Comenzó el anhelado segundo torneo del fútbol profesional colombiano. En las semanas preliminares los aficionados pudieron divertirse con la Copa América y el Mundial Sub-20. Buenos y malos partidos, buenos y malos jugadores, buenos y malos recuerdos por las presentaciones de las selecciones de mayores y juvenil.
Entre tanto, la camiseta rojinegra permaneció colgada en el clóset, guardada en el escaparate, arrumada en el canasto de la ropa sucia, tirada en el rincón del cuarto mayor o doblada en una gaveta. Siempre a la espera del turno para ser lucida en el General Santander.
La suerte del torneo dijo que los motilones enfrentarían a Deportivo Cali, otrora gran equipo. El tiempo corrió con calma, el afán no apareció entre los directivos para contratar jugadores, el desinterés para montar un equipo de calidad se hizo notar y la ambición por repetir la hazaña del 2006 desapareció. Entre tanto, la agonía se apoderaba de los hinchas.
Los nombres inscritos en la planilla no llenaron las expectativas, los apellidos registrados ante la Dimayor no despertaron anhelos, los apodos repetidos en la calle no arrancaron ilusiones. La excepción es el técnico Jaime de la Pava, con recorrido y pergaminos suficientes para estar al frente de cualquier otro club.
Para darles un alegrón a los aficionados, los directivos presentaron el equipo al aire libre, los pusieron a desfilar en pantalón corto y camisa negra y a sonreír delante de los aún creyentes en el club. Las fotos del recuerdo, los autógrafos para el hijo y el abrazo de buena suerte fueron los elementos destacados de ese momento.
La realidad estaba por llegar. Y el sábado, en horario vespertino, quedó evidenciado lo que se tenía por premonición. Poca asistencia al estadio, el regreso de la ‘Banda del Indio’ con los cánticos, el desinterés de los espectadores por el once rojinegro, la apatía de las barras y el vandalismo de los visitantes. Qué jartera tener que pasar los 90 minutos con susto.
Lo bueno, la retirada de los avisos políticos. El mensaje quedó claro, no llenar el estadio con promesas de candidatos que, seguro, no cumplirán. El no atiborrar las tribunas con caras desagradables es un punto positivo para los directivos.
BALANCE DEL PARTIDO
El Cúcuta Deportivo no ofreció mucho en la cancha, porque tiene poco para dar. En el arco Williams parece que no tendrá ‘buenaños’; a Hayder, con la salida de los centrales, no le construyeron ese ´palacio’ que creyó encontrar en esta ciudad; Leyson, seguro, no es el ‘rosero’ (persona que trabaja en la recolección de rosas del azafrán), según el diccionario; en cambio Jimmy sí se parece a la ‘asprillera’ (abertura larga y estrecha en un muro para disparar por ella) del equipo, y Giovanni si sigue siendo el ‘garcía’ (zorro) de la defensa.
Mauricio terminó ‘arqueado’ por los hábiles azucareros; Dayron mostró que de verdad es ‘pérez(oso)’; mientras Diego, en esa posición, es el palangre con los ramales más cortos que si juega más adelante, y Donald, por culpa de los hacedores de sobrenombres, comete todas embarradas (con C) posibles para hacerles caso a los que lo llaman ‘pato’ (porque al brasileño no se parece en nada).
William, adelante, es la ´zapata’ del freno que actúa por fricción, y Harold, en la delantera, como que no ‘reina’. Para colmo de males entraron Tommy, que en pocos minutos demostró que será el ‘tobar’ rojinegro; Francisco, al que se vio súper ´delgado’ como refuerzo, y Luis, que en este debut se colgó el ‘inri-arte’.
Conclusión. Los aficionados salieron con la quijada larga. No llevaban buen semblante. Temblaban de la ira y la cerveza les parecía amarga. Las palabras no eran las mejores para directivos, cuerpo técnico y jugadores. La mayoría, en el análisis de la derrota (1-0) contra Cali se preguntaba ¿entonces, quién es el de la pava?
Lo malo. La actuación de Leandro Castellanos. Lástima, cambió los aplausos que se llevó del General por defender la camiseta rojinegra, por los hachepetazos, bien ganados por payaso, malintencionado, provocador y desagradecido con la afición que lo respetaba y ahora lo madrea.
RAFAEL ANTONIO PABÓN