El ingeniero industrial Gerardo Raynaud Delaval escribió 40 crónicas sobre Cúcuta. La Universidad Libre, seccional Cúcuta, las recopiló en el libro ‘Crónicas cucuteñas Siglo XX’ (tomo I). En este repaso por la capital de Norte de Santander de antaño, el autor describe diversas situaciones sobre la ciudad y sus habitantes, las costumbres, los sitios frecuentados y lugares característicos.
El director del Centro Seccional de Investigaciones, Darwin Clavijo Cáceres, autorizó la publicación de algunos trabajos contenidos en el texto. Las fotos que complementan el trabajo corresponden a uno de esos correos que se comparten en el internet sin autor conocido.
UN PASEO POR NUESTRAS CALLES
Por ese entonces, en el decenio de los cincuenta, el desplazamiento tanto en automóvil como en bicicleta no era tan complicado como lo es hoy. Empecemos por contar que no había la cantidad de automóviles y menos el número de motocicletas que hacen casi imposible trasladarse. Como todas las calles y avenidas eran en doble vía, llegar a cualquier sitio a donde uno fuera era muy sencillo, además la ciudad como tal empezaba en la avenida primera, por el oriente. La Avenida Cero, que después se hizo famosa por ser única en su género era un camino empedrado que comenzaba en el hotel Tonchalá, por esa época recién inaugurado y se dirigía al sur hasta las cercanías del colegio Calasanz que abrió sus puertas luego de trasladarse de sus instalaciones de la calle trece, donde antaño funcionó la cervecería Bavaria. En el costado oriental había un potrero que iba desde la calle once hasta el molino Cúcuta de propiedad de don Asis Abraham; solamente en el costado oriental habían construido algunas “mansiones” de la época como al de don Sergio Sanclemente entre las cvalles quince y dieciséis. La Avenida Gran Colombia de hoy era la terminación dela carretera a la frontera; a Ureña primero y siguiendo la ruta de El Escobal y Boconó, a San Antonio finalmente, después de recorrer aproximadamente veinte kilómetros. No existía la “autopista” a San Antonio que pocos años después sería construida por el entonces Ministro de Obras públicas Virgilio barco Vargas.
Luego de ese largo recorrido, pasar la frontera en San Antonio se hacía a través de un puente de una sola vía, sin semáforos, los que nos indica los pocos carros que pasaban el puente. Claro que a veces presentaban los trancones y las galletas cuando dos vehículos ingresaban al mismo tiempo. Normalmente el asunto se arreglaba por las buenas, dado que cada mitad del puente, como hoy, pertenece a uno de los dos países. Ganaba quien tuviera mayor recorrido ene l puente, debiendo “echar reversa” quien perdiera, la mayor parte de las veces con la ayuda de las autoridades fronterizas.
Ir a Ureña era otro cuento. No había puente y el caudal en ese tiempo no era como hoy. Recuerdo que se podía pasar en canoa. Aunque el paso lo marcaban colocando unas piedras en equilibrio siguiendo una línea de bajo nivel de agua, solo pasaban vehículos grandes, camiones, buses y camionetas, no obstante algunos se quedaban en el camino y había que remolcarlos para poderlos sacar del “atolladero”. Esa operación de “pasada por agua” a veces traía sus consecuencias funestas toda vez que el agua mojaba los frenos (el agua se introducía entre el tambor y las bandas, recordemos que no había frenos de disco) y el vehículo se quedaba sin poder frenar, de manera que cuando el carro llegaba a la alcabala o a la aduana, según el destino que llevara, embestía la “cadena” con el consiguiente susto además del regaño de las autoridades.
Quien viniera a Cúcuta desde Venezuela pasaba necesariamente por el puente San Luis, también de una sola vía, es decir en solo sentido. Al igual que el puente de San Antonio se presentaban los mismos problemas y por eso, tanto el uno como el otro fueron sustituidos posteriormente por otros más grandes, cuando se tuvo conciencia de los inconvenientes que se presentaban cada vez con mayor frecuencia. Pasando el puente había dos extensiones de tierra bastantes grandes, la casa de los Cote a la derecha y enseguida la finca ganadera San Eduardo de propiedad de don Luis Alejandro Rojas. Precisamente en esos terrenos se construyó el barrio que hoy conocemos con el mismo nombre; avanzando más o menos un kilómetro estaba la casona donde más adelante funcionaría la rectoría de la Universidad Francisco de Paula Santander. En ese punto comenzaba el barrio Colsag, construido por la Colombian Petroleun Company (Empresa Colombiana de Petróleos, que no es Ecopetrol) para sus trabajadores tanto nacionales como extranjeros. Pasado el barrio Colsag pocas construcciones hasta llegar a la planta de Coca Cola, donde hoy está el CTI, con us cancha de fútbol al frente y en seguida la clínica Barco, establecimiento de la fundación del mismo nombre y que prestaba gratuitamente los servicios médicos gíneco-obstetricia a las mujeres de menores ingresos.
Metros más adelante se levantaba imponente el edificio del Hotel Tonchalá, ahí comenzaba la ciudad. La actividad comercial giraba en torno a unas pocas manzanas entre las avenidas cuarta y séptima y las calles nueve a la doce; ahí se concentraba el grueso de la gestión económica; estaban los bancos y los grandes almacenes de la época, el Tony, Los Tres Grandes, El Lecs, La Corona, Valher, La casa Phillips y Casa Lema, el Eléctrico de don Pedro A. Ortiz y los supermercados de antaño El Salón Blanco y luego el Salón Balzar.
Para comodidad de los ciudadanos, los taxis se estacionaban alrededor del Parque Santander. En las cuatro esquinas del parque tenían su asiento las distintas empresas, Palace, 3000,Iris, en el Parque Nacional estaba la MTC y en el frente del Hotel Tonchalá la 4030. Notarán ustedes que algunas compañías de taxi de identificaban con números, pues estos correspondían al número telefónico al que se debía llamar para obtener el servicio. Sí señor, por esos días los teléfonos eran de cuatro dígitos. No había excusa para olvidarlos.
Finalmente, veamos algo de los extramuros donde se situaban los barrios poblados de ese entonces. Además del ya mencionado barrio Colsag empezaba a poblarse su vecino el Popular, a raíz de la iniciación de labores del colegio de los padres de la comunidad Salesiana con el padre Miller a la cabeza y la majestuosa construcción de la iglesia de María Auxiliadora. La gente adinerada se concentraba en el barrio Blanco al sur dela ciudad. En ese momento este barrio abarcaba unas pocas manzanas desde la calle 17 hasta la 19 y desde la avenida segunda hasta la cero, algo así como unas cinco o seis manzanas. Otra zona residencial urbana de clase acomodada eran los barrios Latino y La Playa.
Otros barrios céntricos eran el Llano, La Cabrera, Callejón y el Contento. Más alejados estaban Santo Domingo, Cuberos, Alfonso López, Loma de Bolívar, Cundinamarca, San Rafael y Sevilla eran los barrios a la salida de la ciudad para Pamplona y El Zulia. San Luis acababa de incorporarse como barrio después de años como corregimiento; La Libertad comenzaba sus primeras construcciones al igual que Juan Atalaya y se iniciaba por parte del Instituto de Crédito Territorial la urbanización del barrio Guaimaral. El Salado era un corregimiento pues la zona urbana llegaba a la Estación Cúcuta donde posteriormente construyeron la Terminal de trasportes.
GERARDO RAYNAUD DELAVAL