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TIBÚ.- El remanso de paz, el mejor ‘vividero de Colombia’, la tierra amable y maravillosa de la cual se relatan historias llenas de mística y fantasía de batallas entre indígenas y colonizadores que hace más de medio siglo pretendieron saquearla, vive uno de los episodios más tristes de los últimos años.
Una vez, más estas sagradas tierras, tildadas y estigmatizadas por el país como zona virulenta y sumergida en un fenómeno de violencia que no da tregua, se convierte en víctima de desmanes e infortunios que atentan contra la incalculable riqueza, la diversidad de razas y de culturas, la invaluable historia, los paisajes naturales que la convierten en uno de los últimos bosques húmedos de Colombia y del espectáculo natural conocido como el Faro del Catatumbo, que lo hace único en el mundo.
Los desórdenes, la violencia y la expoliación de la cual fue víctima el municipio embargan de tristeza a los que aman y adoran a Tibú. Lo triste es ver que los hijos, los que nacieron de sus entrañas, los que dieron los primeros pasos por las calles, han atentado contra la integridad, la honra y la historia.
Cómo duele ver que personas que comparten todos los días una charla amena, una fría cerveza y polémicas futboleras destruyan lo poco que se ha hecho en el municipio con amor y sacrificio.
Una estrofa del himno local pregona la riqueza natural, los habitantes de gran corazón y el orgullo que se siente por ser hijo de esta tierra. Pero parece haberse olvidado esta consigna y se han convertido en enemigos acérrimos de la cuna.
Se cuestiona a la administración municipal, a las entidades municipales y a las empresas que adelantan actividades económicas en la región. Cómo no hacerlo, si Tibú se ha convertido en la vaca de la cual todos toman leche, y nadie se ha encargado de devolverle un poco de lo mucho que ha ofrecido.
Aunque nada de esto justifica lo sucedido. La solución no es la violencia. La mejor alternativa para solventar los inconvenientes y buscar solución a los problemas es el diálogo y la pacificación, con cuentas claras y con muestras de trabajo y de entrega por la región.
Las explotaciones de gas, de petróleo y de carbón, y las más de 25.000 hectáreas de palma africana lo convierten en territorio rico y productivo. Es paradójico ver las condiciones sociales y económicas del lugar, donde nunca hay para educación, salud, saneamiento básico y para la gente. Resulta imposible entender que las vías de acceso estén en deplorable estado, los puentes estén obsoletos y la infraestructura esté casi nula.
Sí, la solución no es un puente, ni una vía pavimentada, ni un centro comercial, la solución está en ofrecer mejores condiciones de vida a los habitantes.
Brindar fuentes de trabajo que beneficien a la mayoría y no a unos pocos está en el compromiso, en el trabajo con y por la región, con hechos concretos que muestren la responsabilidad y la entrega con el municipio.
¿Seguirá Tibú en las mismas condiciones socio-económicas que lo agobian? ¿Continuará la gente soportando la indiferencia y la apatía de las empresas que explotan las riquezas y llenan las arcas con los tesoros de los indígenas de El Catatumbo?
Lo único seguro es que todo está en manos de los habitantes de la región. Solo ellos elijen si siguen bajo los mezquinos intereses individuales de algunos de los que deberían pensar en los intereses colectivos. Solo ellos sabrán si permiten los abusos del capitalismo ‘criollo’ que atenta contra el subsuelo o se unen y sacan al pueblo de esta horrible pesadilla que colma de dolor, impotencia y rabia a los que aman el terruño en donde en medio de dificultades se vive como rey.
EILIBARDO LEÓN ESTÉVEZ
