1.- En compañía de cientos de personas y en una demostración de afecto y solidaridad clara, evidente y de enorme proyección, ante las actitudes insulares, aisladas y carentes que muchas veces se generan entre nosotros, porque la identidad y el espíritu de pertenencia solo bulle y surge espontáneo en acontecimientos especiales, como el que generó el maestro, porque fue un gran educador, Manuel Antonio Alvarado Castañeda, el popular y famoso compositor y músico que en los actos de despedida de su gran trayectoria congestionó la avenida Quinta y llenó la Catedral de San José, a partir de las 10:00 de la mañana, del 25 de marzo, cuando su esposa, hijos, nietos y demás familiares y amigos, con la compañía vibrante de los integrantes de su orquesta -que interpretaron obras inolvidables e impactantes, llevaron hasta las inmediaciones del altar mayor los restos mortales, de quien se despedía de todos y estos le decían adiós con el corazón apretujado ante el vibrar y el ritmo de todo aquello que constituye la identidad y la pertenencia de nuestro sentir musical.
Escuchar –en medio de un silencio absorbente y desgarrador – el impacto que las notas provocaban en quienes éramos espectadores y participes – sabiendo que nos hallábamos ante el final de una vida que fue ejemplo de entrega, dación y vigor, fue una experiencia franca y alentadora, que la conformaban no solo los músicos, sus más inmediatos amigos y cooperadores, sino todos los que se detenían en el parque Santander o frente y a los lados del atrio de la Catedral, para posteriormente ingresar y participar en los oficios religiosos y las palabras del párroco Juan Carlos Calderón, el alcalde Donamaris Ramírez y el parlamentario Juan Manuel Corzo, vocero del Congreso de la República, después de los merecidos reconocimientos que recibieron la esposa y el resto de la familia, que tuvo por eje y pilar a Manuel Antonio Alvarado Castañeda.
2.- Fue un suceso sincero y ejemplar que convocó a la comunidad en todas sus manifestaciones y porque se iba un artífice de manifestaciones sonoras, que todos de alguna manera llevamos en nuestro interior sensitivo y que nos hace recordar y revivir momentos del ayer o instantes de entusiasmo y satisfacción, en una o varias de las etapas que nos vinculan, comprometen con el sentir de las Brisas del Pamplonita o los bambucos y composiciones que nos facilitan constatar que estamos vivos y lo que somos.
3.- El homenaje – porque así fue y además espontáneo y masivo, lo que le ofreció Cúcuta, a este gran exponente nortesantandereano y fronterizo –despertó el interés de ubicar en diferentes sitios o espacios importantes de la ciudad, recuerdos y registros que mantengan la llama del reconocimiento permanente y público para todos aquellos que como en el caso de este destacado músico y compositor obligan a no olvidarlos y a destacarlos como legítimos exponentes, de lo que es y representa esta esquina de la república y capital de la integración en América Latina.
No dudo de que al llegar al cielo y después de exponer su trayectoria vital y sus anhelos, los ángeles y sus compañeros músicos, que lo esperaban- como es posible imaginarlo- deben estar preparando lo que su inspiración debe haberle prodigado para proseguir haciendo vibrar a todo lo que exprese vida y sentimientos de amor.
Notas al margen
JOSÉ NEIRA REY