Hay mucha preocupación en sectores de la sociedad colombiana acerca de la inestabilidad que corre la seguridad alimentaria de la nación luego de la implementación de los tratados de libre comercio TLC con Estados Unidos y la Unión Europea. Y no es para menos, porque es una verdad de a puño que la agricultura colombiana no tiene las condiciones de alto desarrollo tecnológico y de ayuda económica e infraestructural que si tienen y ofrecen los países del primer orden mundial.
Por estas razones, cuando se dieron en el país las reuniones y las discusiones en el Congreso de la República sobre la viabilidad inmediata de poner en marcha el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, en representación de la Universidad Pedagógica Nacional y como director del Programa Pedagogía de Paz manifesté la preocupación que tenía la Universidad si se llegaba a implementar este Tratado sin contar con la presencia decidida y comprometida del Estado colombiano con los campesinos, que desde esa época preveíamos que iban a pagar los ‘platos rotos’ de una decisión apresurada y estimulada por los capitales financieros que son los que se aumentan a costa de los sectores empobrecidos.
Además, decíamos que si se iba a inundar la economía agraria con productos subsidiados desde Estados Unidos eso llevaría a un desestímulo de los productores agrícolas colombianos, al no poder competir con los productos en igual de condiciones en el mercado nacional.
Y al desestimularse a los campesinos, que son los que producen nuestros artículos básicos de la canasta familiar como papa, frijol, maíz, café y arroz, entre otros, la producción nacional caería y entraríamos a depender de los precios que nos quisieran imponer los países del Norte que son en últimas los que tienen la capacidad de producir a granel.
Entonces, con un campo abandonado por los campesinos, porque los productos no son competitivos, nadie se encargará de la producción agrícola y la Nación terminará inexorablemente dependiendo de los mercados internacionales para satisfacer las urgentes necesidades alimentarias. De esta forma pasaríamos a causa del Tratado de Libre Comercio a perder nuestra autonomía alimentaria que en otros términos es la seguridad alimentaria de la Nación.
Por eso, tiene razón la protesta campesina que en semanas pasadas cobró tanta fuerza y que paralizó al país al sostener entre uno de los puntos vitales la obligación que tiene el Gobierno de garantizarles un precio justo de sustentación para que la producción agrícola siga siendo rentable.
Este hecho debe llevar al Gobierno a entender la urgente necesidad de aplicar las salvaguardas que como mecanismo de protección a nuestra producción agrícola quedó consignado en los Tratados y si esta medida no da los resultados que esperan los campesinos y la población colombiana se debe implementar con urgencia, autonomía y capacidad soberana el artículo 23.4 del Tratado de Libre Comercio que dice: “Cualquiera de las partes podrá poner término a este Acuerdo por notificación escrita de una de ellas”.
Estamos notificados de la emergencia estructural que vivimos. El Gobierno debe entender que las múltiples protestas que se presentan con indígenas, estudiantes, campesinos, sector de la salud exigen atención y soluciones inmediatas. Un gobierno no puede perder la confianza de la gente si quiere conducir a la nación colombiana hasta el puerto seguro de su destino.
ALONSO OJEDA AWAD
Exembajador de Colombia