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Los muertos no asustan, asustan los vivos. El pasado es pasado, vivamos el hoy, porque el mañana no ha llegado. / Fotos: contraluzcucuta

CONVERSACIONES DE ENTRE CASA. Algunos dirán que me robé el Cementerio, Guillermo González Amarilla

CÚCUTA.-En la infancia compró el uniforme para ser portero de fútbol y el mismo día del debut lo sacaron de la cancha para siempre. El equipo contrario, en pocos minutos, ganaba cinco a cero. El niño no quiso saber más de camisetas, pantalonetas y guayos. Creció, se hizo bachiller, empacó poca ropa y tomó varios transportes para conocer mundo.

Nació en Pijao (Quindío). A los pocos años la familia cambió de residencia y se trasladó para Aguadas (Caldas). A los17 años, se marchó y cuando había atravesado el umbral de los 20 años apareció en Cúcuta. Antes de llegar a la capital de Norte de Santander estudió en el colegio y algunos cursos corticos en el Sena.

  • Cuando llegué a Cúcuta hasta lavé carros, jodí, me volví arrastrador, fui 21 años presidente de la junta comunal del barrio San José (Cúcuta) y administrador del Cementerio Central durante 29 años.

Guillermo González Amarilla es uno de esos personajes que le hacen falta a la ciudad para que hagan historia. No conseguía trabajo y encontró en la asesoría a los venezolanos la oportunidad para ganarse la vida. Le gustó el oficio y se quedó. Era la época dorada del comercio cucuteño, cuando los vecinos llegaban en lujosos vehículos y con buena cantidad de bolívares para hacer compras. Eran clientes apetecidos.

Esos momentos los vivió en la calle 12. Fue la mejor época de la vida. Los arrastradores aguardaban ansiosos la llegada de los compradores para guiarlos, asesorarlos y ayudarlos en la adquisición de mercancías. Al terminar la mañana, tenían las ganancias en el bolsillo. Era el turno de gastar a manos llenas, porque al día siguiente tendrían una suma de bolívares similar o mayor.

  • La gente era tan sana, que la invitábamos al almacén y aceptaban. Ahora no, ahora van con miedo.

En 1983, la ‘gallinita de los huevos de oro’ murió. Guillermo abandonó el centro de la ciudad y se refugió en el barrio San José. Lo reeligieron en varios periodos como presidente de la junta comunal. Ideó actividades para estar ocupado y ayudar a la comunidad. Algunas obras perduran, otras, entre el tiempo y el descuido, han perdido vigencia.

Aunque confiesa que no le gusta la política, también acepta que trabajó gustoso en el movimiento Unidad Liberal, dirigido por Félix Salcedo Baldión. Quizás esos acercamientos le valieron para que el alcalde Jairo Slebi Medina, compañero en la época de arrastrador, lo nombrara administrador del Cementerio Central.

  • La gente recuerda mi labor. Unos dirán que me robé el Cementerio; otros, que era jodido y malgeniado, me importa un carajo. Lo cierto es que lo rescaté a punta de limosnas.

La experiencia ganada en esas casi tres décadas al frente del campo santo lo llevan a decir que a Cúcuta le hace falta un lugar para enterrar los muertos. Según su mirada, el Covid 19 dejó al descubierto la carencia de ese sitio. En su administración enterró, en promedio, 1300 cadáveres. De esos, 300 no eran reclamados por familiares.

Entre Los problemas que afrontó en el Cementerio están los causados por prohibir el ingreso en pantaloneta y blusas sin mangas. La decisión la tomó porque creyó que la gente tomaba el lugar como un balneario o una plaza de mercado. Lo demandaron por intransigente, no perdió en los estrados judiciales.

En una ocasión, una mujer lo amenazó, porque no la dejó vender cerveza adentro. Le dijo hasta de qué mal moriría. Otra, que enterraba unos muñecos, lo maldijo con que lo secaría hasta morir. Muchos años después, Amarilla goza de buena salud y ha soportado varias intervenciones quirúrgicas.

  • Vi enterrar mucha gente y muchas veces parecía el Viejo Oeste, tiros iban y venían.

De los personajes cucuteños le dio sepultura a Enrique ‘La Marrana’, María, Cone. Elisa fue enterrada en el cementerio de San Luis y Candelo recibió entierro de primera. Entre las tumbas más visitadas destacó la del Mico Izasa, Antonio Yáñez, una enfermera, la señora que dormía en un ataúd, la de un niño y la del negro Tomas.

El Cementerio le dejó lindos recuerdos como líder y por el trabajo que emprendió por Cúcuta. Peleas y demandas, a granel. Ayudar a los desprotegidos, vestir a niños en la Primera Comunión, repartir mercados y hacer obras sociales.

Entre lo que no hizo está el no haber conseguido los hornos crematorios, a pesar de que los prometieron.

¿Qué le quitó el Cementerio?

  • Mi vida. Trabajaba sábados, domingos y festivos. Eso nunca lo cobré.

Otra pasión de Guillermo González era el Cúcuta Deportivo. Asistía a los partidos en el General Santander y repartía balones, pitos, dulces. Las malas presentaciones del once motilón lo alejaron del estadio. Ahora, está orondo con el Once Caldas. Va poco a fútbol.

Goza de la pensión y gasta el tiempo y los ingresos en paseos por Colombia. Toma fotos y las monta en la cuenta de Facebook. Le gusta levantarse a las 5:00 de la mañana para accionar la cámara.

La gente lo recuerda como jodón. Prefiere que lo reconozcan como frentero, porque ese fue su estilo. Habla rápido, pareciera que no piensa para soltar la sarta de palabras y se detiene con una sonrisa. Y quiere aprovechar que los cucuteños lo reconocen para darle rienda suelta a la aspiración de ser concejal. No dará puestos, ni repartirá plata, ni ofrecerá dádivas. Será solidario y humanitario.

¿Lo ha asustado un muerto?

  • Los muertos no asustan, asustan los vivos. El pasado es pasado, vivamos el hoy, porque el mañana no ha llegado.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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