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El interés por la historia y por conocer el surgimiento de las ciudades lo identificaban. Todavía lleva ese querer contarles a los que pasan, a los que lo ayudan y a los que se le acercan, la historia de por lo menos la ciudad donde viven. / Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co

PERFIL.  Luis García, viajero y charlatán, con mil historias por contar

En uno de los parques más antiguos de Cúcuta, sujeto de dos bordones, elegante y firme, pasa los días Luis María García Galvis, quien con claridad relata las historias de creación y surgimiento de ciudades como la Perla del Norte.

Las arrugas pronunciadas en el rostro y las cicatrices marcadas en la piel son reflejo de los 80 años de recorrido, experiencias, travesuras, investigaciones y lucha de este ‘hijo de Norte de Santander’.

Si son las 5:10 de la mañana y no está en el parque Nacional se siente un ser impuntual. El principal fundamento está en la puntualidad, porque “si un hombre llega a un lugar tarde, pierde credibilidad, pierde el sentido y esencia que lo hace hombre”.

Nació el 23 de octubre 1937, en Cucutilla, municipio al que no le tiene ningún tipo de afecto. Cuando tenía 14 meses de vida, los padres fueron víctimas del conflicto y se desplazaron a la capital del departamento. Su padre se dedicaba a tejer canastos que vendía en el centro y las pocas calles de la ciudad. La madre se dedicó a mantener ‘el rancho’ limpio y a tenerles la comida a tiempo. Se crio junto a su hermana María Cecilia, de quien tiene pocos recuerdos, porque tuvo que salir de casa joven. Nunca soportó que el padre llegara, los domingos por la noche, a pegarles.

Aprendió a tejer canastos como su papá. A los 8 años salió de casa. Antes, trabajó arduamente para conseguir el dinero que necesitaba para viajar a San Gil (Santander). Un tío materno lo recibió y lo puso a laborar en la pesca. Fue pescador por 12 años. Las marcas en la piel parecen como si cada pescado antes de dejarse atrapar, lo haya tatuado o le haya querido dar alguna demostración afectiva.

Las críticas le llovieron por ser charlatán y comunicativo. Tuvo que volver a Cúcuta y regresó con Teresa Maldonado, como esposa y madre de dos hijas. Tenía 22 años, trabajaba como ayudante de construcción y se consideraba apuesto. “Conquistaba a la que quería”. Cualidad que mantiene y se le facilita la interrelación con las mujeres, aunque hoy pide limosna en cercanías al parque Nacional.

Al recordar los momentos de felicidad, en el rostro se refleja que el sentido de su vida estuvo en viajar. A los 26 años, y al conseguir estabilidad laboral, decidió ser libre como una golondrina y ágil como el gavilán. Al hombre que tildaban de charlatán le había llegado la oportunidad de sobresalir y demostrar su habilidad. Viajó a Cali, Medellín, Bogotá, hasta quedarse en Boyacá. Llegó a Sutatenza, donde continuó como pescador.

Los pies están llenos de lodo, la ropa arrugada y la mirada profunda. Así, Luis es reflejo de que los destinos de la vida son claros y precisos. Este  hombre, hijo de Norte de Santander, fue parte de la segunda generación de la escuela de Radio Sutanteza. Aprendió a leer y a escribir mientras escuchaba los programas educativos y guiado por monseñor Joaquín Salcedo.

Cuando habla de esta etapa de la vida los ojos muestran una mezcla de  melancolía y alegría. El cuerpo se pone más firme que de costumbre, al recordar el honor y el orgullo que en su tiempo significaba leer y escribir. En las clases sobresalía, siempre que necesitaban información de alguna de las ciudades a las que había visitado, acudían a ‘María Lusa’, como lo apodaban.

El interés por la historia y por conocer el surgimiento de las ciudades lo identificaban. Todavía lleva ese querer contarles a los que pasan, a los que lo ayudan y a los que se le acercan, la historia de por lo menos la ciudad donde viven.

El mayor ‘tesoro’ son las hijas, a las que por querer viajar y disfrutar de la juventud impulsiva dejó en el camino de la vida. Luego de 12 años, quiso regresar, pero “desaparecieron. Pensé que las iba a encontrar y no estaba ni la ropa”.

Este viajero aterrizó de nuevo en Norte de Santander, donde con el conocimiento se desempeñó en Salazar de Palmas, Puerto Santander, Ábrego, Gramalote y Villa del rosario como dentista. “Con las chapas regalé sonrisas a viejitos como yo”.

El lodo metido en las sandalias y  la mugre de las uñas lo trasportan al lugar que lo vio envejecer. Vive en Cerro Pico (Cúcuta), en una de las casa más antiguas, y donde soportó el momento más trágico de la vida: quedarse solo. Un accidente lo dejó a la voluntad y la solidaridad de los cucuteños  que merodean el parque Nacional.

El frío que sintió cuando se golpeó en la columna contra una piedra, recordó las mañanas congeladas que vivió de joven en la capital del país, solo y triste. El dolor lo trasportó al lugar donde lo dejaron de amar. El accidente lo llevó a parar las actividades y a postrarse en una cama durante tres meses. Se valía por sí mismo o con la ayuda de vecinas.

Las noches son largas, es fanático a los programas de televisión y no duerme para no perderse ninguno. Entre los favoritos está el noticiero de las 11:30. Así, está actualizado sobre lo que ocurre en Colombia y el mundo. En el día trabaja y no tiene tiempo para ver otro noticiario.

La camisa clásica y el atractivo sombrero verde lo hacen ver elegante y como un hombre conocedor y apropiado para contar la historia de la ciudad que, “a pesar de lo desagradecido, siempre me recibió,  y estoy orgulloso de ser hijo de Norte de Santander”.

Cuando se sienta para descansar procura hacerlo en un lugar donde esté la gente. Empieza a hablar y aunque muchos no lo quieran escuchar, piensa que si se quedó en Cúcuta para morir es porque la ciudad quiere a alguien que la sepa comunicar. El fin es lograr que los cucuteños se sientan orgullosos.

La voz se torna ronca y en tono alto relata la fundación, la importancia de la ciudad para  Colombia en el sector del comercio, compara la Cúcuta de antes y después del terremoto, y recuerda a personajes históricos.

Se apoya en dos bordones para caminar y no abandona la bolsa con material reciclable. Aprieta la taza en la que recolecta las monedas que lo ayudan a sobrevivir y a sobrellevar la vejez. Ahí, en el parque Nacional, está el hombre que tiene mil historias por contar.

DANNY RIVERA

Estudiante de Comunicación Social

Universidad de Pamplona

Campus de Villa del Rosario

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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