El trascurrir de los años ha permitido interpretar esta expresión para ajustarla a la realidad que vive la humanidad. En Norte de Santander, en general, y en Cúcuta, en particular, tiene un significado especial que se ajusta a cada grupo poblacional. Hoy, cae bien desmenuzar esta frase de Jesús en la cruz. Cada palabra tiene un contenido que nos lleva a pensar en lo poco que hacemos por los demás y, quizás, debamos cambiar el rumbo de nuestros pasos para enderezar ese recorrido que, seguro, ha estado colmado de comodidades, mientras otros sufren cerca o lejos de nosotros.
Para los desprotegidos, decir PADRE tiene el valor de Gobierno nacional, departamental o municipal. Es a los gobernantes a los que se les pide con insistencia la solución de las necesidades básicas insatisfechas que existen en municipios, corregimientos, veredas y barrios. Ese Padre, que no es otro que quien ostenta el poder, tiene la obligación de escuchar el clamor del hijo desvalido para calmar sus dolores físicos.
Quienes no tienen techo, agua potable, carreteras transitables, proyectos ejecutables, cosechas para recoger, escuelas para aprender a leer y escribir, vestido para protegerse del frío o del sol y hospitales para curar sus males, ven que los gobernantes tienen EN LAS MANOS las herramientas indispensables para avanzar en la escala de la pobreza y subir un escalón en busca de la salida de la marginalidad. Pero no ven acciones positivas para abandonar esa condición
Estos grupos de campesinos, iletrados, desplazados, deportados, abandonados por el Estado, maltratados por la violencia, violados sexual o moralmente, humillados por los generadores del conflicto armado, perseguidos por los que no quieren actuar dentro de la ley y sometidos por los quereres politiqueros se ENCOMIENDAN de corazón a un proceso de paz, lejano en los días, cercano en los sentimientos, como salida fundamental a todos esos momentos infelices soportados por años sin término.
Y solo les queda EL ESPÍRITU inquebrantable de lealtad, humildad, fidelidad, nobleza, franqueza, amistad, cumplimiento, devoción y honradez con el que buscan ser reconocidos y ayudados. Sus gritos endebles salidos del campo y expresados en manifestaciones y marchas no encuentran los oídos requeridos para que comience el camino de la redención. Esas voces, no inconformes ni revolucionarias, sino cansadas y cargadas de amargura reclaman que las escuchen para vivir libres y en paz.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
Docente de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario