CÚCUTA.- La mañana del martes 13, se vivió bajó tensión en Cúcuta. La Alcaldía ordenó el desalojo de los vendedores ambulantes de las calles y la reubicación en el Parque Lineal. Unos, acataron la sugerencia; otros, prefirieron manifestarse en contra de la propuesta oficial.
Maira, Jorge, José, Miguel, Ingrid, Maryuri y cientos de informales pasaron la noche en vela para cuidar el puesto que escogieron y en el que pasarán el siguiente año como informales. Compraron pintura o buscaron tiza para marcar con el nombre el cubículo de 1,50 metros por 1,20 metros.
Son conscientes de que deben trabajar y que lo mejor es acogerse a las medidas del gobierno cucuteño antes que salir a la calle a protestar y a hacerse maltratar sin justificación.
En cambio, Luis, Marta, María Cristina y otras decenas de compañeros de oficio decidieron manifestar el inconformismo y se arremolinaron en la calle 9 con avenida 6, donde se concentraron 40, 50 y hasta 70 agentes del Esmad para evitar desmanes.
No están de acuerdo con los planes que les propone la Alcaldía, reclaman el derecho al trabajo, gritan y maldicen al alcalde Donamaris Ramírez porque se sienten engañados por su política de recuperación de los andenes.
Los vendedores están divididos en dos grupos visibles. Los que aceptaron la propuesta, que son los que venden de la calle 8 hacia abajo, y los que rechazan la iniciativa, que son los que tienen los puestos de la calle 8 hacia arriba.
En el Parque Lineal los agentes se mantuvieron tranquilos, no se bajaron de las motocicletas y no pelearon. En el centro, los uniformados forcejearon, recibieron madrazos y necesitaron la presencia de un vehículo pesado para intimidar a los manifestantes.
Abajo, los secretarios de Desarrollo y Gobierno recorrieron el lugar, impartieron órdenes y recogieron los formularios de inscripción para hacerse a un puesto. Arriba, no hubo funcionarios, los oficiales de la policía patrullaron para imponer el orden.
Abajo, vivieron un ambiente de camaradería, hubo tiempo para chistes flojos, marcaron el piso y comenzaron a trabajar. Arriba, la tensión reinó en la mañana, las palabras subieron de tono y nadie sacó las mercancías.
Abajo, los dueños de bodegas ni se asomaron a la calle, la avenida se vio en su amplitud y los conductores transitaron con fluidez. Arriba, los empleados de los almacenes cerraron las cortinas de hierro, el paso vehicular fue lento y los taxistas recogieron impresiones ‘a la carrera’ para contarlas a los próximos pasajeros.
Abajo, el sueño es tener la oportunidad de trabajar, ganarse los mismos $20.000 de ayer, volver a casa con lo del mercado y esperar el mañana. Arriba, el anhelo es que los lleven a un sitio digno, que les den garantías para trabajar y que las ofertas para irse al Centro Comercial Las Mercedes sean reales.
Abajo, los hombres se encargaron de organizar los puestos, no hubo mayores groserías contra los encargados de imponer orden y no ocurrieron choques. Arriba, las mujeres asumieron la vocería, encararon a los agentes hasta con vulgaridades y tres o cuatro manifestantes resultaron maltratados.
Abajo, quedan las soluciones propuestas por el gobierno local: el triángulo en el Parque Lineal, el centro comercial Las Mercedes y el bazar La Sexta. Arriba, están el Oití, el parque Santander y el Palacio Municipal.
Al promediar la mañana, cada bloque tenía definido lo que haría. El alcalde Donamaris Ramírez no estuvo en la ciudad para ponerle la cara a la situación. Los andenes permitían el caminar desahogado de los peatones y la circulación por la avenida era fluida.
RAFAEL ANTONIO PABÓN