CÚCUTA.- En Tierra Alta, caserío del Alto Sinú, un adolescente soñaba con ser médico para seguir la profesión del padrino. Estaba encariñado con la medicina y en los pensamientos se proyectaba como cirujano. Un día despertó y no se vio cubierto con la bata blanca, sino vestido de sotana.
El muchacho, a pesar de la reprimenda de los amigos “¿Por qué te vas a ir de cura?”, y de las amigas “¿qué te ha dado? ¿Por qué te vas?”, siguió el llamado de Dios por intermedio del misionero Gumersindo Domínguez, quien acaba de cumplir 96 años, venido de Burgos (España).
El religioso lo sacó del camino mundano que creía recorrería por el resto de la vida y lo hizo ‘cirujano de almas’. Las palabras del misionero lo pusieron en el seminario menor de Montería para estudiar bachillerato. Lo recibió el arzobispo José de Jesús Pimiento. De ahí en adelante se dedicó a consagrarse al servicio de Dios.
El joven aquel acaba de cumplir 20 años de obispado. El 18 de enero de 1994, en la Catedral de San Jerónimo, en Montería, el nuncio Paolo Romeo le confirió la plenitud del sacerdocio, imponiéndole las manos y ungiéndolo para unirse al colegio apostólico, sucesor de los apóstoles. El papa Juan Pablo II le confirió el título de Obispo.
Sacerdotes, seminaristas y laicos participaron en la celebración de las dos décadas del obispado de monseñor Julio César Vidal Ortiz, en la catedral de San José, en Cúcuta. Hace 40 años se vistió de sotana y jamás pudo zafarse de esa vestimenta aunque en algunas circunstancias quería hacerlo.
“Mi vocación fue un regalo grande del Señor y contra toda concepción humana. Nunca había pensado en el sacerdocio”. La revelación la hizo en la homilía de la eucaristía preparada para la ocasión.
El papa Benedicto XVI le encargó la Diócesis de Cúcuta. Aquí lleva dos años y cuatro meses y ha ordenado a 20 sacerdotes. Es el octavo obispo que ha servido a la Iglesia Particular. “Nunca pasó por mi mente que sería Obispo de Cúcuta”.
En los pensamientos estaba cualquier diócesis de la Costa Atlántica, donde vivió y se movió por mucho tiempo. Hoy, está agradecido por el recibimiento y el trato recibidos en la capital de Norte de Santander. “No he extrañado el bocachico del Sinú, ni el mote de queso, ni el patacón pisao”. Aquí, los cucuteños lo han hecho sentir como en casa.
Monseñor Vidal Ortiz resumió en tres palabras su vida sacerdotal y que brotan de lo más profundo del corazón. “Gracias, contemplación y propósito”.
Gracias. A Dios, por el llamado para el ministerio sacerdotal y a los hermanos sacerdotes que lo acompañan.
Contemplación. “El ministerio del sacerdocio, del episcopado, nadie se lo merece. Ni nadie por sus cualidades, inteligencia y capacidades puede decir Señor aquí estoy yo. Es un don que Dios da a quien quiere y cuando quiere y en el momento que quiere. Ninguno de nosotros, ni siquiera el Papa, puede enorgullecerse de su vocación. Es Dios el que llama”.
Propósito. “Si el Señor me ha traído a estos 20 años de episcopado tengo que renovar como sacerdote mi compromiso”.
RAFAEL ANTONIO PABÓN