CÚCUTA.- Ludy Higuera, de 31 años, creció en una familia llena de valores. Tuvo una infancia feliz, llena de respeto y tolerancia. Se caracteriza por ser trabajadora, sociable, sonriente y siempre ve el lado positivo de las situaciones. Ha tenido tres maridos y los tres la decepcionaron sentimentalmente. Esas incomprensiones no le impidieron ser fuerte y salir adelante en las adversidades.
Se enamoró del primer novio y fue el primer marido. Se fueron a vivir, porque veía en ese hombre lo que buscaba formar un hogar. “De novios, era un amor. Nunca imaginé que cuando viviéramos se mostrara conflictivo”, relató y sonríe. En la mirada refleja la tristeza de aquella época. Esa primera pareja resultó ser machista, intenso y celoso.
Siempre se preocupaba por ser excelente mujer, aunque el compañero no veía el esfuerzo que hacía. “Era dominante, era de los que poco aportan en la casa, de los que ni raja ni presta el hacha”, dijo y volvió a sonreír para explicar que el dolor está superado.
Era la cabeza del hogar, se desenvolvía en el trabajo con agilidad. Sabía que debía responder en la casa a falta de la decisión del exmarido. Soportó golpes y violencia verbal y sicológica.
Se separó cuando se dio cuenta de que no podía seguir en esa situación. Tiempo después, llegó el segundo marido con el que la situación fue igual. La relación no duró mucho y decidió terminar antes de tener que pasar por lo vivido años atrás.
Un día decidió darse otra oportunidad y aceptó al tercer marido. Esperaba ser rescatada de la violencia y de los malos recuerdos vividos. Como si estuviera destinada a tener que ser desdichada en el amor, la historia se repitió.
El actual marido, César, al inicio fue el hombre ideal, cariñoso, comprensivo y aportaba al hogar. Los años lo cambiaron por otro ser y se tornó agresivo. Empezaron las agresiones físicas, económicas y sicológicas. “Excepto sexual”, aclaró Ludy. “Siempre le preguntaba por cómo estaba, qué necesitaba, qué quería. Me esforzaba porque estuviera contento; pero me respondía con agresividad, nada de lo que hacía le gustaba. Esas eran las respuestas de amor”, dijo con ironía y una mirada pícara.
A tal extremo llegó la violencia que le dejó una secuela física. Un hoyo en la frente le recuerda el puño que le dio en una ocasión mientras discutían. Esta actitud fue el colmo para esta mujer y decidió separarse. Durante el tiempo que permanecieron alejados, César se dio cuenta del valor que representaba Ludy Higuera y que había perdido por culpa de la agresividad. Hicieron un pacto y juró nunca más volver a discutir.
Y como si se tratara de un cuento, hay un final feliz. Ahora están bien, viven en armonía, son un equipo y César aprendió la lección.
MILDRED MOLINA
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Fotos: MARCO SÚA