CÚCUTA.- Hoy el tiempo se encarga de recordarnos el momento en el que llegaste al mundo para alegría de todos en casa. La niñita que recibimos con los brazos abiertos nos llenó de fuerza y nos llevó a agradecerle a Dios por la nueva vida que nos regalaba.
Han pasado los años y en cada instante compartido vemos cómo ha crecido el amor de tus padres y hermana, respaldado por el cariño de tíos, primos y demás familiares. Las primeras gracias se convirtieron en celebraciones con risotadas, porque nos colmaron el corazón y nos invitaban a ser felices a tu lado.
Los recuerdos se convierten en imágenes que repasamos minuto a minuto para volver a disfrutarlas. El primer llanto, la primera sonrisa, la primera palabra, el primer paso, la primera caída, el primer diente. Todo pasa por nuestra mente a una velocidad que quisiéramos detener para gozar de nuevo.
Cuando regresamos en el tiempo nos damos cuenta de que cada hora a tu lado ha valido la pena vivirla. Poco a poco creciste y nos hubiera gustado parar el calendario para seguir acariciándote como a esa criaturita débil que clamaba alimento; frágil que caía al intentar caminar; endeble que sufría con el clima y delicada que no soportaba una broma.
Los años avanzaron y te llevaron a la escuela para aprender a leer y escribir, sumar y restar, multiplicar y dividir. Esas idas a clase te abrieron caminos y te regalaron las amiguitas con las que te identificaste para entretenerte y pasarla bien. Qué podía preocuparte si tan solo eras una niña.
Luego, comenzaron a aflorar tus gustos por la comida, la manera de vestir, la música y los juegos. Las volteretas innatas se convirtieron en ejercicios; el esparcimiento en deporte, y la diversión en rigor deportivo. Esto te llevó, hija, a la gimnasia, disciplina en la que has cosechado éxitos y nos has hecho sentir orgullosos. Así es la vida, con caídas y levantadas; con llanto y sonrisas; con derrotas y triunfos.
Mientras esto ocurría en tu vida, en casa veíamos cómo crecías sin poder hacer nada para frenar el recorrido inexorable de las manecillas del reloj. Han transcurrido 15 años desde tu nacimiento. Al pronunciar ese número pareciera que ha pasado mucho tiempo, pero no es así. Esos 5.475 días se han quedado cortos para expresarte cuánto te queremos y todo lo que deseamos para ti en esta nueva etapa de la vida que comienzas al pasar de la niñez a la preadolescencia.
No dudes ni por instante en contar con nosotros, porque aquí estaremos para apoyarte y respaldarte en la búsqueda de tus sueños y en la consolidación como ser humano respetable y socialmente amable. Conserva los valores aprendidos en el hogar y alcanzarás la felicidad.
Dios te bendiga, Adriana Lucía, y te conduzca por los senderos de la dicha y la tranquilidad para que seas una mujer de cinco en conducta.
JESÚS EDUARDO MANTILLA