CÚCUTA.- Daniela Fernanda viste franela blanca y bluyín. Cubre la cabeza con una gorra negra a medio ajustar. Es joven, recién acaba de salir de la niñez. Está parada en la tarima, espera que suene la pista de la canción que interpretará en compañía de cuatro jóvenes que lucen una vestimenta similar. Parecen colegialas.
La música truena y las muchachas comienzan a contar la historia de ‘Nuestro barrio’. Viven en la Comuna 6, son de estratos cero y uno, estudian secundaria y forman parte del proyecto de convivencia que impulsa el colectivo ‘Quinta con Quinta’, dirigido por Ahiman.
La letra de la canción, a ritmo de hip hop, está basada en las experiencias de la juventud del barrio Simón Bolívar. La compusieron en ocho jornadas de trabajo, los sábados, y cada cual aportó una palabra, una frase, una oración para llegar al producto final.
El colectivo Quinta con Quinta, se formó hace seis años en Cúcuta, organiza actividades que tengan que ver con música y talleres en clave de convivencia. La labor la ha extendido a Gramalote y El Zulia. Para llevar a cabo el proyecto en la Comuna 6 tuvo apoyo de la universidad Simón Bolívar, y la agencia alemana GIZ aportó la financiación para la grabación de la canción.
‘Nuestro barrio’ fue escrita y compuesta por los jóvenes, y narran lo que es su barrio. En los ocho sábados hablaron de la historia, del proceso, que querían del barrio, que no les gustaba, que querían ver más adelante.
Una de las conclusiones de esas jornadas es que a pesar de ser niños y jóvenes deben aprender a decir no a la guerra, a las drogas, al maltrato infantil, a los grupos guerrilleros, a la prostitución, a las armas, a la vida fácil, a los delitos. Y decirle sí a la vida.
Alguien decía una frase y otro complementaba con una palabra para que rimara al final. Buscaron cómo mantener el sentido de lo que querían expresar, denunciar o proponer y ubicarlo en el texto con métrica y ritmo.
La Quinta con Quinta hizo el acompañamiento. Los insumos, las ideas, el sentir y el pensamiento los pusieron los muchachos. En el proyecto trabajaron 30 jóvenes. El grupo se dividió. Los pequeños se fueron por la pintura y los más grandes por la música. El proceso deja un consolidado.
“Estos niños están empuñando en su alma y su corazón el arte. Algo que les va a quedar claro es que a la guerra se le dice no. Ahora son menos propensos a caer en cualquier grupo armado. No tienen nada que ver con las armas. El arte urbano, bien elaborado, educa también”, dijo Ahiman.
Daniel Fernanda, estudia octavo grado. Sus compañeras también van al colegio. Bajó de la tarima para darle fuerza a la interpretación y para meter en la historia al público, compuesto también por jóvenes que llevan el uniforme del plantel al que pertenecen. Hablan el mismo idioma y la canción los une a pesar de las diferencias sociales por vivir en comunas distantes. Terminó la pista y se apagó la música. El mensaje está dicho.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
Fotos: MARCO SÚA