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CÚCUTA.- El Día sin Carro y sin Moto, decretado por la Alcaldía de Cúcuta para prevenir mayores daños al aire que respiran los cucuteños, dejó varias estampas que reflejan los momentos vividos en la ciudad.
La pareja llegó en bicicleta al parque Santander. Luego de rodar por las calles y avenidas el destino ideal era la plaza mayor de la ciudad. Ella, tranquilla y colaborativa, posó para la cámara del compañero que luchó con el sol para hacer la mejor toma y guardarla como recuerdo de aquel jueves sin carros particulares en las vías.
El ciclista pudo pararse tranquilo, delante de los taxis, mientras aguardaba el cambio de luces en le semáforo. No tenía detrás al afanado conductor de carro particular que quiere recuperar a ‘pito entero’ los minutos perdidos para llegar al trabajo.
Sin afán, sin contaminación, sin ruido. Así es como debería ser la cotidianidad para desayunar en la calle, sentado en una silla, frente al carro en el que se ofrecen las delicias de la culinaria informal. Una empanada valluna o un pastelito de garbanzo, una papa rellena o un buñuelo caen bien con agua de panela, avena o masato.
Los amantes de las bicikpital atendieron el llamado de la empresa de acueducto y alcantarillado de Cúcuta y salieron a rodar por la ruta trazada. Ataviados con los implementos deportivos, los ciclistas aficionados alegraron a los transeúntes que detuvieron la marcha un instante para observarlos mientras pedaleaban. El recorrido hizo parte de la programación de Aguas Kpital para ambientar la jornada sin carro.
Los taxistas asumieron el papel protagónico en la jornada. Mientras los vehículos particulares permanecieron en reposo, los carros amarillos se vieron de Norte a Sur y de Oriente a Occidente. Tuvieron un día para reponerse de los momentos negativos. Los rivales, esos que atienden por aplicaciones, no salieron a la calle y los usuales pasajeros de esos automotores tuvieron que optar por los taxis. A pesar de estar solos no dejaron la costumbre de aprovecharse del usuario y cobraron la ‘prima del pescado’ por adelantado.
Ni siquiera el Día sin Carro se libró de la ‘guerra del centavo’ que protagonizan a diario los conductores de busetas. El afán de mejorar los ingresos los lleva a manejar de la peor manera, sin acordarse de que en la parte posterior tienen un número telefónico pintado al que los pasajeros pueden llamar para elevar quejas por comportamientos bruscos. Aquí, el ejemplo claro. Semáforo del cruce entre las avenidas al Aeropuerto y Las Américas. ¿Culpable? La intolerancia que viaja a gran velocidad en transporte púbico.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
