente muy chévere que en cualquier país se puede hacer algo, por ayudar a construir otro mundo posible”.

Al sacar las cuentas, le dan 14 años fuera de Cúcuta, aunque “el acento sigue intacto, pa qué”. En cualquiera de las tierras que ha pisado extraña la libertad de beberse una cerveza en un estanco, comerse un pastel de un calentador en cualquier esquina, observar la Avenida Los Faroles a las 7:00 de la noche, la favorita de las vías internas de la ciudad.

Por fortuna, Australia tiene cientos de productos importados de Asia. Las latitudes de Vietnam, Camboya, Indonesia, Malasia y Filipinas (zonas tropicales) hacen que se compartan plátano, yuca, frijoles, garbanzos, maracuyá, etcétera. En términos culinarios ha tenido que sobrellevar la distancia con Colombia con habilidades aprendidas por el camino. Los pasteles de garbanzo, las hayacas en Navidad y la fritanga no han faltado en la mesa. Vendrán el mute y el sancocho. “Estamos tratando de hacerlo lo más cercano a la realidad de la calle cucuteña”.

A los 15 días de haber llegado conoció a una cucuteña que tenía un negocio de comidas colombianas y latinas, importaba alimentos y los ofrecía a los locales. Luego de unos meses cerró y ahora solo atiende por internet. No hay muchos cucuteños en Adelaida, seguro porque les sería difícil vivir en esa ciudad donde  el tráfico es por el lado contrario de la calle, se respetan las normas de tránsito, no hay tanto avivado al volante, el sistema de trasporte está organizado, hay tren, tranvía y buses interconectados que recorren zonas urbanas de punta a punta.

No es la ciudad más grande y agitada de Australia, y el ritmo de vida puede ser tranquilo. A veces, las tardes de verano son tal y como se viven en Cúcuta. Otra diferencia enorme, es que esta ciudad queda en la costa. “Póngale mar a Cúcuta y verá cómo ¡todo cambia!”.

Si pudiera, se traería para adaptar en Cúcuta la escena cultural, teatro, cine, música, danza de todo tipo. Grupos comunitarios, de profesionales y de artistas internacionales hacen presencia cada año, durante un mes, para compartir en torno a la cultura. El festival se llama ‘Adelaida Fringe’.

Adelaida tiene una oferta académica que fortalece la economía que surge alrededor de las universidades. Acomodación, trasporte, alimentos y recreación son sectores que se favorecen con las actividades académicas. Los grandes centros comerciales no son el desarrollo. Las universidades son la puerta real hacia cambios estructurales en la sociedad.

Los momentos más difíciles durante la estadía en Australia están cifrados por el empezar de cero a conocer gente, nueva cultura y a darse a conocer en términos profesionales, “sin palancas, sin ser el amigo de un amigo de alguien, abriendo camino. Solo teníamos ahorritos y sueños en una maleta. La única forma era persistir y todo dio sus frutos, por suerte”.

La otra cara de la moneda, la de los momentos felices, también ha sonreído. Recibir el Año Nuevo en Sydney fue una grata experiencia, por la majestuosidad de los fuegos pirotécnicos. Fue el acto simbólico para cerrar con una sonrisa el primer año vivido en Australia. “Todavía no me ha llegado ese instante de querer devolverme”.

Es poco el tiempo trascurrido en ese país, está amañado y contento, a pesar de que  el café y la cocaína son las dos palabras que vienen a la mente de los australianos, sin reparos. Los seguidores de los deportes conocen y renombran hazañas, como la actuación del seleccionado en el Mundial de Fútbol. Los interesados en música y cultura recuerdan grupos musicales, La 33, Toto la Momposina y Sidesteper.

Cúcuta no aparece en el mapa mental de los que acá viven. Bogotá es la ciudad de mayor recordación. Por eso, Arnold Julián ha trasmitido el calor cucuteño con comida y fiesta. Lleva 14 años por fuera, de los 30 cumplidos,  y no sabe cuándo volverá a casa. De lo que está seguro es que al regresar quisiera ver la capital de Norte de Santander “limpia, aún verde, con terminal de trasportes digno de una ciudad creciente, bien planeada y con taxistas usando el bendito taxímetro ¡por dios!”.

Hacer el comparativo entre los gobernantes de allá y los de acá es  necesario. “Solo voy a decir que ningún exalcalde de Adelaida está preso por tener vínculos con grupos al margen de la ley, y aún es adorado por la gente. Por acá no pasan ‘ramiradas’”. De lo que ocurre en Cúcuta se entera porque lee el periódico local en internet, por Twitter, por Facebook y por soyrojinegro.com. Le gusta estar enterado de los aspectos políticos, el medio ambiente y el Cúcuta Deportivo.

Como distintivo rojinegro para identificarse como cucuteño luce la camiseta del Cúcuta cuando jugó la Copa Libertadores y que le regaló el tío Jorge. “Una banderita de escritorio rojinegra y una banderota de Colombia me acompañan”. La verdad verdadera es que cuando escucha la Billos o los Melódicos siente nostalgia de casa, de años viejos en el barrio Belén y de gente feliz con poquito.

Desde los tiempos en Bogotá toca instrumentos de percusión y en Adelaida consiguió un grupo de samba. Es un ritual que espera mantener siempre. La goma se está volviendo seria y tienen presentaciones en eventos culturales, hasta el punto que en la calle los reconocen. “Mi otra alegría es mi bicicleta, siempre hay nuevos caminos para andar”.

A diario se conecta con los familiares y al menos un comentario lee en un grupo de whatsapp. No faltan las videollamadas o llamadas telefónicas con la mamá,  al menos una vez a la semana. Las 14 horas y media de diferencia aprendió a manejarlas, porque cuando va para el trabajo los familiares duermen en la placidez del calor cucuteño. “Acá es lunes en la mañana y allá sigue siendo domingo. Duermo mientras mandan fotos en piscina,  ya me acostumbré… A mi mamá, a veces, se le olvida y me llama tipo 2:00 de la mañana a echarme un chismecito… jeje”.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmial.com

Foto: ÁLBUM PERSONAL

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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2 comentarios

  1. Primo muchas felicitaciones por todos tus logros y exitos, personalmente te recuerdo siempre y en mi corazon estan grabados todos esos gratos y felices momentos vividos en nuestra infancia cerca de esa gran mujer que fue la nonita hermelina, desde el fondo de mi corazon lo quiero y lo recuerdo y espero que algun dia podamos reunirnos, que Dios le multiplique sus exitos en esas lejanas tierras al lado de su esposa.

  2. Luz Esperanza Gutiérrez

    Como usted muy bien lo dice Cúcuta no es de gran recordación pero los cucuteños se encuentran en todas partes del mundo, así lo demuestra Contraluz en sus publicaciones. Y del mismo modo lo acompañamos con el calor cucuteño el ascenso del Doblemente glorioso a la A .

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