CÚCUTA.
Desde niñita comenzó a mostrar las habilidades para dirigirse al público. En las izadas de bandera en el colegio le encargaban los números que requerían destreza oral. Compañeros y docentes disfrutaban con las presentaciones. Tendría 7 años.
Hoy, Marliz Andrea Guerrero, ha crecido. Tiene 16 años, estudia comunicación social en la Universidad de Pamplona (Cúcuta) y es campeona de oratoria. Un primo le recomendó a la madre que la metiera en esos concursos y ganó. Siempre representó al plantel Juana Rangel de Cuéllar. Lucía el uniforme escolar para darle realce a la institución.
A la memoria llegan recuerdos escolares. “Cuando ganaba me hacían el ‘Buenos Días’, me presentaban y decían que había ganado”. El homenaje era especie de invitación a los demás alumnos para que tomaran el ejemplo y lo siguieran.
Está segura de que tener buena memoria es fundamental para el desarrollo de este don. Tampoco los nervios la atacan cuando está en el escenario lista para actuar. Una muestra de que no le da miedo escénico es que “hay fotos mías con alcaldes”, aunque no recuerda qué les dijo. Estaba chiquita.
Bucaramanga es la plaza preferida. En época de pandemia los concursos los hacían de manera virtual. A los ganadores los premian con dinero y al primer puesto lo llevan a Bogotá. Recientemente, en la ciudad de los parques, se quedó con el tercer puesto y con el orgullo de ser la hermana mayor del medallista de oro en categoría 12 años.
Los organizadores de los concursos dan las pautas y explican las reglas. Al conocer el tema del que hablará comienza la investigación. La estructura que emplea es abrir el discurso con frases filosóficas, sigue el saludo al jurado y al público, continúa la presentación personal. Luego, tiene tres minutos para desarrollar el tema asignado. Termina con el mensaje y la enseñanza. “Me han dicho que mi discurso convence”.
Los jurados están atentos a la improvisación, que sea coherente y estructurada, que demuestre conocimiento. “Si uno se llega a equivocar la mente puede quedar en blanco, por los nervios”. Esa sería una desafortunada pasada del cerebro, porque al frente hay conocedores del asunto y la puntuación mermaría.
En el otro extremo de la tarima, aguardan turno los rivales. A pesar de que se conocen, porque llevan buen tiempo en este arte, aprovecharían ese titubeo para imponerse. De ese momento angustiante debe salir con solvencia.
La última disertación, en la Ciudad Bonita, versó acerca de la economía solidaria. En otras ocasiones ha hablado en torno al cooperativismo. Está convencida de que este ejercicio complementa sus aspiraciones profesionales, que son ser periodista. “Me gusta mucho”. De medírsele a la plaza pública todavía no habla.
RAFAEL ANTONIO PABÓN