CÚCUTA.- Federico ‘El Ruso’ Mociulsky completa el dúo de asistentes que conformó Pablo Garabello, junto a Pablo Olguín, para cumplir la dura tarea de mantener al Cúcuta Deportivo en primera división. El argentino nacido en Buenos Aires habló de la carrera, la experiencia en Cúcuta, la buena percepción de la gente y la motivación más grande, su madre Ana, quien le inculco buenos valores y le dejó una frase que define su vida. El lugar preferido en la ciudad es El Malecón.
Esta semana, el grupo fue desvinculado del cuadro motilón.
¿Quién es Federico Mociulsky?
- Nací en Buenos Aires, el 15 julio de 1989. Cumplí 30 años cuando debuté en la Liga, frente a Rionegro. Amó el fútbol como profesión, y valoro y amo a mi familia, mis amigos, la gente que me rodea. Soy selectivo con mis amistades y creo que de eso se trata la vida, de rodearse de personas buenas que poseen los mismos valores que uno, estar siempre con quienes tienen nuestros afectos. Eso para mí es importante.
¿Qué recuerda de su infancia y qué tanto influyó el futbol en esa etapa de su vida?
- Desde que tengo uso de razón pateé una pelota. Recuerdo que mi padre me regalaba botines, era hincha de Ríver y tenía la ilusión que yo apoyara al millonario, por eso me compraba los uniformes de ‘la banda cruzada’ y de la selección argentina. Después, mi hermano y yo terminamos fanáticos de Atlanta, por cuestión familiar. Mi abuelo fue uno de los socios fundadores del estadio y quizás por eso la sangre tiró para ese lado. Mi familia es hincha de Atlanta, tenemos cariño especial por el club y tuve la oportunidad de iniciar mi carrera profesional ahí. De mi niñez tengo los mejores recuerdos. A los 15 años, falleció mi madre por cáncer de pulmón y es la persona por la cual sigo y que ha dejado en mí los mejores valores y buena educación. Me acompañaba a mis entrenamientos, a mis juegos, con mis hermanos nunca supimos quién era el preferido, pero estoy contento de tener los padres que tuve. A mi madre la extraño, la amo todos los días.
¿Cuál fue la mejor herencia que recuerda de su madre?
- Te hablo de mi madre e igualmente tengo que mencionar a mi padre. Desde chico los veía como si fueran un equipo perfecto, como si fuese una dupla técnica increíble. Mi mamá era alegre, de carácter fuerte, respetuosa, nos inculcaba el estudio, la importancia de decir gracias, buen día, por favor, el tener empatía con los demás. Eso para nuestra vida es importante. Uno siempre tiene que saber con quién habla, hay que ser cuidadoso y respetuoso con el momento que vive la otra persona, quizás los buenos valores y ser tolerantes fue lo más importante que me dejo mi vieja.
¿Desde qué momento empieza el fútbol a convertirse en su estilo de vida y a verlo como carrera profesional?
- No recuerdo haber tenido un punto de quiebre para tomar la decisión. Lo que sí tengo presente es que empecé a competir con la pelota en babyfutbol, que eran unas canchas pequeñas de cinco para cinco niños. Arranqué en equipos de barrio. Uno se quedaba toda la tarde en el club donde jugaba con los demás pibes de la misma edad. Estaba con mi hermano que también jugaba, con mis padres, mi hermana era la que sufría porque tenía que estar ahí el sábado aunque no le gustara el fútbol. Más adelante o al día siguiente seguían las competencias en cancha de 11. Tengo los mejores recuerdos, porque estaba rodeado de familia y amigos. De a poco, sin darme cuenta, empecé con las inferiores de Atlanta, y muy rápido me vino la oportunidad de debutar con 17 años. En ese momento no era consciente de lo que vivía y me siento privilegiado de tener mi primer partido con la camiseta del club que amo.
¿Qué recuerda de aquel primer partido como profesional?
- Debuté el 19 de mayo de 2007, en cancha de Armenio, con la camiseta 14. Entré cuando faltaban 15 minutos para que se acabara el partido. No sé si fue una mezcla de emoción o nervios que creo nunca volví a sentir de la manera que lo hice en mi vida. Jugué 15 minutos, pero para mí era como si hubiera jugado un partido completo y con alargue. Recuerdo que terminé ahogado, pero feliz de cumplir mi sueño de jugar profesionalmente.
¿Es cierto que usted conoció a Pablo Garabello cuando lo dirigió en las inferiores de Atlanta?
