CÚCUTA.- Las Zonas de Frontera están creadas para facilitar un pucho de trámites, entre ellos el libre comercio, o al menos el libre tránsito de mercancías. En Cúcuta está en plena discusión, tanto en el Concejo como en el Congreso, para que se “cifren su esfuerzo en combatir formas de comercio ilegal a gran escala, defraudación aduanera, contrabando técnico, carruseles y formas conexas de lavado de activos, pero evitando legislar en perjuicio de los habitantes de las ciudades y municipios adyacentes a las líneas fronterizas”.
En el desarrollo esto puede significar que se debe combatir el contrabando y cualquier rasgo de ilegalidad, pero proteger al ciudadano que atraviesa el puente en bus, en mototaxi, a pie con el mercado de la quincena. Eso es perfecto.
Lo realmente preocupante es el alcance de los movimientos turbios dentro de la ciudad. Otro tipo de bandas criminales delinque desde el papel y los sellos para proveer cientos de matrimonios ilegales, tarjetas de identidad, cédulas, registros civiles, concubinatos y el documento que se necesite. En Cúcuta se mueven diariamente mil registros civiles falsos.
César (*), de 26 años, tiene esposa, está casado por lo civil en una notaría de verdad de la ciudad, responde por cinco hijos, tres propios y dos de Dios sabrá quién. Es vigilante de profesión, diseñador gráfico reprimido, cantinero, vago y cascarero (1).
Un local de teléfonos celulares es el mejor sitio que consiguió para entrar en el mundo de la falsificación. El hermano mayor le enseñó ‘el arte’ y la tía lo lleva ‘pegado’ en los registros.
Como buen cucuteño, quiere independizarse. Cada vez repara menos aparatos, pero hace más registros. Un documento, en promedio, le deja ganancia $ 10.000 de ganancia; un celular, entre $ 5000 y $ 8000. Depende del problema que tenga. Un concubinato cuesta de $ 60.000 a $ 80.000. Gasta $ 8000 en papeles. Las carpetas Cadivi ni se diga.
“Se lo entrego todo. Todo lo colombiano que piden allá (Venezuela). A buen precio son $ 400.000. Carta de residencia, cédula, lo caso, le hago hijos, le busco papá, mamá, todo lo que necesite. También, lo bautizo, le bajo la edad, le cambio el nombre, le hago la tarjeta azul o la rosada, lo que me pida”. La vergüenza no se deja ver ni en la risa burda que tiene.
Un cajón en la calle, un aviso de venta de minutos y reparación de teléfonos, una ‘chaza’ repleta de confitería y varios termos de tinto ocultan una realidad que expele ilegalidad en avisos de ‘se apostilla’.
En promedio, un negocio de estos genera dos o tres empleos indirectos, cada uno con ganancia diaria de hasta $ 200.000. No existe horario de entrada, no se requiere gran inversión y las ganancias son tangibles. Soluciones de calle a problemas existentes que el Gobierno pasa por alto.
(1) Cascarero. En el lenguaje delincuencial, persona que roba objetos de poco valor para el consumo de drogas.