El refranero popular es por antonomasia un compendio inagotable de sabiduría popular recogido en el paso lento de los años y sometido al más cáustico de los procedimientos verificadores de su justeza, como es su demostración en la cotidianidad. Se dice metafóricamente que no hay punto ni momento más delicado para cualquier situación que cuando está en la puerta del horno, casi listo para salir. Cualquier pequeña contingencia puede echar a perder un largo y complejo trabajo de elaboración.
Esto es lo que ha ocurrido con el fallo de la Corte Constitucional que puso en jaque el Acuerdo de Paz, según palabras textuales de Humberto de la Calle, jefe de la delegación del Gobierno y quien tuvo a cargo la responsabilidad de conducir los diálogos con las Farc-Ep, y llevarlos a la firma del presidente Santos, poniendo fin a una conflagración de más de 50 años.
Para el abogado español y asesor jurídico de las Farc, Enrique Santiago, este fallo de la Corte declaró inexequible los límites a los congresistas para proponer ajustes a las leyes que desarrollan el Acuerdo de Paz y le da pie a la oposición para que torpedee lo pactado en La Habana.
El Fast Track o vía rápida reduce el número de debates y la aprobación en bloques en el Congreso de los acuerdos de paz firmados por el gobierno con las Farc, trámite indispensable para convertirlos en leyes y aterrizar la implementación. Este mecanismo, aprobado en el 2016, hoy la Corte le pone límites a la aplicación, abriendo nuevamente el espacio para que dichos acuerdos de paz entren en el proceso ordinario de discusión y aprobación punto por punto y se les introduzcan modificaciones que pueden traicionar su espíritu, y de este modo activar de nuevo el conflicto que fue resuelto mediante dichos acuerdos.
Lo más delicado de la situación es que el fallo ha envalentonado a los enemigos de la paz, quienes desde el Centro Democrático del senador Álvaro Uribe han prometido volver trizas los acuerdos firmados entre el presidente Santos y la dirigencia de las Farc. Ellos fueron los que con mentiras en la publicidad electoral lograron ganar, en estrecho margen, las tesis por el No, en el pasado plebiscito.
Lo más grave de esta situación es que no se tiene en cuenta que el Acuerdo de Paz lo que busca, más allá de lograr la dejación de las armas por parte de las Farc, es iniciar la construcción de un nuevo país que sepa responder a las grandes demandas que en los temas de tierra, por ejemplo, debe hacer el Estado colombiano. Los sectores políticos identificados con los terratenientes saben que el Fast Track apunta fundamentalmente a lograr normativas jurídicas que entreguen tierra cultivable a las más de 800.000 familias que la están requiriendo de manera urgente con el fin de lograr su manutención y la de sus hijos y salir de la miseria en la que siempre se han encontrado. Este es el verdadero riesgo que, nuevamente, como producto de todas sus argucias, los instigadores de la violencia, el desplazamiento y la guerra logren ganar la partida y condenen a nuestra nación a 100 años más de injusticia social sobre los amplios sectores campesinos que están esperando una verdadera Reforma Agraria Integral.
Por eso es tan loable la franqueza y la valentía demostrada en estos días por Humberto de la Calle. No ha dudado un solo instante en considerar “grave” la situación y un “engaño” que pueden estar sintiendo los generadores del Acuerdo. Considera además, “ingenua” la estrategia del Gobierno de cifrar toda su esperanza en las mayorías del Congreso para evitar que se afecte el Acuerdo de Paz.
La propuesta de levantar una coalición por fuera del Congreso para defender la paz, tiene todo un sentido de responsabilidad ética e histórica con el país. La nación ha llegado a una encrucijada definitiva. O se comprometen los sectores más progresistas en un frente común que permita sacar adelante todo el cúmulo de puntos del Acuerdo en beneficio de la sociedad colombiana o inexorablemente, los sectores recalcitrantes y atrasados ganan con argucias el pulso leguleyo y nos estaríamos devolviendo a épocas de ingrata recordación.
En los tiempos que dirigíamos el Proyecto ‘Pedagogía de Paz’, de la Universidad Pedagógica Nacional, invitamos al profesor y destacado economista Salomón Kalmanovitz a que disertara en los campus acerca de la Reforma Agraria, en excelente conferencia demostró como en todos los intentos liberales por alcanzar una democratización en la tenencia de la tierra, los congresistas terratenientes habían logrado, con mil argucias, echarla para atrás. Por eso tienen razón quienes piensan que con el fallo de la Corte Constitucional otra vez se está repitiendo el ciclo.
Así las cosas, la sociedad colombiana debe convocarse para conformar una amplia coalición de fuerzas sociales y políticas que salgan a la palestra a defender los Acuerdos que recogen todo el espíritu de la Constitución política que considera un derecho y un deber la paz en Colombia, para evitar que se queme en la puerta del horno.
ALONSO OJEDA AWAD
Vicepresidente del Comité Permanente de los Derechos Humanos. CPDH.