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Alegría y colorido en el Día de los Niños

Los niños cucuteños volvieron a tener su día especial y lo disfrutaron como quisieron. El tiempo pasó rápido. Los 12 meses trascurrieron a una velocidad imaginada por los pequeños para lucir de nuevo los trajes de aquellos superhéroes que los hacen soñar y vivir de manera diferente.

La Iglesia Católica pidió desde el púlpito, domingos atrás, que no disfrazaran a los niños con trajes macabros que representaran hechos trágicos, ni les permitiera portar juguetes bélicos. A pesar de las recomendaciones, en las calles se vieron calaveras, muertes y máscaras feas.

El Centro Cristiano, para contrarrestar el efecto de esta jornada pagana, organizó la marcha ‘Pacifícate’, para pedir la paz y el perdón para Cúcuta. Jóvenes y adultos caminaron hasta la Plaza de banderas, donde alabaron a Dios con cánticos y leyeron la Biblia en ocho idiomas.

Las hadas madrinas acompañaron a los hombres araña sin inmutarse. Los policías pasearon junto a presos; las campesinas compartieron largas horas con conejitos, pingüinos y abejitas Maya, y las reinas pidieron dulces para darles no solo a los súbditos sino a todo aquel que vivió la fiesta.

Supermán estuvo siempre al lado de Blanca Nieves, Caperucita olvidó por un día al lobo hambriento, mientras la abuela se ocupaba de otros menesteres. Los arlequines pasaron frente a las princesas y no les hicieron gestos; las bailarinas esperaron su momento para actuar, y los angelitos tomaron de la mano a Meteoro para que ganara otra carrera.

La fiesta comenzó bien temprano con la llevada de los niños al jardín, a la escuela o al colegio. En los planteles despertaron la admiración de los grandes, que recordaron aquellos años cuando les correspondió asistir a clases enfundados en un disfraz.

La Policía y los organismos de socorro estuvieron atentos para evitar inconvenientes con los dueños de la fiesta. En los puntos de mayor aglomeración permanecieron listos para prestar el servicio requerido para que la celebración culminara en los mejores términos.

El Malecón, el parque Santander, los centros comerciales, los atrios de las iglesias y las calles se vieron repletos de niños agarrados a la mano de los adultos y luego libres en esos espacios acondicionados para dejarlos volar en la imaginación.

Al final de la jornada, regresaron a casa con dulces a medio envolver, el estómago lleno de galguerías, el vestido torcido, el peinado descompuesto y el cansancio provocado por tantas horas de alegría y diversión. El año entrante, seguro, estarán de nuevo en esos sitios para brindar, comer helados, pedir caramelos y vivir a plenitud un día.

Fotos: MARCO SÚA

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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