- Sí, es cierto. Llegó cuando tenía 15 o 16 años. Yo estaba en el club desde el 2003, y en el 2006 me dirigió en la sexta categoría de Atlanta. Estuvimos casi un año bajo el mando de Garabello. Fue un año espectacular, era exigente y pasional, algo que nunca ha perdido más allá de la gran carrera que tiene y eso habla bien de él. No renuncia a la esencia de lo que es cada uno. Conserva el sentimiento que uno le pone a la carrera o profesión.
¿Qué recuerda de su paso por Atlanta?
- En Atlanta tuve la oportunidad de participar en el partido con el que reinauguraron el estadio, porque durante mucho tiempo jugaba en estadios prestados debido a que la cancha estaba en construcción. Había un lleno total en el escenario, fue contra Español y ganamos 3-1. Participé en pocos partidos, logramos el anteúltimo ascenso que había tenido el club. Recuerdo el día a día, los amigos. Atlanta es un equipo maravilloso y para mí es el mejor del mundo.
¿Cómo llegó al Maccabi Yaffo, de Israel?
- Tuve poca participación en el torneo de ascenso y al estar joven, me había venido a buscar un empresario para llevarme a Turquia y otro para ir a Israel. Me decidí por Israel. Estuve un año, fue muy bueno porque maduré como persona. Tenía 22 años y tuve la posibilidad de jugar afuera. Disfruté un montón, he conocido otro país, otra forma de vida, no es tan diferente como mucha gente piensa, pero si la cultura es interesante.
¿Se le dificultó la adaptación a Israelí y a la cultura?
- No. Terminé por entender el idioma. El técnico en aquel momento era argentino, así que no tuve problema y fue fácil la adaptación. Igual uno se arregla con el tiempo y el contexto se puede acomodar a uno. De eso se trata la vida. Uno tiene que salir y afrontar las situaciones sin ningún tipo de excusas o limitaciones. Hay que sobreponerse a lo que la vida y el fútbol te ponen como prueba.
¿Cómo llegó y qué recuerda del paso por Argentino, de Merlo?
- Después de mi paso por Israel me quedé en Buenos Aires. Al no concretarse nada para seguir en el país asiático recibí el llamado de Argentino de Merlo y firmo con ellos. Cuando llegué a Merlo encontré un equipo más humilde que Atlanta, era lindo, disfruté mucho mi estadía ahí. Estuve dos veces, en 2012 – 2013 y 2016. Es un club de gente buena, con los problemas económicos típicos de equipos del ascenso argentino, pero la verdad la pasé bien.
¿Qué recuerda del paso por Atlético Regina, en Federal B?
- Me llevó un técnico que había tenido en Atlanta. Estuve ahí un año. Hicimos buena campaña, teníamos buen equipo, pasamos a segunda fase que para el club fue una hazaña. La gente en la ciudad nos trató bien. En cualquier lugar donde estuve conservé una amistad.
¿Qué recuerda del paso por Deportivo Madryn?
- Casualmente, jugamos con ellos el ascenso cuando vestía la camisa de Regina. Deportivo Madryn me llamó para estar con ellos, firmo y fui durante un torneo. Después, estuve lesionado, me dio pubalgia y jugué poco. El estado de ánimo del jugador cuando está parado cae. Tuve una experiencia desde lo humano muy buena, pero de lo deportivo no me llevé nada.
¿Qué recuerda del último club, San Martin de Burzaco?
- San Martin es un club del ascenso en Primera C. Estuve durante un año y no sabía que iba a hacer el último en mi carrera, porque me propusieron renovar y después, por cuestión del técnico, cambió la decisión cuando había dado mi palabra. Tenía otra propuesta, pero la deseché, porque teníamos un acuerdo. Se complicó encontrar equipo, estuve seis meses parado, así que di por terminada mi carrera. Opté por empezar a capacitarme en lo que me gustaba, que era la dirección técnica. Todo fue tan rápido y la vida me puso con mi primera experiencia como asistente en el club Liniers de Buenos Aires.
¿En dónde se preparó para asumir su rol en la dirección técnica?
- En las escuelas de AFA, en la Asociación de Técnicos Argentinos.
¿Qué diferencia el fútbol argentino del resto del mundo?
