CÚCUTA.- A Juan Ricardo Gélvez no lo conocí en la Universidad de la Sabana, sino acá en Cúcuta en pleno ejercicio del periodismo. En ese momento ejercía la jefatura de redacción del Diario de la Frontera, propiedad entonces de Félix Salcedo Baldión.
Era un tipo de agradable conversación, cargada de anécdotas, chistes, inventos literarios y vivencias. Si de política se trataba, mentaba a los cacaos con propiedad y defendía a su Partido Liberal. Para demostrar que sabía de fútbol dirigió una revistica, para ponerse a tono en geografía hacía referencia a la natal Durania. Y si de Norte de Santander era la charla, repasaba con juicio cada municipio.
Una anécdota que invitaba a la risotada era aquella en la que un empleado del TRO le llegó co0n mentiras a la oficina. Lo increpó y en tono fuerte le dijo:
- Usted no puede decirme mentiras, porque soy el rey de los mentirosos.
La repetía cuantas veces quería reír.
A las muchachas las asustaba con el sueño de la noche anterior, que narraba con total seriedad para hacer creíble la historia.
- Anoche soñé con usted. Estábamos en el mar, tendidos en la arena, desnuditos y cuando quise poseerla, desperté.
La aludida no aguantaba la carcajada, ni preguntaba si el sueño tenía continuación.
Ese era el Ricardo que conocí. Desparpajado, prometedor incumplido, tranquilo, falaz, amigo de los amigos con los que compartió aventuras y desventuras, ex propietario de Cubanísimo y buen cronista.
Hoy no estará más entre nosotros el Comandante Rintintín.