CÚCUTA.- El amarillo, poco a poco, se posicionó como el color que simboliza el deporte en Colombia. Ver una camiseta, una franela o una blusa con esa tonalidad despierta curiosidad, y ver dos, tres, cientos, millares, es sinónimo de pasión. Más cuando es la Selección la que juega en casa o como visitante.
Los colombianos tomaron prestado de la bandera este color y lo adoptaron para diferenciarse de los demás mortales. En el tricolor, según enseñaban en la escuela, el amarillo significa la riqueza de nuestro pueblo. Ahora, acompaña todo un sentimiento patrio.

Niños, jóvenes y adultos lucen el distintivo con orgullo y lo pasean por calles y avenidas, a pie, en moto o carro. Van seguros de que los hace sentir partícipes de sensaciones que solo viven los que lo llevan con honor.
Basta con saber que hoy juega la Selección para ver este atuendo en cualquier rincón de la ciudad. Los modelos no importan. Los años han transformado las presentaciones y la de hace una década luce tan actual como la que está en confección para el siguiente torneo.
Y si al estadio se va, se observarán tribunas amarillas, con escasos intervalos rojos, blancos y azules. En Norte y Sur las jovencitas saltan, en Oriente y Occidente los mayorcitos bailan. Ese ritmo se toma, se siente y se sigue, porque el amarillo impulsa.
Ese es el color del deporte, en general, y de la Selección, en particular. Es cierto, ocupa el tercer lugar en el espectro luminoso, pero es primero en el corazón de los colombianos.