CÚCUTA- Por favor, póngase en los zapatos de la familia, los amigos y los compañeros del estudiante que terminó su vida en la manifestación de Cali; pero, póngase también en el lugar de la familia del policía que no fue salvado ni por el casco de protección en la Nacional (Bogotá), hace algunos años. Hasta cuándo durará esta violencia absurda con tiempos, lugares y hechos escritos con tinta y sangre. Esto, simplemente, es irracional y las causas de pantalla siguen en el marco de lo rimbombante, de lo ideológico y lo politiquero, escondiendo audazmente la verdadera causa: lo económico.
Colombia es el único país en donde la clase política utiliza lo habido y por haber para esconder la realidad económica que beneficia a pocas personas, para apropiarse o tomar tajada sin importar lo que ocurra alrededor. La politiquería de todos los colores, con o sin trasfuguismo, ha hecho un gran bien al poder económico haciéndole perfecta cortina al pueblo para que no participe ni pueda usufructuar un bien que debe ser general y para todos. Así las cosas, seguiremos escuchando, viendo y viviendo lo mismo: agresión, agresores y agredidos.
Los universitarios, tocados por la reforma de la Ley 30, caminan, pintan, gritan, porque los días venideros serán difíciles. Saben lo que se les viene encima. Miren lo que ocurrió en la educación básica: los niños colombianos tenían derecho a dos años de preescolar. Llegó la reforma (dizque para mejorar) y volaron de tajo un año. Ahora no se llama nivel A (un año) y nivel B (un año) sino solo se llama transición (un año). Esa fue la trasformación. Existía el nocturno completo y para ahorrar se inventaron los ciclos. Los universitarios leyeron el pasado y sabe que a veces no se legisla para los colombianos sino contra ellos.
Los hechos de hoy son graves por la naturaleza de las marchas, son estudiantes de universidades públicas y privadas. Este es un llamado de atención para que se legisle para los estudiantes, no contra ellos, máxime cuando la prosperidad está a todo dar, las regalías así lo prometen. Si se presenta una estructura universitaria con excelentes recursos económicos será posible el nacimiento de la nueva patria que anhelamos, pero así no se puede. El Gobierno, en el 2010, destinó $9,0 millones por estudiante de la Universidad Nacional y solo $700.000 para un alumno de la de Pamplona. No hay derecho y estas brechas hacen gritar desbocadamente en las calles calurosas o bajo inclementes aguaceros. Todos deben investigar y para tal efecto necesitan laboratorios y recursos. El promedio de inversión por estudiante universitario en Colombia es de $3,5 millones, pero en Los Andes es de $21 millones; en el Rosario, de $12 millones; en la Javeriana, de $10 millones. Con todo, es estruendosa la deuda de la universidad pública, pero no tanto como los contratos de los Nule, que entre otras noticias pasó el escándalo. La universidad pública en Colombia no depende totalmente del Estado, que solo aporta el 55 %. Hay universidades como la Autónoma de México donde el Estado aporta el 89 %, de ahí que esté tan bien clasificada en Latinoamérica y en el mundo. Sigamos los buenos ejemplos desde la economía y más teniendo una economía fuerte como la de nuestra patria.
EUGENIO PACÍFICO CARRERO