Desde la Convención Interamericana de Lucha contra la Corrupción, pasando por la de Naciones Unidas y la de Soborno Transnacional, entre otras, Colombia ha adherido a diferentes mecanismos, con el fin de avanzar estratégicamente en la trasparencia y la integridad.
Y, es que uno de los problemas de la corrupción identificados por expertos es, justamente, el que tiene que ver con el aspecto ilegal y con la forma secreta de efectuarlo, lo que hace al mismo tiempo difícil de identificar y medir este fenómeno.
Bastante se ha hablado de la corrupción, como por ejemplo la corrupción sistémica (es decir, cuando hay alianzas entre crimen organizado y el Estado, o cuando se pierde la función de vigilancia y control de las entidades que deben efectuarla). También, está la corrupción de pequeños retornos (la de entregar certificados, Sisben, sobornos para eludir la ley, sobornos para recibir servicios gratis, licencias, vinculaciones a programas del Estado, entre otros favores, siempre mediante el engaño y el beneficio propio). Y, es tal vez, sin minimizar los efectos de langran corrupción, la que más hueco, la que más daño le hace a la sociedad.
Es hora de pensar en que más allá del beneficio personal o del ‘más fácil y más rápido’, es necesario que se tengan en cuenta el derecho y el beneficio colectivo antes que el particular. Digo esto, porque muchas veces no solo combatimos la corrupción, sino que también la alentamos.
Es fundamental efectuar controles preventivos y revisar las buenas prácticas de los sectores público y privado que impidan que quedemos forrados por este tipo de episodios, pues en últimas, no cabe duda de que la corrupción es más que el reflejo el espejo de la sociedad en la que vivimos.
ANDRÉS RAMÍREZ GALVIS
andres.ramirez.galvis@gmail.com
Foto: occupyamsterdam.nl