- El fútbol argentino es ganar o morir en el tema deportivo. Cuando lo vive desde chico, esa es la consigna, olvidándonos de las muertes injustificadas por aquellos que dañan el espectáculo. Cuando uno gana, puede caminar tranquilo, cobrar su sueldo con tranquilidad, para que un dirigente no te diga nada, es ganar para que un hincha no te robe o golpee a alguien de tu cercanía, es ganar y no hay de otra. Crecemos con esa consigna del exitismo y eso se refleja a lo que es Argentina como país. Carecemos de procesos políticos, económicos, culturales. Lamentablemente, nos toca vivir allá así y eso es normal. Cuando sales de tu casa es que te asombras y preguntas si era real todo lo que viviste siendo un jugador de ascenso. Pero si volviera a nacer y nuevamente me tocara vivir todo lo que hice, lo repetiría.
¿Cómo llegó la posibilidad de Pablo Garabello para acompañarlo a dirigir en el Cúcuta?
- Nunca perdí la comunicación con Pablo. Él estaba en el exterior y a pesar de eso el diálogo era constante. Nos preguntábamos como estábamos y nos felicitábamos por los logros de ambos. En diciembre había la posibilidad de venir, pero Pablo no pudo desvincularse de Pekerman. Cuando se logró la oferta nos juntamos en Buenos aires los tres. A Pablo Olguín si lo había escuchado, pero no lo conocía personalmente. Sabia dónde jugaba y yo tenía conocimiento dónde dirigía. Jamás hubo un encuentro hasta aquel día que nos reunimos y emprendimos este camino. Estamos felices con un ambiente de trabajo bueno, tenemos mucha libertad y cada uno puede opinar y decir su punto de vista. Aunque la decisión final la tiene Pablo, tenemos derecho a debatir de lo que vemos y llegamos a un acuerdo en común. Siempre hablamos de fútbol.
¿Cuál fue su primera impresión al conocer a Cúcuta y al equipo?
- Cuando llegué a la ciudad, lo primero que me llamó la atención fue el calor que hace. Es terrible, pero es una ciudad linda. La gente nos trata espectacular, nos recibieron bien. El plantel nos recibió de buena manera. Es un grupo dispuesto al trabajo, a cumplir objetivos, se entrega de manera admirable a cada función que se asigna y eso es respeto. Ellos lo tienen, porque trabajan de manera dedicada.
¿Qué opina de la hinchada del Cúcuta Deportivo?
- Es numerosa. Conocía al Cúcuta por la semifinal que jugó contra Boca, en ese momento tenía 16 años y recuerdo el partido del 3 a 1. Cuando se dio la posibilidad de venir, entré a internet y vi todo lo que el equipo mueve dentro de la ciudad.
¿Qué extraña de su país?
- Extraño la locura de cómo se vive el fútbol allá. No podría vivir en otro lugar que no sea Buenos Aires, ese es mi lugar en el mundo, es de donde soy, es recordar los domingos el asado con mi padre, mi familia, ver a mi sobrino, la gente que me rodea. Todo eso extraño.
¿La gente de Cúcuta es…?
- Exigente, porque entiende que tiene un equipo de gran convocatoria y quiere planteles que estén a la altura.
¿Es cierto que es aficionado a los tatuajes?
- Sí, me gustan. El primero que me hice fue el nombre de mi madre, a los 17 años, se llama Ana, junto con la frase: “Tu esencia en mí, me hace vivir”. Después, hubo uno en el brazo, en la pierna, posteriormente me tatué todo el brazo con cosas que representan para mí la vida. Otro es una frase dedicada de mi padre y así sucesivamente.
¿Qué le agradece a la vida?
- Le agradezco a la vida por mi familia.
¿Por qué el apodo de “El ruso”?
- Por mi apellido. Mociulsky es de descendencia rusa y en Atlanta me lo pusieron y quedó.
¿Qué identifica a un argentino en la calle?
- Su manera de hablar, de expresarse, que siempre lleva el mate. El argentino es único, espontáneo. Los argentinos vivimos acelerados, a mil por hora.
¿Lugar favorito de Cúcuta?
- El Malecón.
¿Si tuviera a su mamá de frente que le diría hoy?
- Muchísimas cosas, agradecerle, abrazarla, lo haría conocer a su nieto el hijo de mi hermano, poder darle un beso.
¿Cómo podemos describir a Federico Mociulsky?
- Soy buena persona, de buen corazón, buen amigo, hermano, ojalá un tío. Una persona que ama al fútbol, que vive pasionalmente este deporte y espera estar ligado durante toda la vida a la pelota.
JORDY ORLANDO CRUZ