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- Las trenzas han representado, hace años, la resistencia de los afrodescendientes. Ayudaron a los esclavos africanos a crear mapas para transferir las rutas de escape y huir de los captores.
Yenifer se muestra tranquila mientras habla. El cabello negro azabache está recogido en trenzas. La capacidad para hacer memoria le permite entrelazar sus vivencias con el testimonio del pasado y la convierte en símbolo de libertad.
Lleva aretes en forma de calavera y se iluminan al roce con los rayos del sol. En la camisa blanca tiene estampada la figura de una africana. Estos pequeños símbolos sirven para demostrar el orgullo que siente por ser negra, nacida en Tumaco (Nariño), donde dejó enterrado el ombligo. Le gusta ser diferente y ser afrodescendiente ha sido lo más maravilloso que la vida le ha dado.
En ocasiones se pone a la defensiva y confirma esa actitud con gestos y palabras. “Ser negra es estar constantemente en un acto de resistencia. Hay que hacer el doble de esfuerzos. Explicar muchas cosas”.
El liderazgo surgió con la idea de conformar un colectivo para reclamarles a las instituciones oficiales igualdad para con las comunidades étnicas, en la región. También, para defender familias que provienen del pacífico y del caribe colombianos, en su mayoría víctimas del conflicto armado, que desean vivir en un territorio en paz.
Estar al mando de ‘Ser Negro es Más Sabroso’ ha sido uno de los mayores retos asumidos. “Es un puesto que comúnmente lo asumen los hombres, patriarcales y machistas”.
Su familia es monoparental. La jefa del hogar es su madre. La verraquera para afrontar la vida la heredó de ella y le ha permitido reconocerse como negra. “Hágase al lado mío y verá lo lindo que es ser negro. Usted siente esa energía. Usted siente ese calor humano. Usted siente esa alegría”, dijo Mariana Castillo, mamá de Yenifer, mientras entonaba una canción.
Del río Patía se trasladaron a Salahonda (Nariño). De ahí se desplazaron a Tumaco, para huir de la violencia. En Mariana se nota un aire estremecedor y melancólico al retrotraerse al momento de llegar a Norte de Santander, luego de que le mataran a un hijo en Tumaco.
No le gusta recordar esos momentos tristes. Recupera la actitud esperanzadora que la caracteriza. “Sí es bueno que sepan que una no ha vivido las mejores glorias. Hemos vivido momentos difíciles”.
En la sangre no solo lleva el característico ritmo afro, sino también su resistencia. Tiene puesta la esperanza en la implementación real del Acuerdo de Paz con las Farc. “Tenemos una gran oportunidad para contar qué ha pasado con nuestros territorios, los cuerpos de los negros y la vida de los negros”.
Jurídicamente, se inscribieron en la Cámara de Comercio, el 7 de julio del 2012. Mariana está orgullosa con la puesta en marcha del proyecto y más porque su hija es quien lo lidera. Han llegado a otros municipios de Norte de Santander donde hacen presencia comunidades negras. “Existe un racismo estructural que no ha cesado. Tenemos que estar haciendo pedagogía. Eso cansa, eso desgasta. Tenemos que estar explicando muchas cosas. Nombrarnos como en verdad somos sin esperar que la otredad nos nombre”.
Yenifer ha analizado la situación desde distintos ámbitos. “Somos nombrados como conflictivos, resentidos, victimados”. Una sonrisa suave se asoma mientras se refiere a esa situación que califica como injusta. Otro reto al que ha tenido que enfrentarse es el miedo a denunciar, a hablar, a alzar la voz. En algunos momentos ha puesto en estado de riesgo a la familia. Tiene dos hijas. Ha sentido el rigor de las amenazas por defender esos derechos ganados por su condición de ser humano.
En la Mesa Departamental de Víctimas, en representación de víctimas de desaparición forzada, le ocurrió un hecho desafortunado. Uno de los hombres asistentes, al salir del baño, la increpó: “Estudie para que se le quite lo bruta, porque lo negra no se le quitará nunca”. Fueron momentos de tensión y los vivió en Ocaña.
Desde entonces, entendió que las mujeres que hacen parte de su comunidad, hermanas, primas, amigas, han tenido que soportar comentarios racistas. Negra, negrita, carboncito, petróleo, chulo, alquitrán, negra cachumbambé, son algunos de los apelativos que escucha constantemente.
Ser violentadas verbalmente en la calle es el pan de cada día. Aunque goza de una posición de privilegio por ser “más blanquita”. Al mencionarlo siente que caen sobre su cuerpo miles de ladrillos que ha tenido que soportar ante esta situación.
“Es fácil decir ‘no hay racismo’, pero muchos miembros de mi comunidad están condenados a ser vulnerables. Las personas se creen con el derecho de violentarnos”. Respira profundo y toma aire para evitar que se le entrecorte la voz y suelta la conclusión del sentimiento que alberga y con el que busca cómo resarcir a su gente.
“Alguien tiene que hacer algo. He decidido actuar basada en mi historia y mis ancestros. He decido ser negra, así me reconozco. Tiene que llegar el momento de mirarnos a la cara y no tener miedo de vernos diferentes. Desde esas diferencias podemos trasformar el país”.
ANNY SOFÍA VELANDIA