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El parque Mercedes Abrego se convirtió en lugar clave para las trabajadoras sexuales. En medio del comercio y el consumo de drogas alucinógenas, la indigencia y la ilegalidad, ofrecen el servicio a cualquier postor. / Foto: Wikipedia

REPORTAJE. Ser trabajadora sexual, un oficio que va contra la dignidad

CÚCUTA.- La prostitución en Cúcuta tiene sus inicios en cercanías a la Columna de Padilla, a mitad del siglo XIX. En esa época, aún con una cultura conservadora, los burdeles se ubicaban lejos del centro de la ciudad. Ahora, un hombre o una mujer pueden obtener el servicio sexual en la zona céntrica. “Veinte mil pesos el rato, con la pieza incluida”, es uno de los precios comunes que les dan a los clientes en el parque Mercedes Ábrego.

La crisis de Venezuela, según reportes de Migración Colombia, ha impulsado el paso de más de 50.000 ciudadanos venezolanos, diarios. Cerca de 5000 se radican en la ciudad y cientos de mujeres se dedican a la prostitución.

El parque Mercedes Abrego se convirtió en lugar clave para las trabajadoras sexuales. En medio del comercio y el consumo de drogas alucinógenas, la indigencia y la ilegalidad, ofrecen el servicio a cualquier postor. El producido del negocio les servirá para satisfacer las necesidades básicas, entre las que destacan la alimentación, el vestido y el techo.

En el lugar se han trazado fronteras imaginarias cuando de trabajar se trata. ‘Minie Mouse’, como se hace llamar  una de las trabajadoras sexuales, es colombiana, y conoció los insultos, las amenazas y las agresiones físicas que llevan cruzar esas líneas que demarcan el territorio.

Al llegar de Venezuela, la primera opción fue dedicarse a este oficio, por lo que recibió comentarios despectivos. Le dijeron ‘veneca picha’, ‘sucia’, por parte de las nacionales para no permitirle acaparar clientes.

La violencia psicológica por la que atraviesan estas mujeres es cada día peor. Yurley Duque, sicóloga de la Universidad Simón Bolívar, aseguró que la afectación mental se convierte en una situación menos tolerable que la violencia física. La mujer puede acabar en suicidio al no encontrar más soluciones para el bienestar.

La violencia no es solo entre colombianas y venezolanas. La mayoría de clientes ejerce contacto agresivo con la excusa que “pagan para hacer lo que deseen con mi cuerpo”, dijo ‘Yuli’, de 20 años. Llegó a este negocio para mantener al hijo de dos años.

Su día a día comienza a las 8:00 de la mañana. Llega al parque Mercedes Abrego y con caminar coqueto se abre paso para ofrecer los servicios a los hombres que merodean el lugar. Recibe entre $ 15.000 y $ 30.000, depende de cómo esté la clientela, por ‘el rato’, como llaman al tiempo que pasan en una de las residencias aledañas al sector.

Por el alquiler de la habitación pagan $ 5000 y demoran entre 15 y 30 minutos. “El tiempo es exacto. O terminan a tiempo o los sacan a patadas”,  afirmó ‘Yuli’. El contar este secreto a voces le causa risa.

La seguridad corre por cuenta cada una de las mujeres. Tienen el control de la pieza y del momento, sea para el uso del preservativo o para salir cuando el cliente se comporte de manera agresiva. La protección no es continua, y en ocasiones, por la necesidad del dinero, acceden a no usar métodos de seguridad contra las enfermedades de transmisión sexual.

‘Minie Mouse’ aseguró que muchas compañeras han sido contagiadas con estas enfermedades. Reaccionan entregándose al mundo de las drogas, sin temor de hacer daño a los demás. Es una de vengarse al no encontrar escape a la realidad que las encierra.

El Instituto Departamental de Salud reportó que  los casos de VIH Sida han incrementado en 40 por ciento en lo que va del año. Han superado a los años anteriores y todo se debe a que los infectados no previenen a otros, ni asisten a controles médicos para iniciar el tratamiento, que es gratuito por parte del Estado.

Esta actitud las pone contra lo aprobado por la Comisión Primera del Senado,  que convierte en criminales a los portadores del Sida que, conscientes del estado seropositivo, lleven a cabo prácticas que puedan contaminar a otros seres humanos.

Desde el proceso judicial ganado por trabajadoras sexuales en Chinácota, recientemente, en el que pedían seguir en ese oficio, el Gobierno ha otorgado a la Defensoría del Pueblo y la Secretaría de la Mujer apoyo para exigir que Migración Colombia y el Ministerio del Trabajo legalicen a esta población para que no estén expuestas a los riesgos de trabajar en la calle. El apoyo ha llegado solo a unos pocos.

Como ‘Minie Mouse’ y ‘Yuli’, son cada vez más las jóvenes que llegan a formar parte de este trabajo en las calles de Cúcuta, con la esperanza de encontrar la estabilidad económica que han perdido o que nunca han tenido. En muchos casos, dejan el amor propio, exponen la integridad física y olvidan la dignidad.

MAYLIN VARGAS – ANDRÉS DUQUE

DANIELA QUINTERO – DIANA HURTADO

Estudiantes de Comunicación Social

Universidad de Pamplona

Campus de Villa del Rosario

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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