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Hoy, 18 de mayo de 2025, se cumplen ciento cincuenta años del terremoto de Cúcuta que derrumbó muchos muros, extinguió vidas honestas y plantó otras inquietudes que, en ambivalencia de virtudes en el devenir incierto, marca los tiempos y las congojas nuevas. / Fotos: Facebook

TERREMOTO DE CÚCUTA. 150 años y la tragedia sigue…

CÚCUTA.

Hoy, hace 150 años, la madre tierra recordó con estruendo la fragilidad del mundo, en este pedazo amable, sufrido, pero amado terruño, que nos lleva, nos trae, nos hace soñar y marca la existencia con el suave contoneo de sus bosques lineales azuzados por las brisas que vienen del Pamplonita o Tasajero e iluminados con el resplandor fervoroso de un faro que deja sus esquirlas para adornar sus breves valles y colinas.

Ya ha transcurrido siglo y medio desde aquel entonces, el pueblo cambió, reconfiguró su noble sendero, se levantó de las ruinas con otro entusiasmo para no dejar esperanzas doblegadas, marcó otro comienzo, otros pasos y más huellas, que ahí están como testimonio irremediable del renacer constante y las batallas que siempre libran los buenos hijos, sus buenos hijos, que no se amedrentan ante los embates fuertes de la existencia cruel.

Sin embargo, el signo de la tragedia sigue, perdura, es como si quisiera arrancar los nuevos pedazos de piel que tratan de cubrir las cicatrices cada vez más grandes, hoy los terremotos no derrumban casas, aunque si conciencias, corazones amables y mentes limpias que se vuelven pródigas en sentimientos viles, mientras los nuevos Piringos ondean sus banderas.

Resistir, parece ser la consigna austera para estos tiempos, cuando el liderazgo solo sirve para ocultar sus males, esos que germinan en sus nidos cálidos esparcidos en rincones gráciles o los que allende descargan poderosas ínfulas para desatar desdichas, sin importar el sincero abrazo y las estancias abiertas, que entregan consuelo a otras miserias que abren más heridas.

Este sesquicentenario de la nefasta fecha cucuteña, en cierto modo dormita en medio de pesadillas repetidas, porque los sueños se quedan siempre a medio camino y las promesas solo son eso, ofertas almibaradas postradas en discursos flojos y papeles viejos, dispuestas para apaciguar reclamos y alimentar anhelos que se van quedando como hilachas pegadas a los abrojos de los atajos vanos.

Quizás, en todos estos tiempos desgajados de los albures insidiosos de la vida presumida, hemos perfilado algunas buenas lecciones, pero casi siempre como el transitar en laberintos oscuros, los tropiezos lacerantes solo dejan escuchar lamentos y oraciones fatuas para corresponder sin pena al conformismo desaforado que siempre toma las riendas del destino.

¿Qué sigue, qué viene, qué podemos hacer para no seguir vulnerando tanta historia bonita de este subyugado pedazo de tierra venerada?

Ahí les dejo esta sencilla reflexión, cuando hoy 18 de mayo de 2025, se cumplen ciento cincuenta años del terremoto de Cúcuta que derrumbó muchos muros, extinguió vidas honestas y plantó otras inquietudes que, en ambivalencia de virtudes en el devenir incierto, marca los tiempos y las congojas nuevas.

CIRO CANO MORA

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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