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Los hijos visitaban constantemente a su querida mamá, aprovecharon cada instante para reencontrarse y recuperar el tiempo. Hoy, los recuerda con especial cariño. / Foto: Especial para contraluzcucuta.co

RECUERDOS IMBORRABLES. “La vida no era de color de rosa”: Socorro

CÚCUTA.- Socorro es fuerte, amorosa y llena de vida. Su mirada refleja cansancio, tristeza y esperanza. La vestimenta alegra su alma, el maquillaje enaltece su belleza y la manera de hablar identifica la humildad y el valor asumidos durante años. Cuenta la historia de vida como si hubiera ocurrido ayer. Detalla a sus hijos y sus amores.

Esta mujer estuvo involucrada en agresiones físicas y verbales en el ámbito intrafamiliar. El camino recorrido no ha sido fácil. “Vivía por vivir”. La vida no era de color de rosa. El padre de los hijos, un día de 1970, se los arrebató. Estaba embarazada y buscó un lugar tranquilo para pasar los días.

Mientras corría el tiempo de la dieta comenzó a trabajar en la rocería de potreros, en una finca familiar. Ganó dinero para sobrevivir. Cada mañana, llegaban los obreros y al abrir las puertas encontraban la mirada melancólica de la mujer que les preparaba la merienda. Nunca tuvo un sitio fijo o una casa para vivir.

Decidió retornar a Tibú para reencontrarse con los hijos, no le importaba lo que dijera el exmarido. Recorrió las calles del municipio petrolero, preguntó por los niños y buscó pistas que la llevaran al paradero de los pequeños.

Al encontrarlos, Socorro soportó el desprecio de los hijos, producto de engaños y mentiras tejidas en el entorno en el que crecieron. La maldad se había apoderado del corazón y la rechazaban. Luego, la vida recompensó a la desesperada mujer y con la ayuda de una vecina supieron que la verdadera madre los buscaba.

Reinaldo y Florentino, en la etapa adulta y con hogar formado, descubrieron que la madre estaba viva y no muerta, como lo decía el progenitor. Florentino tenía un comportamiento seco y la saludaba por el nombre, no le tenía confianza ni la reconocía como madre. Era un niño cuando los separaron.

Socorro no cedió al desamor, a cambio lo buscó para dialogar, hasta que el hombre se enteró de que la madrastra le mentía. Decidió buscarla. “Cuando me dijo mamá, sentí como que me habían botado un baldado como de gloria, por el cuerpo”.

Recordó un pasaje bíblico para comparar el reencuentro. ‘Este hijo estaba perdido y lo recuperé, estaba muerto y volvió a vivir’. La tranquilidad y la serenidad regresaron a Socorro al ver que su muchacho, a quien sentía lejano, estaba a su lado y de manera inexplicable.

A partir de ese momento le cambió la vida. Los hijos visitaban constantemente a su querida mamá, aprovecharon cada instante para reencontrarse y recuperar el tiempo. Hoy, los recuerda con especial cariño.

La cotidianidad parecía normal y disfrutaban en familia, hijos, nueras y nietos. Ahora, solo le quedan las imborrables imágenes hospedadas en la mente y el corazón. En tres años, descubrió lo positivo y lo negativo de cada uno. Uno serio y el otro alegre.

“Reinaldo era amigable, trabajador, no tenía vicios, buen esposo y vanidoso. Los zapatos eran limpios, tenía reloj y anillos. Fue ordenado. Usaba colonia y decía, ‘Por si las moscas’”, manifestó Socorro entre risas. Florentino, en cambio, era malgeniado y serio. Vestía camibuso, bluyín y tenis. “Cuando estaba en el campo usaba botas largas y ropa de casa”.

Reinaldo murió en diciembre del 2001 y Florentino en abril del 2002. “Meses atrás descubrí la nobleza de su corazón. Gracias al tiempo y con la ayuda de mi padre Celestial, he aprendido que no debo condenar a nadie, porque todo se lo he entregado a Dios”.

PAOLA ANDREA LEÓN

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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