CÚCUTA.- La venta de gasolina ingresada a Cúcuta de manera ilegal se convirtió en el pan diario para centenares de familias. El cierre de la frontera, decretado desde Caracas, dio al traste con el negocio y los comerciantes informales del combustible sienten que el hambre los acosa. El Gobierno ha ofrecido múltiples salidas a la crisis social, con resultados negativos. Ninguna fórmula es buena.
Nelly, Maritza, Eduardo, Benigno, Pedro, Ernesto, Abel y José del Carmen hacen parte del gremio de pimpineros y son la muestra representativa de los hombres y mujeres que han sufrido en los últimos meses por no tener trabajo. En casa los esperan los hijos y casi siempre vuelven con las manos vacías.
Estas dos madres y seis padres, más otros compañeros, decidieron amarrarse a un árbol del parque Santander para llamar la atención del alcalde César Rojas, del gobernador William Villamizar y del presidente Juan Manuel Santos. La esperanza es que en esta capital o en Bogotá escuchen el clamor y les den solución al problema que se agudiza con el paso de los días.
La intención es permanecer atados hasta nueva orden. Entre tanto, otros centenares les hacen barra y los animan a permanecer en pie de lucha hasta lograr los objetivos propuestos. Por ahora, tienen ganas de mostrar fortaleza y quedarse al pie de la palma muchas horas.
Algunos corren con suerte y consiguen de esa gasolina que todavía lega del estado Táchira por las trochas. El paso por los puentes internacionales Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander está bloqueado desde agosto. Pero en los barrios cucuteños aún se expende el combustible venezolano.
El contrabando ha mermado por la acción de la guardia que no permite la extracción de mercancías y productos perecederos. Sin embargo, los uniformados no han podido sellar los caminos para evitar el paso ilegal de la gasolina.
En Cúcuta, las acciones de la policía se traducen en el decomiso del contrabando. Los vendedores denunciaron el maltrato de los agentes y la pérdida del plante. Reclaman el derecho al trabajo y solicitan apoyo para iniciarse en otro oficio.
“Dicen que hay $ 14.000 millones para los pimpineros, pero no se han manifestado, ni los han enviado”, dijo Triunfo Lizarazo uno de los voceros de la toma pacífica del parque Santander, este 8 de febrero. “Dicen que nos quieren desaparecer de las calles”. Ese anuncio severo los motivó a movilizarse y a mostrarse ante las autoridades civiles municipales y departamentales.
Tomaron la decisión de las cadenas como alternativa para llamar la atención en los despachos oficiales y que les den soluciones. Una, es que les permitan permanecer en las vías con los puestos ambulantes y estacionarios de venta de gasolina.
En el 2015, los pimpineros participaron en un censo para buscar ayudas. Al terminar la tarea resultaron 2060 trabajadores. El Gobierno les ofreció $ 1300 millones para distribuirlos entre todos y que tengan otro oficio. La división no satisfizo a los comerciantes callejeros, porque solo les corresponderían $ 620.000. “Estamos pidiendo una solución digna, seria, porque lo único que nos han hecho es mamarnos gallo y tetiarnos. Hasta el momento no nos han solucionado nada”.
Otra propuesta habla de $ 14.000 millones para los pimpineros. Triunfo Lizarazo alegó que esa cantidad es para repartirla entre todos los vendedores de Norte de Santander. “Vienen ministros, fulano o zutano y vienen es con pendejadas”.
Los informales han participado en mesas de diálogo y han llegado a acuerdos que a la postre no son respetados. En una ocasión se convino que no podían vender grandes cantidades de pimpinas. Tienen el muestrario y la policía llega en busca del resto de combustible.
“La gasolina sigue llegando a Cúcuta, de contrabando. Esa es la realidad. Nos llega y tenemos que venderla”, dijo Carlos Castillo. Una pimpina, según cálculos de los vendedores, les da de comer a tres personas. “No tenemos nada más hacer. El Gobierno no nos da trabajo”.
En el diario vivir hay quienes han visto fugarse el capital de trabajo. Ahora si consiguen para una pimpina, no consiguen para la otra. En el desespero se comen la plata. Antes del cierre de la frontera había puestos en los que se vendían entre 30 y 50 pimpinas, al día. En la actualidad, se venden entre 5 y 10. Un expendedor gana alrededor de $ 5000 por pimpina.
En la intención por salir de este negocio y abandonar el peligro que representa, hay asistido a cursos en el Sena. La preparación tampoco ha servido, porque no se han creado los puestos de trabajo.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
rafaelpabon58@hotmail.com
Foto. www.contraluzcucuta.co
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