La inclusión de la ciudad en un programa piloto como el de ‘Ciudades Sostenibles y Competitivas’, es una oportunidad para reenfocar los planes de desarrollo, priorizar recursos, redireccionar de manera eficiente el crecimiento bajo criterios de sostenibilidad y competitividad, reelaborar la estructura de programas de educación y hacer un desarrollo compatible con el entorno. Además del aprendizaje que hubiera recibido un equipo interdisciplinario de profesionales de la Cúcuta, con teorías y proyectos de última generación, de actualidad. Desde donde se le mire, la ciudad, nuestra Cúcuta hubiera recibido una inyección de modernidad, de formación profesional y de recursos para ese conocimiento. Hubiéramos sido una ciudad para emular.
Cúcuta no está en ese grupo de cinco ciudades. A Donamaris se le informó por diversos medios. Entiendo, uno de los secretarios se lo comentó. Un senador me ha escrito que también habló del tema con él.
Me sorprende que nuestros representantes en el Congreso digan ahora que no pueden imponerle nada al Alcalde, que solo le sugieren, le recomiendan y que es el Alcalde quien toma la decisión.
Es bien conocido, cómo los congresistas se imponen sobre quién sea cuando algún asuntillo de su interés se convierte en prioridad de su gestión: un proyecto civil, un nombramiento o el cobro de una comisión. Esa ha sido la historia en Colombia.
En los 90, formé parte de 45 becarios sobre la ciencia de la conservación y biodiversidad, organizado y pagado por la fundación gringa WCI, Inderena y el Colegio Verde de Villa de Leyva. Cuarenta biólogos, forestales y economistas del país, fuimos encerrados durante un mes en el Santuario de Flora y Fauna en Iguaque. Uno de los módulos fue una charla dictada por un economista con maestría en medioambiente en Yale, asesor en ese momento de Planeación Nacional. El hombre nos contó una anécdota de cómo Virgilio Barco Vargas, entonces presidente, aburrido de que la bancada nortesantandereana se aprovechara de la amistad y se le parqueara por horas para ser recibida solo para oír y escuchar cuentos que un congresista echaba del otro y duraban toda la tarde en Palacio.
Barco Vargas, “mamado” de esa dinámica, le ordenó a uno de los secretarios que les dijera a los nortesantandereanos que no tendría tiempo para recibirlos, si no llegaban con proyectos en concreto, por escrito, cumpliendo con las normas técnicas de un trabajo de esta clase. Curiosamente, los nortesantandereanos no volvieron.
Por el contrario, la bancada paisa, independientemente de sus diferencias regionales, se iba en gallada y entre todos gestionaban recursos para su región. El resultado, los antioqueños se llevaron en ese año el 51 % de la inversión nacional en carreteras.
Cuando uno va a Medellín, se siente en otro país. Medellín es la primera ciudad de Colombia que implementa un parque tecnológico y para los que no saben qué es eso, quiere decir que la ciudad se convertirá en un punto de inversión en tecnología de informática, celulares, computadores, desarrollo de software. Hewlett-Packard va o está montando una planta ensambladora de PC en Medellín. Eso se traduce en oferta de empleo, en inversión en la región y en empleo de primera calidad para profesionales. Para ello, es necesario trasformar la estructura educativa de la ciudad, el aprendizaje del inglés a cualquier nivel, mejoramiento de los niveles de calidad educativa en matemáticas, en física, en comprensión de lectura y análisis de lo que se lee.
De todos los candidatos a la Alcaldía de Cúcuta el año pasado, ninguno, ninguno, tenía un plan de desarrollo educativo para Cúcuta. La información sobre el tema era de una pobreza absoluta. Solo se basaban en la intención de ampliar los cupos en escuelas y colegios públicos. Si en Cúcuta no se da un viraje de 180 grados en materia educativa, la ciudad no será competitiva y todos sabemos el nivel de nuestra educación en el bachillerato y en las universidades de la región. Estas últimas, las públicas, totalmente politizadas.
Quien quiere leer que lea: no tenemos líderes con visión. Las oportunidades les pasan por el frente y no ven la importancia, se dedican a la política de parroquia, a repartir puestos, contraticos y a cobrar las comisiones. Carecen de un programa y de objetivos concretos de adónde quieren llevar a la ciudad y al departamento.
Se perdió una oportunidad única para la ciudad. La miopía y la visión obtusa de nuestros políticos se traducen en la continua y permanente decepción y frustración para nuestra región. Algo más diciente que lo que le ha sucedido a Gramalote no puede haber en Colombia. Esa situación es el ejemplo más grande de incapacidad de gestión, de negligencia, de incompetencia. A eso están reducidos los líderes de Norte de Santander y eso se da a cualquier nivel. Pobreza absoluta en la mente de nuestros dirigentes. Qué podemos esperar.
ALEJANDRO GUERRERO LAVERDE
http://www.observatoriourbanocucuta.org/columnistas/alejandro-canal/81-una-oportunidad-perdida