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SAN CRISTÓBAL – Venezuela.- “Hoy, en medio de las grandes dificultades provocadas por la situación de aguda crisis que golpea a toda nuestra nación… tenemos ante nosotros unos desafíos que requieren una respuesta clara y decidida”. Así lo manifestó monseñor Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal, en la celebración de los 98 años de la Diócesis de la capital del estado Táchira.
El prelado señaló en la homilía que a estos retos se suman los condicionamientos y efectos de la pandemia, por lo que reconoció “estamos ante un panorama que nos desafía y que requiere de una respuesta desde la conciencia de la misión evangelizadora que todos debemos desarrollar”.
El primer desafío, según monseñor Moronta, se centra en la defensa de la dignidad de todos y, particularmente, de los más vulnerables. “Con la certeza de ser una Iglesia pobre para los pobres, nos toca asumir el amor preferencial por los más débiles y pequeños”.
Dijo que esta población está en barrios y aldeas, en todas partes; con hambre y sed de alimentos materiales y de justicia. Son los inmigrantes que huyen de un país que no les ofrece lo necesario y a quienes no pueden verse ni como enemigos, ni como bioterroristas ni como gente mala. “Son hermanos nuestros a quienes hemos de ofrecer acogida, respeto y acompañamiento”.
El segundo desafío es la transformación de la sociedad. La renovación moral y la recuperación integral no son ajenas a la misión evangelizadora. “Esto nos lleva a crear las condiciones para contribuir seriamente en la captación, promoción, formación y envío de nuevos líderes, tanto sociales como políticos”.
Reconoció que no es una tarea que debe ponerse solo en manos de otros y llamó a los colegios católicos, la Universidad y el laicado, para darle respuesta a este reto de cara al futuro. “Esto nos llevará a tener valentía y fortaleza como lo sugiere el Papa Francisco en Fratelli Tutti y así enfrentar al enemigo que se disfraza con el egoísmo, el individualismo y la corrupción”.
El tercer desafío es no darse el lujo de caer en la tentación del inmovilismo o del conformismo, pensando que se ha hecho bastante. “Una Iglesia, si lo es de verdad, se arriesga a ir a las periferias existenciales y fomenta la cultura del encuentro y del diálogo”.
Así, dijo monseñor Moronta, podrán crearse las condiciones para que la fuerza trasformadora del Evangelio se haga sentir por medio del testimonio de sacerdotes, laicos y miembros de la vida consagrada. “Se trata de reafirmar y darle más entusiasmo a la tarea evangelizadora que nos corresponde por misión”.
El cuarto desafío es el de asumir la sinodalidad como estilo más propio aún. De cara al futuro, siguiendo la invitación del papa Francisco, hay que tomar conciencia de que ese estilo nos llevará mucho más allá de donde pueda llegar la imaginación. “Esto nos permitirá no solo superar toda tendencia clericalista, también presente en muchos laicos, sino abrirnos cada día más a una Iglesia sacramento de comunión”.
El quinto desafío es superar las dificultades de la distancia, de la crisis actual, de otros tantos problemas. “Dios nos ha dado mucho y ha llegado la hora de compartir lo recibido con humildad para el servicio y ayudar a que el Evangelio siga cundiendo en esa bella y hermana tierra. Al asumir esta misión demostramos nuestra apertura a la gracia de Dios y a la solicitud amorosa por todas las Iglesias”.
