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CÚCUTA.- La Banda Departamental de Músicos Santa Cecilia envejeció. Y no solo en la edad de los integrantes, también los instrumentos y los atriles son los mismos que se utilizaron hace dos décadas, antes de desaparecer del ámbito cultural de Norte de Santander.
Evaristo Laguado ingresó a la Banda en 1984, han pasado 40 años y mantiene la preocupación porque la agrupación no se acabe para siempre. El sueño musical que alberga es volver al primer lugar en los actos conmemorativos locales y regionales, y que en las posesiones de gobernantes, en las universidades y en la Casa del General Santander retumben oboes, flautas, clarinetes, requintos, clarinetes bajos, saxofones sopranos, altos, tenores y barítonos, trompetas, trombones y tubas.
El uniforme que recibieron hace cuatro años lo mantienen impecable. Está listo para complementar la ilusión que atesoran con el ofrecimiento del gobernador William Villamizar, porque está interesado en recuperar esa parte cultural. En 1999, en la administración de Jorge García-Herreros (1997 – 2000), se cerró el Instituto de Bellas Artes. Automáticamente, se acabó la Banda Departamental.
Pasaron por la Cúpula Chata Juan Alcides Santaella (2001 – 2004), Luis Miguel Morelli (2004 – 2008), William Villamizar (2008 – 2010), Enrique Ramírez Yáñez (2010 – 2011), Adalberto Palacios (2011 – 2012) y Edgar Díaz (2012 – 2016) sin que se conmovieran por la carencia de la agrupación musical. Dieciocho años después, se reactivó.
“Se vivió un abismo grandísimo. Cada músico buscó cómo subsistir en orquestas, papayeras, agrupaciones, pero nunca hubo acercamientos para ensayar, porque no había quién los uniera. Jesús Zambrano apareció en el 2018 y fomentó la unión”, dijo Evaristo Laguado.
A la convocatoria respondieron 36 integrantes. Ahora, hay 33, se fueron tres. Ingresaron 12 jóvenes. Hay cuatro o cinco músicos enfermos, a quienes la música los incentiva, les despierta las ganas de vivir y de seguir soñando, porque todavía sueñan.
Las puertas de la Banda se han abierto de par en par para que entre la renovación. “Lo que pasa es que la renovación no puede hacerse con las uñas. A los muchachos hay que pagarles. Hay muchachos buenos, pero no hay acoplamiento”.
Por esa carencia económica no pueden incluir a los nuevos en el proyecto, porque el presupuesto no alcanza. Los tienen en preaviso para ser los remplazos de algún integrante por muerte o por cansancio. Serán suplentes en la nómina musical.
“Los instrumentos son los mismos de hace dos décadas. No ha habido oportunidad de comprar, porque son costosos. Cada uno vale más de $ 5,0 millones. No podemos decir que es facilito meter a algunos. Están los mismos atriles”. El otrora Instituto de Cultura y Bellas Artes era bueno y apoyaba. Las presentaciones eran apoteósicas. Ahora, los contratos que reciben llegan por intermedio de la Secretaría Departamental de Cultura.
Hace cuatro años les asignaron 10 conciertos que, normalmente, los ejecutaban en templos católicos. “Para el presente, la idea es aprovechar la ayuda ofrecida por el gobernador Villamizar. Mirar qué va a dar y cómo nos va a dar. Propondremos proyectos para desarrollar en la periferia o en colegios adonde no llegue el aprendizaje de la música”.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
