Es una historia real, la decadencia del sistema de salud. Para estos días ha llegado a niveles de muy alta preocupación el deterioro en la prestación del servicio, en estos puntos críticos: las citas médicas, el suministro de medicamentos y la atención hospitalaria.
El sistema actual, producto de la Ley 100 de 1993 “Por la cual se crea el sistema de seguridad social integral y se dictan otras disposiciones”, fue gestado por el entonces ministro de salud Juan Luis Londoño y defendida en el Congreso de la República como ponente por el senador Álvaro Uribe Vélez. Desde su aplicación alcanzó como mayor objetivo la universalidad en la prestación de los servicios de salud por medio de los sistemas contributivo y subsidiado.
Esta ley cambió, fundamentalmente, la prestación de los servicios de salud y dejó de lado la forma antigua a cargo de los “hospitales de caridad”. Se facilitó el acceso a procedimientos de alta complejidad y se extendió a la gran mayoría de los colombianos la atención. No obstante, los inconvenientes identificados cuando se tuvo que recurrir a las tutelas para conseguir medicamentos, procedimientos diagnósticos o terapéuticos, se le reconoció como sistema eficiente.
La falta oportuna de giros a las EPS ha crecido de manera tal que las asfixian o, en otros casos, como ha ocurrido con Sanitas y la Nueva EPS, fueron intervenidas con el propósito de mejorar la prestación de los servicios; lo cual, sin embargo, no ha ocurrido. No se había visto hasta antes de la crisis actual la modalidad denominada “medicamentos pendientes”, que ahora son la constante y pasan los meses sin que los operadores de las farmacias hagan la respectiva entrega, lo cual perjudica a los pacientes que tienen que suspender tratamientos para patologías crónicas, con el consiguiente empeoramiento de la salud.
Las historias abundan con relación a esta modalidad, lo mismo que con la carencia de citas médicas, en especial con los especialistas. Con la expresión “no hay agenda” todo queda ahí y pasan meses sin que se otorguen esas citas. Todo, porque no hay contratación con especialistas a quienes tampoco les han pagado cuentas atrasadas.
Es frecuente que clínicas y hospitales suspendan la prestación de los servicios. Solo una razón es el fundamento de tal conducta, las cuentas por pagar suman miles de millones de pesos y así no pueden funcionar.
La reestructuración del sistema de salud, según el Gobierno, tiene cimiento en la eliminación de las EPS, hacerlas casi desaparecer del sistema para darles funciones de gestoras, lo cual significa escasa participación en la atención de salud y centralizar el manejo del presupuesto en una sola entidad: ADRES. Al ministro Guillermo Jaramillo le suena que podríamos volver al ISS. Son políticas regresivas a un pasado de fracasos. El Presidente, también, quiere devolvernos a la época de Telecom. Todo con un solo fin, el Estado como manejador y ejecutor único de los servicios públicos.
El sistema actual de salud resiste cambios y hay que hacerlos con sentido común para que produzcan los frutos esperados, pero no son los cambios nacidos de una ideología que harto ha probado que no sirve, que es obsoleta y que destruye todo, con el afán de entregarle el dominio al Estado abriendo otro boquete que desemboca en la corrupción.
Jorge Pabón L
@paboncito
 Contraluz.CO Sólo Periodismo
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